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“En las librerías las condiciones laborales no son suficientes. Están todos muy quemados”

Librería La Central en Barcelona

Paula Corroto

Podría haber sido una entrevista amable y agradable en su lectura, pero resultó un boomerang incendiario. Horas después de que el 24 de diciembre la revista JotDown colgara en su web la entrevista a Marta Ramoneda, una de las fundadoras de la librería La Central junto a Antonio Ramírez y Maribel Guirao (esta socia salió hace unos años de la empresa), el texto comenzó a llenarse de comentarios de extrabajadores que denunciaban sus malas condiciones laborales y el maltrato por parte de los dueños a sus empleados. Una bofetada multiplicada por más de 300 nicks.

Frases de Ramoneda como “con seguridad, es de lo que más contenta estoy, de la gente que trabaja con nosotros. Si algo nos hace sentirnos orgullosos es haber reunido un equipo tan talentoso y entusiasta. La Central es su equipo”, quedaron así por los suelos, y de hecho, La Central no tuvo más remedio que enviar un comunicado para subrayar que cumplían escrupulosamente con el Estatuto de los Trabajadores desde la apertura de su primera librería en 1996 en Barcelona (hoy cuentan con otras sedes en el barrio del Raval, también en Barcelona, y en Callao, el Museo Reina Sofía y la Fundación Mapfre, en Madrid).

Ambos hechos –el comunicado de la empresa y la denuncia virtual de los antiguos empleados, hay que situarlos en su contexto. Por un lado, es cierto que a día de hoy nadie ha denunciado nunca a La Central: “En casi veinte años hemos tenido, creo, unas dos o tres personas que no han estado conformes con las condiciones de su despido. En todos los casos se han aclarado sin que nunca hayamos llegado a juicio”, cuenta a eldiario.es Antonio Ramírez.

Por otro lado, este diario sí ha podido constatar como ciertas algunas afirmaciones de los extrabajadores referidas a la situación laboral, aunque todos han preferido mantenerse en el anonimato. “Yo entré a trabajar en La Central con mucha ilusión porque me parecía un proyecto precioso, pero no estuve ni un año. Yo no estoy dispuesta a pasar por ciertas cosas. Hay que tener mucho estómago para trabajar en La Central y ser muy fuerte mentalmente”, afirma una extrabajadora.

De la misma opinión es otro extrabajador que también indica que sí hay un abuso con el número de horas y que también es verdad que “todos los intentos de crear un sindicato fueron abortados; y las personas que los intentaron poner en marcha acabaron en galeras, haciendo cajas, devolviendo libros…”. A su vez refrenda el trato despectivo de los dueños: “Es muy mejorable, porque se exige mucho al empleado. Cuando trabajas allí estás constreñido y la presencia de los jefes genera mucha tensión”. “Es un régimen soviético y a la vez de capitalismo extremo”, añade.

Sin denuncias

Sin denunciasAhora bien, la pregunta que muchos se hicieron poco después del goteo constante de los comentarios fue por qué no había habido denuncias. “Para poner una denuncia hay que estar muy seguro”, admite el extrabajador consultado. “Yo me acuso por no hablar abiertamente, lo que pasa es que muchos trabajan todavía en el sector y hay un pacto de no agresión”, sostiene otra extrabajadora.

Para otros como Armando Sousa –que sí da su nombre–, y que trabajó tanto en la librería de El Raval como la de Callao, que no haya habido denuncias pone en duda los comentarios vertidos. Este extrabajador no se muestra de acuerdo con todo lo que ha ocurrido a raíz de la entrevista: “Creo que es un actitud muy cobarde, en cuatro años nadie ha denunciado nada ni se ha movido. No creo que Antonio [Ramírez] sea opresor ni antisindicalista. Yo me fui pero por otra cosa. Nunca he visto una denuncia. Tampoco he visto que se fallaran convenios ni leyes”, asegura.

Sobre el trato a los empleados sostiene que es cierto que [Antonio y Marta] “son exigentes. Tienen las ideas muy claras. La entrevista [de JotDown] tiene un tono idílico pero hay mucho de lo que dice que se cumple. El hecho de que tengan un pensamiento de izquierdas no tiene que ver con los niveles de exigencia y con el hecho de cumplir objetivos, y me parece de lo más normal”.

Precariedad para todos

Precariedad para todosEn este sentido, el propio extrabajador que sí ratifica algunas de las acusaciones también sostiene que “algunos comentarios pueden venir marcados por el odio. Yo he decir que era librero y pude vender los libros que quise. Nunca tenía un Zafón o un Ken Follett. Eso en otras librerías como La Casa del Libro no pasa. Te dicen ‘hay que vender’, y ya está. Por eso, si se pone en contexto, La Central está mejor que otros sitios”.

Precisamente, el caso de La Central destapa que el trabajo en las librerías de grandes cadenas no parece tan idílico como le puede sugerir al lector que entra en ellas y se deja seducir por sus estanterías y secciones. “He hablado con otros compañeros que trabajan en La Casa del Libro o en la Fnac y sus condiciones laborales no son suficientes. Están todos muy quemados. Lo que hay que plantearse es cómo funcionan las librerías. Hay convenios y no se cumplen”, admite uno de los extrabajadores consultados. Y pone algunos ejemplos: “Suele ocurrir con La Noche de los Libros. Trabajas esa noche y no te la pagan”.

Puede, por tanto, que este hecho abra la veda en un sector que hasta la fecha se había mantenido callado.

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