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Cómo financió Estados Unidos la dictadura del 'Pinochet africano'

El 19 de junio de 1987, Habré y Reagan se entrevistaron en la Casa Blanca / PImagen cedida por Ronald Reagan Library

Michael Bronner

Reportaje publicado en Foreign Policy —

Poco antes de que Ronald Reagan fuera elegido presidente de los Estados Unidos, unas 4.000 tropas libias habían invadido el Chad, sumido en una guerra civil. El país era la plataforma de lanzamiento perfecta para el proyecto panafricano con el que soñaba Muamar el Gadafi. La respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar. En secreto, el presidente Reagan decidió, con el beneplácito de la CIA, financiar a Habré para terminar con los planes expansionistas de Gadafi. El primer paso: poner al líder guerrillero en el palacio presidencial.

El responsable de la CIA en Jartum, francoparlante, realizó el primer acercamiento al reunirse con Hissène Habré, quien luego se convertiría en dictador del Chad de 1982 a 1990, y sus consejeros en Sudán. Poco después, las armas y el dinero llegaban al campamento rebelde de Habré en la frontera entre el Chad y Sudán. La CIA enviaba los suministros a Jartum a través de sus aliados regionales y, después, la inteligencia sudanesa, buen aliado de la CIA, los transportaba en tren hasta Nyala, antiguo Cuartel General de la administración británica en Darfur, donde Habré los recogía y transportaba al otro lado de la frontera.

Apenas se tuvo en consideración la posibilidad de que esta asistencia pudiera usarse contra la población chadiana. “Si se le dio poca importancia a las cuestiones relacionadas con los derechos humanos fue por tres razones”, explica por e-mail un antiguo agente de la inteligencia estadounidense que trabajó con Habré: “primero queríamos expulsar a los libios y Habré era el único instrumento fiable a nuestra disposición, segundo, los informes sobre Habré estaban únicamente manchados por el secuestro (el Asunto Claustre), que decidimos pasar por alto y tercero, Habré era un buen combatiente que no necesitaba entrenamiento, así que lo único que teníamos que hacer era suministrarle el material bélico”.

El 7 de junio de 1982, Habré y 2000 hombres bajo su mando se abrieron paso por la fuerza hasta Yamena, donde proclamaron la “Tercera República” del Chad. Desde el principio, el dictador consolidó su poder por medio de la fuerza: ejecutó a prisioneros de guerra de facciones rivales, capturó y asesinó a opositores políticos y reprimió a los civiles sospechosos de haber apoyado a sus oponentes. Oueddei huyó a Libia, donde Gadafi entrenó y rearmó a sus tropas. En respuesta, Estados Unidos comenzó a enviar StarLifters C-41 al Chad para armar a Habré ante la inminencia de la guerra contra Libia.

En primera línea se encontraba un espabilado joven funcionario llamado Charles Duelfer, quizá más conocido por su labor en el grupo que investigó los fallos de la inteligencia estadounidense en Iraq relacionados con las armas de destrucción masiva de Sadam Husein. Al principio de los 80 ya había creado una buena red de contactos en Langley (sede de la CIA) y había participado en proyectos que le habían valido la expulsión del departamento. Colaborar con las tropas de Habré era la misión perfecta.

“Me llamaban 'Charlie Chad”, cuenta Duelfer. En 1982 le destinaron a la Oficina Político-Militar del Departamento de Estado, “un pequeño Pentágono y CIA dentro del Departamento de Estado”, según sus palabras, donde trabajó con Chester Crocker, influyente vicesecretario de Reagan para asuntos africanos. Su primera tarea con respecto al Chad consistía en entablar amistad con un contacto de la CIA para pedir, tomar prestado y robar todo el material de guerra que fuera posible para enviárselo a Habré. “Había muchas cosas de gran utilidad, algunas de las cuales habían sido producidas en Estados Unidos, aunque la mayoría provenía de otros lugares”, afirma Duelfer.

“El RPG-7 es fantástico: apuntar y disparar, coser y cantar. Pero no podíamos sacarlos del Pentágono. Hay que utilizar otros medios. Usa la imaginación.” Su contacto en la CIA, un veterano de Vietnam algo mayor que él, arreglaba compras de armas con el Pacto de Varsovia a través de la inteligencia egipcia y sudanesa.

