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Ven a la Escuela de Calor

Potenciar el uso de tecnología en las aulas, objetivo acuerdo BQ y Makeblock

José Juan González Gómez, profesor de Matemáticas

En Extremadura, de toda la vida los meses de mayo y junio han venido salpicados por olas de calor, por ese abrupto cambio de temperaturas que conjugaban el sabio dicho “hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo” con estos días de verdadera asfixia para todo bicho viviente. Lo que nadie me podrá negar es que este calor que estamos padeciendo es cada año peor, asociado a una escasez de lluvias patente y con una reducción drástica de la humedad, lo que se traduce en un cóctel propicio para evitar cualquier actividad prescindible, y más si se trata de niños. Cada vez tengo más claro que el cambio climático también nos afectará educativamente hablando.

Pues he aquí que, gran parte de la sufrida comunidad educativa –alumnos, asociaciones de padres y profesores- han elevado las correspondientes quejas a las autoridades educativas de nuestra región, rogando más que pidiendo, que se racionalice el horario escolar directo, con el fin de que el alumnado no sufra este ardorosa pena de tener que estudiar sujeto a una nueva variable doliente o temperatura infernal.

Aunque algunos ya se han apresurado a decir que de toda la vida hemos sufrido este calor en mayo y junio, y esto no es motivo para variar el sagrado horario, yo voy a darles una serie de argumentos que desmontarán esta creencia basada en un interés extraeducativo más que otra cosa. No hemos aborrecido el lema “la letra con sangre entra” para pasar a otro más suave que diga “lo que hemos de sufrir para aprender”. Primeramente, hasta que en nuestro Sistema Educativo se eliminó la “jornada partida” de mañana y tarde en primaria, las clases terminaban a la que llamamos una de la tarde P.M.; y en el mes de Junio se eliminaban las tardes por la canícula.

Una vez implantada la “jornada continuada”, a partir de 2000 con la asunción de las competencias educativas por nuestra comunidad autónoma, no se respetó esa reducción horaria que permitía a los alumnos salir una hora antes, quedando hasta el final de curso el horario al completo, con un diseño integrado con actividades formativas complementarias por la tarde. Este fue uno de los errores iniciales en la implantación de este modelo, que durante todo el curso es muy positivo, salvo en estos últimos meses. Por tanto, la Consejería de Educación y Empleo deberá analizar con detalle esta posible reducción de horario para el alumnado –que no para el profesorado- atendiendo a criterios pedagógicos y de salud infantil. No se pide nada nuevo, sino volver a aquello que se quitó en su momento sin que nadie pensara en las consecuencias, y que está basado en toda lógica. Por supuesto, de llevarse a cabo sería también preciso aplicarlo también en las etapas obligatorias de la educación secundaria, pues aún si cabe sus edificios son más defectuosos e inapropiados para estas fechas.

La mayoría de las madres y padres entienden esta medida, es más, la están pidiendo a gritos bajo el lema “que los alumnos se vayan a los despachos y ellos vengan a las clases”. Nadie puede ser feliz viendo como nuestros hijos sufren el exceso de calor en nuestras aulas, que no están acondicionadas para soportar estas altas temperaturas. Y todos sabemos que para que exista un mínimo rendimiento intelectual es preciso que las variables ambientales generen un clima de bienestar previo al aprendizaje, que en este caso no se da y es inapropiado. Estamos viendo estos días como nuestros maestros y profesores refrescan los rostros de los alumnos con vaporizadores, o los llevan a los patios pues se marean en las propias aulas. No puede haber, por tanto, calidad educativa con cuarenta grados a la sombra.

La Consejería de Educación y Empleo ha permitido a los centros educativos que, en función de sus circunstancias, organicen el desarrollo de las clases pero dentro del horario establecido, para amortiguar los efectos de las altas temperaturas de estos días. Otra posibilidad sería la de comenzar las clases antes, una vez realizado el cambio de hora oficial, para terminar también antes; incluso esta posibilidad podría generar un ahorro pues si entrasen los alumnos antes no serían necesarias las aulas matinales en los últimos meses. Recordemos que en la antigua Roma a partir del s. II a.C., la jornada escolar empezaba desde el alba, aun en pleno invierno, la mayoría de niños y niñas acudía a la escuela del litterator, desde los siete a los once años, o del grammaticus, desde los once o doce años hasta los dieciséis o diecisiete

No obstante, son muchos años ya los que lleva ocurriendo este problema para que en ningún momento se hayan planteado alternativas que minimicen el mismo. Una de ellas podría ser la climatización de las aulas, lo cual también podría repercutir en un ahorro en gasoil de la calefacción, aunque aumentaría el eléctrico. Desde luego ordenadores hay ya muchos, y PDI, quizá para el próximo programa operativo de la Unión Europea nuestra comunidad deba pedir fondos para comprar aires acondicionados, si seguimos así. Y si ninguna comunidad autónoma dispone de estos aparatos en centros educativos, en la nuestra estarían totalmente justificados en algunos casos, sobre todo en las plantas altas de los edificios.

Finalmente, hay que recordar que cuando se construyeron muchos de nuestros modernos centros, los arquitectos aplicaron ideas muy innovadoras para utilizar el máximo de luz, con amplios ventanales, techos luminosos, pero sin pensar en que ahora mismo podríamos freír un huevo en ellos sin mucha dificultad. Por otra parte, habrá que ver cómo adaptar los contratos externos a los centros, como los comedores escolares y de transporte, si se produce esta reducción horaria; pero esta cuestión nunca puede ser óbice para desatender el interés superior del menor y la calidad educativa.

Mientras tanto, y hasta que tomen las decisiones para el curso próximo, sean ustedes bienvenidos a la “Escuela de Calor”, como cantaba Radio Futura, que ardan las aulas al sol de poniente.

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