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“La izquierda europea debe aprender de Podemos”

El escritor Owen Jones

Lucía Lijtmaer

Vuelve el azote de la derecha europea. El ensayista Owen Jones (Sheffield, 1984), tras su éxito mundial Chavs, la demonización de la clase obrera (Capitan Swing), regresa con un ensayo titulado El establishment (Seix Barral), donde analiza el auge de los grupos de poder que dominan el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial.

Jones aplica una vez más el bisturí sobre el neoliberalismo y el sistema político europeo, mostrando un sistema de fuerzas que ahoga la democracia en pos de la acumulación de riqueza y poder. Una semana después del resultado de las elecciones municipales y autonómicas en España, el autor desgrana su interés por los nuevos movimientos en la izquierda europea y por qué el laborismo no parece darse por aludido. 

La última vez que hablamos dejó caer que había descubierto que el establishment era una panda de cabrones. ¿Podría profundizar en esa idea?era una panda de cabrones

Probablemente estaba bromeando (ríe). No se trata de seres maléficos, de individuos aterradores. Mi argumentación no es que nos gobierne mala gente y que tengamos que cambiarlos por algunas buenas personas y que así todo mejorará. Mucha gente del establishment son personas generosas y amables que hacen obras de caridad.

El problema es el sistema y lo que promueve socialmente: la avaricia, el predominio del interés privado que justifica y racionaliza la concentración de riqueza y poder. Si entrevisto a una empresa que se dedica a favorecer la evasión de impuestos, por más que me cuenten todas las obras benéficas que realiza, es una mera autojustificación. La evasión de impuestos implica directamente el recorte de servicios sociales, lo cual es muchísimo más dañino que el pequeño beneficio que obtiene el público de una obra de caridad. La gente es capaz de racionalizar cualquier tipo de acción, pero no deja de ser una acción individual.

Usted describe el establishment como algo fluido, que se resignifica una y otra vez.

No es estático, eso es cierto. Como cualquier sistema, no puede ser reducido a cada una de sus partes, sino a cómo se relacionan e interactúan entre sí. Es como el cerebro humano: no se entiende si examinas una neurona, sino su interacción. Por supuesto se trata de un sistema fluido, si comparamos el establishment británico al finalizar la Segunda Guerra Mundial con el actual son muy distintos, ha cambiado mucho demográficamente. Sigue habiendo una representación muy desigual, con infrarrepresentación de mujeres, ciudadanos de clase obrera o de minorías étnicas. Aun así, es mejor de lo que era hace treinta años para las mujeres y las minorías raciales.

Pero ha cambiado cómo opera y se comporta desde la revolución neoliberal de los setenta: muta dramáticamente según las circunstancias económicas y políticas. El poder nunca es estático, para cambiarlo tenemos que entender eso.

Establece las raíces del establishment contemporáneo en la Sociedad Mont Pelerin, el grupo de economistas, historiadores y filósofos que comenzaron a reunirse después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo hace uno para no convertirse en un conspiranoico al leer que un grupo tan reducido lo cambió todo?Sociedad Mont Pelerin

No se trata de una conspiración en el sentido de que no fue un hatajo de ricos metidos en una sala pensando en maneras más creativas y horribles de hacer peor la vida de los pobres. Tienen intereses económicos y mentalidades comunes, la misma ideología, y por tanto las mismas suposiciones sobre lo social. No es una conspiración sino una manera consciente e inevitable de entender el sistema y cómo opera.

Mont Pelerin no era conspiratorio, era muy abierto y transparente, se trataba de un grupo de personas ubicadas en los márgenes durante la posguerra europea, todos considerados elementos extremistas, lo cual a ellos les parecía una injusticia, claro. Decidieron organizarse y esperar su oportunidad. Establecieron las bases intelectuales de su proyecto durante décadas, con sus think tanks, y a través de unos de sus máximos ideólogos, Milton Friedman, sentaron la base ideológica: las crisis facilitan el cambio, y lo políticamente inviable se convierte en inevitable. En los setenta se les presentó una gran oportunidad económica, en lo que se conoce ya como el surgimiento del neoliberalismo. Jamás fue una conspiración sino un proyecto político abierto.