Con la colaboración de James Bishop, hábil segundo de Crocker experto en asuntos africanos, Duelfer esquilmó las existencias del Pentágono al amparo del párrafo 506-A de la Ley de Asistencia a Países Extranjeros, que autorizaba envío de “material de emergencia”. “Al Pentágono no le hacía nada de gracia. Robábamos rifles de 106 milímetros sin retroceso (cualquier cosa nos servía), los enviábamos en avión y le pasábamos la factura al Pentágono”, declara Duelfer. Su primer gran envío, que partió desde la base aérea de Dover, incluía 10 jeeps con rifles escondidos en la carrocería, munición altamente explosiva y flechettes. La gestión de Bishop para enviar material de emergencia a Habré fue tan efectiva que su equipo le regaló una maqueta de un helicóptero C-141 con “506-A” serigrafiado en la cola.

“En los primeros años del gobierno de Reagan hubo momentos en los que el aeropuerto de Yamena parecía el de Rhein-Main”, declara John Propst Blane, embajador estadounidense en el Chad de 1985 a 1988, en referencia a la enorme base aérea de la República Federal Alemana durante la Guerra Fría. “Es decir, había aviones C-5 y C-141 aparcados en las pistas de aquel aeropuerto. Habíamos montado un puente aéreo de agárrate y no te menees”, recuerda en una declaración grabada de la diplomacia estadounidense.

La primera crisis militar seria para Habré estalló en el verano de 1983, cuando las fuerzas de Oueddei, con apoyo libio, lanzaron una ofensiva en el norte de Chad y capturaron el enclave de Faya-Largeau, ciudad natal de Habré. Gadafi envió paramilitares libios y aviones de su fuerza aérea atacaron las posiciones de Habré. “Sólo le vi [a Habré] perder el control una vez o dos”, declara Peter Moffat, quien vivió tres años y medio en el Chad, primero como diplomático y luego como embajador. Esa vez, afirma, fue la única que vio a Habré con temor.

En respuesta, el negocio de Duelfer, Bishop y Crocker facturó un envío encubierto que incluía 30 misiles portátiles tierra-aire Redeye. Además, instructores estadounidenses se desplazaron al Chad para entrenar a las tropas de Habré. Dos aviones de vigilancia AWACS, varios F-15 y un avión de transporte, además de un contingente de personal de apoyo estadounidense de 600 personas llegaron a Sudán para contribuir a la contraofensiva de Habré. Reagan aprobó una ayuda de emergencia pública de 25 millones de dólares y envió en secreto a un diplomático estadounidense a París para lograr que el presidente Mitterrand apoyase a Habré.

Mientras tanto, un antiguo operativo de la CIA en Nigeria se entrevistó con un contacto de la inteligencia local y le solicitó dinero para adquirir un par de docenas de camionetas Toyota Hilux, que se enviaron en secreto a la gente de Habré. Las camionetas de la CIA, llenos de metralletas pesadas de 12,7 milímetros, fueron decisivos en la guerra contra los libios.

Zakaria, que me pidió que usase sólo su nombre de pila, se alistó con 21 años en las tropas de Oueddei en Faya-Largeau. Me contó que recuerda los Toyota a la perfección: se abalanzaron desde el norte a una velocidad endiablada. Los soldados de Habré desencadenaron tal tormenta de fuego que el pánico cundió en las filas rebeldes. Al mismo tiempo, una segunda columna de Habré atacaba desde el sur, anticipándose (y diezmando) a la columna rebelde de refuerzo. La Agencia de Inteligencia de Defensa estadounidense había mostrado a Habré “dibujos” (ilustraciones basadas en imágenes aéreas) con las posiciones del enemigo antes del ataque. Los soldados de Oueddei no tuvieron ninguna oportunidad.

Para celebrar la victoria, las fuerzas de Habré ataron a sus enemigos a los parachoques de los Toyota y los arrastraron por todo el desierto, afirma Zakaria. Habré apareció ataviado con un uniforme militar y ordenó a los prisioneros de determinadas ciudades (estaban divididos por tribus) que se pusieran en pie. Zakaria estaba malherido y no pudo levantarse, hecho que le salvó la vida: subieron a unos 150 rebeldes en camionetas y los condujeron a la muerte en medio del desierto.

Sin embargo, una semana después de la victoria de Habré en Faya-Largeau, Gadafi envió a tropas regulares al combate, hecho que intensificaba el conflicto. Los cazas libios bombardearon a las fuerzas de Habré y las fuerzas de Oueddei, con apoyo directo de los libios, reconquistaron Faya-Largeau e iniciaron la ocupación del norte del Chad. Finalmente París decidió intervenir y desplegó 3.000 paracaidistas que establecieron una línea en el paralelo 16, a unos 300 kilómetros del norte de Yamena. A pesar de ello, los libios permanecieron en el país durante años.

