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El lado más amargo de una tableta de chocolate

La organización Maquita Cuschuchunchic de Ecuador es una organización de comercio justo que produce cacao. Foto: IDEAS

Ana Requena Aguilar

Madrid —

Cada día se venden miles de tabletas de chocolate, de tazas de cacao humeante, de tarrinas de helado o de bollos y pasteles con chocolate. La realidad que hay detrás de estos dulces no es, sin embargo, tan agradable como su sabor. Cinco grandes firmas están detrás de más del 60% de las ventas de chocolate en el mundo y sus productores reciben unos ingresos por su trabajo que los sitúan por debajo del umbral de la pobreza, según el último informe de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

Las ventas de chocolate (sin contar los productos derivados, el valor de los terrenos o la distribución del grano) suponen 100.000 millones de dólares al año. Si fuesen un país, serían la 60º economía mundial, por encima del PIB de Túnez, Bulgaria o Croacia. La riqueza que genera apenas repercute entre las personas que cultivan el cacao.

“Se suele estimar que el precio que se paga por el cacao incluido en una tableta de chocolate apenas representa el 10% del precio final de esta. Pero las y los cacaocultores perciben incluso menos: apenas entre el 3% y el 6% final de cada chocolatina. Hace unas décadas ese porcentaje ascendía al 16%. Desde entonces no ha hecho más que caer, mientras aumentaba el trozo del pastel que reciben las empresas manufatureras y distribuidoras que ocupan los últimos eslabones de la cadena comercial”, denuncia la Coordinadora.

El 82% de la cosecha mundial de cacao procede de Costa de Marfil, Ghana, Indonesia, Nigeria y Camerún. Al mismo tiempo, el 90% de la producción corresponde a pequeñas granjas: “Pequeños productores que rara vez prueban el chocolate que se elabora con el cacao que cosechan con sus manos en condiciones especialmente duras, y cuya venta le genera unos ínfimos ingresos que les sitúan muy por debajo del umbral de la pobreza”, dice el informe.

Por ejemplo, en Ghana un agricultor de cacao vive con menos de la mitad de los ingresos que se consideran necesarios para salir del umbral de pobreza extrema. Y en Costa de Marfil, los cacaocultores necesitarían ingresar 16 veces más por su cosecha de lo que ahora lo hacen para salir de la pobreza.

Mercado cautivo

¿El problema? Los intermediarios y la especulación con las materias primas. Si algo caracteriza a los eslabones intermedios de la cadena de producción del cacao es su alta concentración: las cinco principales firmas de la industria chocolatera (Mars, Mondelez-Kraft, Nestlé, Hershey y Ferrero) dominan el mercado. Además, siete grinders (empresas que muelen el grano de cacao) controlan el 76% de la industria de productos semielaborados de cacao del mundo, y son estas empresas las que compran los granos a las productoras. “Los volúmenes de compra de estas empresas les confieren un enorme poder de negociación sobre los productores de cacao, inclinando a su favor la balanza del reparto de los beneficios que genera esta actividad”, señala el informe.

Por otro lado, el precio del cacao depende de las fluctuaciones de los mercados internacionales. Las materias primas cotizan fundamentalmente en dos mercados -la bolsa de Londres y la de Nueva York- y su cotización cambia a diario. Fondos de inversión, de pensiones o fondos de bancos privados sin ningún tipo de vínculo con la producción pueden comprar y vender contratos de cosechas, incluso a futuro, es decir, sin que el producto esté todavía plantado pero se especula con su precio en función de razones meteorológicas o de previsiones de demanda.

La alternativa justa

El cacao de comercio justo representa actualmente poco más del 1% de la producción mundial, una cifra pequeña pero que ha ido en aumento. “Se trata de una producción cultivada por trabajadores que han recibido un salario digno, el mismo ellos y ellas por la misma tarea, en los que no ha habido explotación infantil y que ha sido respetuosa con el medio ambiente”, subraya la Coordinadora de Comercio Justo.

El informe alerta, además, de que algunas certificaciones internacionales no aseguran que las condiciones de las personas productoras son justas. Es el caso de los sellos sostenibles Rainforest Alliance Utz Certified, muy extendidos en el mercado. “Su foco se centra en la sostenibilidad y en el aumento de la productividad de las plantaciones. Responden, pues, a la estrategia actual de la industria chocolatera. Los primeros análisis han criticado su escaso efecto en las condiciones de vida de las y los productores”, destacan. La Coordinadora reivindica el sello Fairtrade como garante de que los productos son realmente de comercio justo.

En España, el cacao es el producto de comercio justo más vendido después del café y el azúcar. Los dulces, muchos de los cuales contienen cacao, son el grupo de productos de comercio justo que más está creciendo en el mercado actual: ya representa el 40% de todas las ventas.

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