El establishment puede leerse como una precuela de Chavs cuando explica que “los dogmas liberales se establecen y tienen que ser adoctrinados a los ciudadanos”. Una vez más, los medios de comunicación juegan un papel clave.El establishmentChavs

Evidentemente, no tenemos una prensa libre, sino una dominada por un pequeño grupo de magnates que tienen todas las razones para defender un sistema del que forman parte. Los medios juegan un papel muy importante porque deciden lo que es políticamente aceptable y lo que no. Son los que etiquetan qué puede formar parte de un debate político, qué queda fuera y se considera marginal y queda diluido. Todo lo que ataque al statu quo se margina, se ataca o se demoniza. A su vez, ayudan a dirigir la frustración y la rabia de la gente, las alejan de los poderosos y las dirigen hacia los que están en lo más bajo de la escala social: pobres, inmigrantes, desempleados y empleados públicos... todos aquellos menos los empleadores que no pagan adecuadamente, los banqueros que operan de manera opaca y los evasores de impuestos.

También contribuyen a reforzar la idea de que lo que es bueno para los ricos es bueno para la sociedad, popularizando que si los ricos se hacen más ricos de alguna manera esa riqueza se filtrará al resto de la sociedad.

En el fondo, lo que tienen en común Chavs y El establishment es que los medios de comunicación juegan el mismo papel que jugaba la Iglesia medieval durante el feudalismo, ayudando a mantener el statu quo. Eso no quiere decir que la gente sea estúpida y que a los ciudadanos les laven el cerebro, pero los medios de comunicación contribuyen a crear una atmósfera en que ciertas ideas se consideran inaceptables y la rabia se dirije, por ejemplo, contra los inmigrantes. A su vez, el orden establecido se entiende como positivo por naturaleza.

Usted ha escrito extensamente sobre el resultado de las elecciones locales y autonómicas en España, y con especial entusiasmo sobre Podemos...

(interrumpe) ¡Sí! Creo que el resultado es muy inspirador.

...y también ha dicho que el Partido Laborista debería tomar nota.debería tomar nota

Sí, la izquierda está en un momento muy problemático en el Reino Unido. La socialdemocracia en toda Europa está en crisis, y los beneficiarios de esa debacle son la izquierda populista -como Podemos o Syriza– o la derecha populista, como UKIP o el Frente Nacional. Considero que es importante que se beneficien los primeros. Podemos intenta comunicar ideas radicales sin caer en los viejos clichés y el imaginario de la izquierda que suele alienar a una generación que no los comprende. Creo que toda la izquierda europea debe aprender de esa opción.

El Partido Laborista está hecho un lío, con muchas incógnitas, no parece ofrecer alternativas coherentes, tiene que cuestionarse si ejerce algún tipo de papel en el Reino Unido. En realidad no creo que el Partido Laborista deba tomar nota –eso decía el titular del artículo al que te refieres, pero yo no escribo mis titulares–, sino la izquierda británica: en vez de arrastrar toda esa frustración contra la inmigración, tiene que ser capaz de dirigirla de una manera mucho más progresista, como ha hecho Podemos.

Desde fuera, la asimilación del Partido Laborista en la clase dirigente es en apariencia completa. ¿Hay alguna alternativa parecida a Podemos o Syriza?

La izquierda en el Reino Unido nunca pierde la oportunidad de perder la oportunidad. Es incompetente, desorganizada e incapaz de ofrecer una alternativa real. Mi esperanza es que se ponga las pilas. La pregunta sigue siendo si el Partido Laborista puede formar parte de ese cambio. Si nos fijamos en Escocia, que solía ser la cuna del laborismo, comprobamos que incluso ahí se han venido abajo. En las últimas elecciones perdió a todos sus diputados, a excepción de uno.

El Partido Nacionalista Escocés (SNP) no es Podemos pero se puede establecer un paralelismo con respecto a qué papel juega en torno a la socialdemocracia. El mantra del Nuevo Laborismo era presentarse como la única alternativa contra los tories, independientemente de la frustración y la desilusión imperantes. Eso ya ha cambiado en Escocia. Me resulta inaceptable que UKIP se beneficie del desencanto, así que la izquierda tiene que reformularse para obtener rédito político. Ese es el debate que tenemos que abrir.

También ha escrito en defensa de un papel más relevante de las mujeres y el colectivo LGTB en política. ¿Siguen siendo una anécdota o cree que van adquiriendo una voz más potente y central con el tiempo?ha escrito

Los derechos de las mujeres, de los colectivos LGTB y las minorías étnicas son esenciales para cualquier cambio progresista. El hecho de que en el Reino Unido 1,2 millones de mujeres sufran violencia de género, que 400.000 mujeres sufran abusos sexuales, 85.000 sean violadas cada año, que se pague a las mujeres menos por el mismo trabajo y que se concentre su actividad de empleo en los lugares más bajos de la escala productiva son problemas que la izquierda debe abanderar para que cambien.