Por su parte, Zakaria pasó los siguientes cuatro años y medio en la terrible prisión de Maison d'Arrêt. A sus 50 años, apareció en octubre de 2012 vestido con un turbante blanco y una larga túnica del desierto en el patio de un grupo de defensores de los derechos humanos fundado por la abogada chadiana Delphine Djiraibe para ofrecer su testimonio. Reed Brody y el abogado francés Olivier Bercault, su colega clave en la preparacionn del caso contra Habré, le entrevistaron durante varias horas en las que describió los hechos acaecidos en Faya-Largeau, el papel de Habré en las ejecuciones de prisioneros de guerra y, por supuesto, los horrores de la prisión. “Estoy deseando testificar contra Hissène Habré”, me contaba Zakaria ese día. “Quiero decirle a la cara todo lo que les he contado a ustedes.”

2000: la primera imputación

“Al principio del caso Habré todo eran buenas noticias”, recuerda Brody, entre risas, tras 14 largos años de caso. En el transcurso de enero a febrero de 2000, Brody y sus colegas abrieron el primer procedimiento contra Habré en Senegal, lo que significaba la primera imputación e interrogación de Habré, hecho del que se haría eco la prensa de todo el mundo.

La mayor preocupación del equipo cuando preparaban la apertura del proceso era evitar que Habré sospechase. “Cuando comenzamos no sabíamos exactamente quién era quién, ni quién podía poner a Habré sobre aviso”, explica Brody. “Temíamos que tratase de escapar de Senegal.” En enero, Brody, que residía en Nueva York, y su equipo en Yamena y Dakar, intercambiaron incontables llamadas y correos electrónicos en código para “llevar a curas griegos a la fiesta de aniversario de un cardenal en Roma”, donde “Grecia” era el Chad, “los curas”, un grupo de víctimas del régimen de Habré, “Roma” era Dakar y el “cardenal” era el propio Habré. La “fiesta de aniversario” era la denuncia con la que las víctimas iban a acusar formalmente a Habré de “tortura, actos de barbarie y crímenes de lesa humanidad”.

Los testimonios de las víctimas, recogidos por Souleymane Guengueng (sobrevivió a tres de las prisiones de Habré y recogió 792 testimonios de otros prisioneros) y extraídos del Chad ocultos en el equipaje de Nicolas Seutin, componían el cuerpo documental de la querella. Guengueng y otros seis supervivientes (que representan las complejas divisiones tribales entre musulmanes y cristianos, norte y sur, y en especial los grupos étnicos castigados por Habré) viajaron con el equipo a Senegal para estar a disposición del juez en caso de que éste requiriera su testimonio. Fue necesario emitir invitaciones falsas a un seminario en Dakar para que los chadianos no tuviesen problemas para obtener permisos de viaje.

El equipo se reunió en un descascarillado hotel de Dakar. El día antes de la vista, Guengueng llamó a la puerta de Brody. “Alto y delgado, con la cara dominada por unas gafas de culo de botella, rezumaba una firme determinación”, escribe Brody en un relato inédito de primera mano que compartió conmigo. “Comprendí que estábamos más cerca de alcanzar su mayor deseo: llevar a Hissène Habré ante la justicia. Me contó que estaba en esto ”hasta el final“, y me preguntó si yo también lo estaba. Respondí que era un privilegio trabajar con alguien como él y que haría todo lo que estuviese en mis manos.”

El procedimiento se inició el 26 de enero. Dos días después, el magistrado que llevaba la investigación llamó a declarar a los chadianos en una sesión a puerta cerrada. A las puertas del juzgado, numerosos periodistas, convocados por Brody, esperaban ansiosos la salida de los testigos y el caso generó titulares en la prensa de toda África.

Cuatro días después, el juez imputó a Habré y como medida preventiva le aplicó arresto domiciliario temporal. Un editorial de The New York Times, “An African Pinochet” (El Pinochet africano), celebraba “un nuevo avance en la evolución del Derecho Penal Internacional”.

Justo después de que el equipo presentara los cargos, el embajador francés en Senegal ofreció asilo temporal en París a los testigos chadianos, convencido de que corrían grave peligro si volvían a casa. Toda la atención se centró en Guengueng, que se tomó una pausa antes de empezar a hablar.

“Antes de venir a Dakar a iniciar este procedimiento, decidí que estaba dispuesto a morir”, declaró al extasiado diplomático francés. “Volveré al Chad mañana y si me matan cuando baje del avión, moriré como un héroe”.

