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Pegida, un ovni político en Alemania

Miles de personas participan en la manifiestación de Legida, el equivalente local del movimiento Pegida, en Leipzig, Alemania.

Salvador Martínez Mas

Berlín —

Lutz Bachmann consiguió poner al movimiento Pegida en los medios de todo el mundo cuando apareció una foto suya en la que estaba caracterizado como Adolf Hitler, con su peinado y bigote característicos. Pero que este dueño de una pequeña agencia de fotografía y publicidad de la localidad Kesselsdorf, situada a un cuarto de hora en coche de Dresde, tuviera que presentar la dimisión no acarreará cambios profundos para estos autoproclamados “patriotas europeos”.

Bachmann, de 41 años, fue necesario para organizar a través de Facebook las primeras movilizaciones contra lo que él y los suyos consideran “la islamización de Europa”. Ahora Pegida anda por sí solo, tras haber sabido servirse de muchas preocupaciones del sector más reaccionario de la sociedad germana.

En las manifestaciones de Pegida, que comenzaron con apenas 350 personas reunidas en la capital sajona el 20 de octubre, lo que se ve es “gente con miedo a los extranjeros y a otras religiones”, comenta a eldiario.es Patrick Wöhrle, sociólogo de la Universidad de Dresde. “Yo diría que Pegida todavía no es un movimiento, es demasiado heterogéneo, más que nada es un acuerdo alcanzado por muchas personas para realizar manifestaciones, como ocurrió durante un tiempo frente a Silvio Berlusconi en Italia”, apunta Karl-Siegbert Rehberg, también sociólogo en la Universidad de Dresde.

Pegida no tiene en el punto de mira a una persona en concreto. Más bien está apuntando al colectivo de inmigrantes musulmanes presentes en Alemania. “En las manifestaciones de Pegida se cree que la supuesta islamización de Europa pone en peligro la existencia de los europeos y por eso hay que luchar contra un mundo musulmán concebido de modo en que entran en el mismo grupo los musulmanes que viven en Dresde y los terroristas de Siria”, explica Hajo Funke, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. Según él, ideológicamente, el mensaje de Pegida se puede resumir rápida y categóricamente: “Sandeces”.

Por mucho que puedan calificarse de despropósitos cuanto se afirma desde Pegida hasta 25.000 personas se manifestaron el 12 de enero en Dresde en la que hasta ahora ha sido la mayor demostración de capacidad de convocatoria de estos “patriotas europeos”. Sin duda, una cifra así era algo que no se podían imaginar Bachmann y compañía en octubre. Inicialmente, los organizadores de aquella primera movilización “pensaron que iba a ser más una manifestación lúdica”, pero “luego tuvieron más éxito del que podían haberse imaginado”, comenta a eldiario.es Ulrich Wolf, reportero del Sächsische Zeitung, el periódico con mayor difusión de la región de Dresde.

Propuestas muy heterogéneas

Wolf coincide con Funke y otros expertos al señalar que Pegida se encuentra ahora en su momento de mayor influencia. Pero quienes están siguiendo de cerca la evolución de ese grupo también apuntan que lo tiene difícil para ir a más. Su diversidad, por ejemplo, lastra a estos manifestantes a la hora de tomar una dirección política clara. De esa heterogeneidad hablan las propuestas que han venido haciendo hasta ahora. A saber, según resume Wolf, “una nueva ley de inmigración, la expulsión inmediata de extranjeros con antecedentes criminales, una política transparente de asilo político, prohibir la predicación religiosa del odio, más policía, más participación ciudadana a través de referendos y un apaciguamiento de las relaciones con Rusia”.

Estas reivindicaciones, defendidas por un colectivo tan diverso que lo forman desde militantes de extrema derecha a conservadores desencantados con el sistema o viejos comunistas aún enfurecidos por la conversión del comunismo al capitalismo, convierte a Pegida en un ovni de la política. Es un “objeto político no identificado”, según conviene en afirmar Wöhrle.

Además, Pegida, como fenómeno social, se presenta más bien circunscrito a Sajonia, y sobre todo a Dresde. “Por lo visto ni en Colonia, ni en Hamburgo, ni en Múnich, ni en Berlin hay mucha gente que se manifiesta como lo hace Pegida en Dresde”, expone Peter Matuschek, investigador en el instituto de estudios de opinión Forsa. “Pegida es muy específico de Sajonia, curiosamente una región en la que apenas hay extranjeros viviendo”, añade Matuschek.

Los estudios de Forsa y otras instituciones dedicadas a la demoscopia demuestran que Pegida está lejos de ser un movimiento con un seguimiento mayoritario en la población alemana. Ni siquiera es pensable que eso ocurra en lo que fue la comunista República Democrática de Alemania (RDA), donde la sociedad no tuvo tantas oportunidades como en la Alemania capitalista para entrar en contacto con otras culturas a través de la inmigración. “A la cultura política de la exRDA le falta haber aprendido algunas cosas, y también hay una mayor frustración por las cambios que supuso la unificación alemana y el paso del comunismo al capitalismo”, aclara Matuschek.

Pero pese a ser muy minoritario y a estar muy localizado, Pegida es un fenómeno que plantea un desafío político considerable. Por eso la clase política, en general, ha manifestado su rechazo. La canciller alemana, Angela Merkel, llegó a invitar en su mensaje de Año Nuevo a no participar en las manifestaciones de Pegida por haber en ellas “demasiados prejuicios” y “odio”. Por su parte, el vicecanciller del Gobierno, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, ha dicho estar orgulloso“ porque ”quienes juegan con esta ola de miedos y xenofobia no están hablando por la mayoría“.

En el espectro político, sólo el partido euroescéptico Alternativa para Alemania (AfD), presente en el Parlamento de Sajonia con 14 escaños, está asociándose con Pegida. Tanto es así que Wolf, el periodista del Sächsische Zeitung no excluye que “AfD esté jugando un papel importante dentro de Pegida”, aunque “entre bastidores”. Aun así, ni contando con el apoyo de AfD puede Pegida llevar sus reivindicaciones al Bundestag, Cámara Baja del Parlamento alemán, a la que no logró acceder AfD en las últimas elecciones generales. Por eso, si bien Pegida puede reivindicar como éxitos sus movilizaciones, ese “éxito sólo es algo regional”, sentencia Matuschek.

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