Pasa lo mismo con el colectivo LGTB, hemos avanzado por las propias luchas del colectivo y somos iguales ante la ley, pero una pareja del mismo sexo no puede caminar por la calle de la mano en el Reino Unido sin temer ser agredida. Los adolescentes LGBT son más propensos a los problemas mentales y los servicios sociales que ayudan para que esto no suceda sufren incesantes recortes por las políticas de austeridad. Todos estos problemas deben ser atacados, no se trata únicamente de centrarnos en lo económico, hay que ampliar la visión y tener en cuenta los derechos de todas las minorías.

De hecho, las mujeres son el grupo social más amplio, así que no tiene sentido que exista un movimiento que no tenga en cuenta las necesidades y los problemas de la mayoría.

Usted ha dicho que “la política no puede alcanzar los lugares de la música”. Se le ha visto buscando maneras de movilizar a la juventud en conciertos y charlas. ¿Se está adentrando en el terreno de la política pop?

Lo que me interesa es alcanzar a todo el público posible, sin quedarme en la burbuja de la izquierda y debatir solo con la gente que está de acuerdo conmigo. Por eso, cuando la cantante Paloma Faith -que es muy famosa en el Reino Unido- me pidió que me fuera de gira con ella para hablar ante miles de personas con ella, acepté.

Joey Essex, estrella del reality The only way is Essex, un programa considerado telebasura, formó parte de un documental donde aprendía sobre temas políticos. Se trata de alguien que hasta hace tres meses no sabía el nombre del primer ministro. Le llevé a una concentración contra el fracking y a un mitin laborista. Mucha gente desprecia a Joey Essex, pero hay millones de jóvenes que le veneran y que han visto ese documental sobre política gracias a él, y así nos hemos acercado a ellos. Para mí es algo pragmático, como debatir con el humorista Russell Brand. Se trata de salir de tu zona cómoda: hablar en festivales de música pop, formar parte de un reality, colaborar con Russell Brand es lo opuesto a predicar solamente a los conversos.

¿Y cómo valora ese esfuerzo, teniendo en cuenta la cómoda victoria conservadora en las últimas elecciones?

Bueno, no fue tan cómoda, sacaron el 36,9% de los votos, es decir, que uno de cada tres que votó lo hizo por los tories. Lo que pasa es que nuestro sistema premia desproporcionadamente a los ganadores. Pero hay que tener en cuenta una cosa: cada vez que los conservadores han ganado lo han hecho con la cifra mínima anterior, y siempre a la baja, desde 1955. Solían ganar en Escocia, Sheffield, Newcastle, Manchester, Liverpool... lugares donde ya no tienen nada que hacer.

Lamentablemente, la gente como yo no tenemos tanta influencia como para parar a los tories si los laboristas demuestran ser completamente inútiles (ríe). En Escocia los laboristas se suicidaron por partida doble: perdieron 40 escaños. Por otro lado, los tories hicieron correr la voz de que una victoria laborista sería apoyada por el SNP y eso sería un desastre.

Además, los medios conservadores le echaron la culpa de la crisis a los laboristas de manera muy inteligente, consolidando la idea del exceso de gasto público en el gobierno anterior, pese a que ese gasto había sido pactado entre el gobierno laborista y los tories hasta 2008. Y para terminar, los laboristas no tenían una alternativa consistente, algo que los conservadores siempre poseen: sus mensajes son afilados y claros, sabes exactamente qué son y qué quieren. Aparte de eso, los laboristas lo hicieron todo estupendamente (ríe).

El establishment demuestra estar convencido de que se merecen todo lo que tienen porque son mejores. ¿Cuáles han sido las reacciones de sus fuentes al leer el libro?

Soy un neurótico de las fuentes y de citar bien, así que por ese lado no se iban a enfadar. Me he dedicado a describir qué es lo que creen, qué representan. A mí no me gustan, a mucha gente no le gusta lo que piensan, pero así es. No es nada personal, el problema es el sistema: hay que cambiarlo.

¿Cuál es su próximo proyecto? ¿Analizar a la clase media?

No (ríe). Mi próximo libro se titulará The politics of hope (“las políticas de la esperanza”). Hasta ahora he analizado los problemas actuales, lo que me preocupa socialmente. Quiero que el próximo análisis trate las posibles alternativas en las que deberíamos centrarnos. No será solo sobre el Reino Unido, sino sobre todo el mundo occidental y sus diferentes propuestas políticas. Ahora me voy a Finlandia a analizar su sistema educativo: carecen de educación privada exclusiva, sólo tienen muy buenas escuelas públicas, lo cual es un modelo interesante a copiar. También analizaré cuáles son las alternativas que propone Podemos y qué nos pueden enseñar a todos los europeos. Será un libro sobre la esperanza, sobre las alternativas que necesitamos.

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