Pero Guengueng no murió. Human Rights Watch le concedió un galardón de unos 10000 dólares y le llevó a Estados Unidos para recaudar fondos para su causa. El humilde contable chadiano fue agasajado por Samuel L. Jackson, Joan Baez y Nancy Pelosi en los círculos intelectuales de Nueva York y California. Guengueng también se dirigió a 1000 simpatizantes en la Catedral de San Juan el Divino en Nueva York, siempre escoltado por Brody. Su historia logró un amplio apoyo para el caso.

Durante el viaje, Brody contactó con el Programa para Supervivientes de Tortura de Bellevue/NYU, que sufragó los gastos de la cirugía para tratar las cataratas que sufría Guengueng. Durante los meses que duró su tratamiento Guengueng vivió con la familia de Brody en Brooklyn y, en palabras del propio Brody, pronto no había quien le tosiera jugando al Monopoly. Incluso montó en trineo con Zac, hijo de Brody, en la primera vez que veía la nieve. Guengueng volvió al Chad centrado en un caso que se había convertido en el motivo de su vida.

1987: victoria en el desierto

En la nublada mañana inglesa del 14 de abril de 1986, una flota de 58 aviones estadounidenses despegó de cuatro bases británicas en dirección sur. Horas más tarde, cuando el ejército de bombarderos, aviones furtivos y aviones cisterna cruzaba el Mediterráneo en silencio a excepción de algunos controles rutinarios por radio, dos transportadores estadounidenses lanzaron cazas a la oscuridad de la noche.

Los aviones furtivos atacaron primero, a la 1:50 de la mañana (hora de Trípoli), con un estruendo que desafiaba la sofisticada red de defensa aérea de Gadafi. Luego, un grupo de cazas lanzó un bombardeo con misiles HARM y Shrike. Durante más de 12 minutos, los bombarderos estadounidenses atacaron el campo aéreo de Trípoli, la academia naval libia y el complejo del Bab el-Azizia, donde Gadafi residía con su mujer e hijos. Al mismo tiempo, 12 cazas se cernían sobre Bengasi y Benina, y destruían cuarteles militares y un aeródromo. En esos ataques perdieron la vida unos 37 libios, civiles incluidos, además de dos capitanes de la fuerza aérea de Estados Unidos cuyo bombardero F-111 había sido derribado.

Esta operación militar respondía al ataque terrorista a una discoteca de Berlín Oeste que se había cobrado la vida de dos funcionarios estadounidenses una semana antes. La autoría del ataque se atribuyó a Gadafi, ya que se interceptaron unos télex en los que Trípoli felicitaba a unos agentes libios al otro lado del muro por su trabajo. En realidad, el ataque representaba la firme intención del gobierno de Reagan de contraatacar tras la oleada de ataques terroristas a principios de los 80 que le había situado en una posición de debilidad, algo que él había criticado al gobierno de Carter.

La operación Eldorado Canyon, como fue bautizado el ataque, fue devastadora. Sin embargo, Habré, señor de la guerra de Reagan, aniquilaría a un número 200 veces mayor de tropas libias y exigiría 1500 millones de dólares de equipamiento militar libio como contraprestación. Esta guerra se desarrolló con medios tan precarios que la última fase del conflicto entre Chad y Libia se conoce como “Guerra Toyota”.

La prolongada ocupación libia del norte del Chad humillaba tanto a Habré como el terrorismo de Gadafi a Reagan. Unas 10000 tropas libias controlaban enormes extensiones del país y, en 1986, un grupo de rebeldes apoyados por el gobierno libio avanzaban hacia la capital, violando el paralelo 16. La fuerza aérea libia realizaba incursiones desde la Franja de Aouzou, en terreno chadiano conquistado en el norte del país, y había construido una amenazante base aérea en el puesto fronterizo chadiano de Wadi Doum.

En respuesta, Francia, que había retirado las tropas del paralelo tras un pacto con Gadafi en 1984, envió un nuevo contingente defensivo de aviones de combate, fuerzas especiales y mil tropas; una presencia que resultaron cruciales en las operaciones francesas en Mali. Los franceses lanzaron un breve bombardeo sobre Wadi Doum, se refugiaron y aconsejaron a Habré que hiciera lo mismo por temor a que Gadafi se viera tentado de tomar Yamena.

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Traducido por José Cardona y Carlos Pfretzschner.

Michael Bronner es periodista, guionista y director de cine. Recientemente ha producido Captain Phillips. Este artículo fue encargado en colaboración con el Fondo de Investigación del Instituto de la Nación con la colaboración de la Fundación Puffin.

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