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La maldad en tiempos de internet en “Matar el tiempo”, de Antonio Hernández

La maldad en tiempos de internet en "Matar el tiempo", de Antonio Hernández

EFE

Madrid —

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Aitor Luna y Yon González son en “Matar el tiempo”, un thriller psicológico que llega hoy a las pantallas, dos psicópatas a los que las nuevas tecnologías ponen en “rincones impensados”, tanto espaciales como mentales, y provocan la reflexión sobre la maldad en los tiempos de internet.

Para su director, Antonio Hernández, no hay mejor forma de “matar el tiempo” que hacer cine, pero la idea de la película, precisa en declaraciones a Efe, es poner en evidencia que “la libertad absoluta que permite la red” es también “un control absoluto” y aconseja “tapar siempre” la webcam del ordenador cuando se navega.

“Matar el tiempo” empieza con dos americanos que están de viaje en Madrid para cerrar una operación de negocios.

Uno de ellos, Robert Walton (Ben Temple), decide “matar el tiempo” de una manera “bastante común en la actualidad”: “buscando en internet un 'amor contratado' para encontrar un refugio a sus frustraciones”, describe Hernández.

Pero Walton comenzará un viaje “dantesco” por un “submundo mafioso” que trafica con órganos y en el que Yon González y Aitor Luna interpretarán a dos psicópatas, Boris y Diego, que reclaman a la prostituta contratada por el americano, Sara (Esther Méndez), la entrega de su hijo por “deudas” con la mafia.

La única “tabla de salvación” de Sara es la cámara del ordenador que la mantiene en continuo contacto con Walton.

“Hacer de Robert H.Walton fue como un juego de ajedrez: qué sabe, qué no sabe, cómo lo sabe, en qué momento... Todo un puzzle, y necesitaba volver constantemente a Antonio que tenía clarísimo como era”, confiesa Temple a Efe.

Diego y Boris han secuestrado a Sara sin saber que están siendo continuamente observados: “hemos abierto todos las persianas de nuestras ventanas que antes eran discretas, creemos que para ver a los demás, pero la realidad es que nos están viendo a nosotros”, apunta Hernández.

“Uno puede estar en su casa, en el lugar más oscuro o más luminoso, pero a través de esa pantallita se llega a todos los rincones, de forma que cualquier enfermo en un momento dado puede acceder a cualquiera”, precisa Luna.

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