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'Avión Club', una novela-selfie sobre la Transición

Carlos Santos, autor de 'Avión Club'

Miguel Ángel Villena

No ha encontrado Carlos Santos mejor decorado para su novela Avión Club (La Esfera de los Libros), situada en los años 80, que un bar del centro de Madrid que brinda título al libro. Mezcla de autobiografía y de narración fabulada, de personajes reales y de otros ficticios, por la novela desfila una abigarrada y muy variopinta galería de personajes entre sudores, humos y músicas. De este modo el autor ilustra lo que define como “el fenómeno colectivo que representó la Transición de la dictadura a la democracia”.

A lo largo de sus páginas, Avión Club deja patente que en aquella década, que osciló entre la euforia por la recuperación de la libertad y el desencanto por las expectativas incumplidas, el protagonismo de la Historia con mayúsculas lo asumieron los estudiantes, los obreros, los cantantes y hasta algunos curas progresistas. “El disco de Serrat sobre Machado hizo más por la conquista de la libertad que muchas manifestaciones y huelgas”, apostilla Carlos Santos.

Nacido en un pueblo castellano en 1954, pero crecido y formado en Almería y residente en Madrid desde hace años, Carlos Santos vivió como joven aquel periodo de la Transición, mitificado hoy por unos y denostado por otros. En cualquier caso, Avión Club, un completo autorretrato o un selfie de grupo de aquella época, entronca con un interés cada día mayor por los años ochenta que se plasma en programas y series de televisión, en debates políticos y periodísticos o en otras novelas recientes que utilizan la Transición a modo de telón de fondo de sus narraciones como Derecho natural (Seix Barral), de Ignacio Martínez de Pisón; Los cinco y yo (Tusquets), de Antonio Orejudo; o incluso la última obra de Javier Marías, Berta Isla (Alfaguara).

Una bar-movie con dosis de ironía

bar-movieEn estos tiempos en que la reforma de la Constitución de 1978 se halla en el centro de todas las discusiones y cuando amplios sectores de las nuevas generaciones no se sienten identificados con aquel pacto, Santos argumenta que se impuso la reforma y no la ruptura política en aquella salida del franquismo porque los rupturistas solamente significaban una minoría en el conjunto del país. A través de muchos protagonistas en una novela muy coral, pero en especial a través de un viejo pianista y una profesora veinteañera, el autor plasma esa eterna brecha generacional que reaparece una y otra vez.

“Ya está bien”, zanja el periodista y escritor, “de mortificarse con lo que pudo haber sido y no fue porque la historia de los años 80, con sus aciertos y sus errores, se puede resumir en la alegría por una libertad recuperada. Fue un periodo que transformó radicalmente nuestro país y baste señalar que en Almería, donde yo vivía entonces, a comienzos de aquella década el 30% de las casas no tenía agua potable mientras unos años después la gente se duchaba en cuartos de baño alicatados hasta el techo”.

Al igual que otros estudiosos de aquel periodo, Carlos Santos mantiene que en momentos excepcionales surgen personajes fuera de lo común, nuevos creadores de opinión y de modas que cambian nuestra percepción del mundo. Así, para refrendar su opinión el periodista cita los ejemplos de la cantante Alaska o del cineasta Pedro Almodóvar, dos auténticos símbolos de lo que se llamó la movida y cuyos alientos musicales y cinematográficos salpican la narración de Avión Club. “Ambos eran muy jóvenes y revolucionaron la música y el cine y hoy en día muchos echamos en falta figuras de la cultura como ellos. ¿Dónde están ahora sus equivalentes?”, se pregunta el escritor.

A pesar de esta reivindicación del papel de aquella generación, inevitablemente teñida de un toque de nostalgia agridulce, como reconoce Santos, su narración va derivando hacia unos sueños traicionados, hacia unas esperanzas abandonadas por parte de la izquierda que el autor sitúa en el referéndum sobre la OTAN de 1986. “Los socialistas, con Felipe González a la cabeza, despojaron de todo su poder a una potente sociedad civil que había surgido ya en los últimos tiempos del franquismo y había impuesto los cambios. Ahora bien, la gente tuvo su cuota de responsabilidad porque, desde entonces, delegó su poder en políticos profesionales que sólo han comparecido ante los ciudadanos cada cuatro años para pedir el voto”.

La novela transita, pues, entre el golpe de Estado de 1981 y la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona en 1992 en lo que Santos califica con humor como una bar-movie con una voluntad de memoria colectiva y con buenas dosis de ironía y de autocrítica. Autor de otra obra anterior, en clave de ensayo, sobre el mismo periodo y con los elocuentes título y subtítulo de 333 historias de la Transición. Chaquetas de pana, tetas al aire, ruido de sable, suspiros, algaradas y consenso, Carlos Santos sigue al pie del cañón tanto en el periodismo, en Radio Nacional de España y otros medios, como en la literatura. Con mucho sarcasmo comenta que se decidió a escribir una novela en lugar de un ensayo histórico, por sugerencia de sus editores. “Se gana más dinero con la narrativa que con la no ficción”, explica entre risas.

De cualquier modo, Santos opina que la Transición supone una fuente inagotable de material literario porque la velocidad de las transformaciones de aquellos años brinda multitud de historias interesantes. Por ello, Avión Club no sólo incluye a muchos y variados personajes, sino que integra también el paisaje urbano del Madrid de la movida cultural y política como una pieza clave de su narración.

Hacia el final de su libro, César, un veterano pianista de garitos y bares que está inspirado en un músico real, abronca a Julia, una profesora veinteañera inventada, por la falta de rebeldía de las jóvenes generaciones. ¿Puede reprocharse lo mismo a los indignados de hoy? “El problema”, contesta Santos, “es que el germen de rebeldía de nuestros días ha surgido en medio de una crisis brutal y los jóvenes han sufrido la precarización y la pérdida de derechos, empezando por los laborales. Desgraciadamente, la expectativa de las nuevas generaciones pasa simplemente por sobrevivir”.

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