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El señor cangrejo gobierna en Europa

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.

Jordi Sebastià

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Algunos animales nos resultan tiernos, o crueles, porque proyectamos en ellos cualidades y comportamientos humanos. Por eso nos parece ridículo el cangrejo. Mientras con sus grandes pinzas parece desafiar a cualquiera que se le acerque, sin importarle el tamaño del enemigo, con sus patitas corre a toda velocidad hacia atrás en una vergonzosa retirada permanente. Nos recuerda al brabucón pendenciero que se pierde en amenazas que no llegan a ninguna parte y a las que no podemos tomar en serio.

La actitud que ha tomado la Comisión Europea presidida por el señor Juncker parece imitar la estrategia del cangrejo. En el último pleno del Parlamento Europeo, el presidente Juncker, junto al vicepresidente Timmermans presentaron el plan de trabajo de la Comisión, y nuestros peores temores se confirmaron. A las grandes declaraciones sobre la necesidad de invertir, de apostar por la creación de empleo, de acabar con la política de austeridad y de reforzar Europa, siguieron las propuestas concretas de invertir sólo 21.000 millones de Euros -que ya estaban presupuestados anteriormente-, de continuar con las “reformas estructurales necesarias para seguir siendo competitivos” y de retirar las normativas europeas que no son realistas y que sólo constituyen una traba para, de nuevo, la competitividad de nuestras empresas. ¿Qué normativas? Pues, por ejemplo, la que apostaba por exigir una calidad del aire saludable en toda Europa y por tanto penalizaba las actividades contaminantes, o la de baja maternal, que exigía un tiempo mínimo para padres y madres, con salario pleno, para poder disfrutar con tranquilidad de la llegada de un hijo sin por ello perder su puesto de trabajo.

Mientras Juncker balancea las pinzas y alardea de la nueva Europa fuerte y unida a la que quiere dirigirnos, Timmermans se apresura a seguir las presiones de empresarios descontentos con las “feroces” normativas ambientales y sociales que implican una pérdida de beneficios, y de los estados que no quieren que Europa les quite un ápice de su poder y que sólo ven la Unión Europea como una discreta organización que garantice la tranquilidad de mercados y multinacionales. La Comisión Europea corre a toda velocidad hacia atrás, renunciando a reforzar Europa, a ir más allá de una mera organización comercial. En una súbita conversión al anarquismo de boquilla, Juncker proclama que no hay que hacer tantas normativas ni regulaciones, que lo que Europa necesita es agilidad, flexibilidad y no más legislación.

Era de esperar que la Gran Coalición europea formada por liberales, socialistas y populares apostara por un camino así: continuar con el que había. Pero no hacía ninguna falta que el señor Juncker nos intentara engañar con frases en las que parecía haber comprendido algo de las necesidades y sufrimientos de gran parte de la población europea como–y cito textualmente-: “el dinero necesario para la educación y la sanidad no debe perderse en el pago de la deuda”.

Mientras los pacientes de hepatitis C ven como el dinero necesario para su curación se invierte en otros menesteres y gran parte se pierde en el pago de esa deuda convertido en dogma de fe incuestionable, las palabras de Juncker resultan especialmente crueles. Pero a Europa eso no parece preocuparle, como tampoco le ha preocupado que el gobierno del PP haya institucionalizado la corrupción y el asalto sistemático de las arcas públicas, o que ese mismo gobierno se burle de las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que condena su legislación hipotecaria por atacar los derechos fundamentales; lo que preocupa es una posible victoria de Syriza en Grecia… porque se atreve a hablar de la deuda, la sacrosanta e intocable deuda.

Este cangrejo ya no resulta cómico, no hace ninguna gracia escuchar sus bravuconadas y comprobar la velocidad con que sus pasos van en dirección contraria, desmantelando normativas sociales y ambientales que habían sido consensuadas por el Parlamento Europeo y olvidando que la pobreza se ha instalado en muchos hogares del continente, y eliminarla debería ser su objetivo principal. Así van las cosas en esa Unión Europea que todavía está muy lejos de ser nuestra.

Este artículo ha sido originalmente publicado en el Euroblog de eldiario.es

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