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“Sin una solución integral y justa para Siria, Daesh será cada vez más fuerte”

Niños formados en un centro escolar de Raqqa controlado por ISIS

Leila Nachawati

Durante la madrugada del 17 de noviembre, cazas franceses bombardearon distintos puntos de Raqqa, ciudad controlada por el llamado Estado Islámico en el norte de Siria. Era la tercera noche de ataques tras los atentados de París, donde 129 personas fueron asesinadas. El sonido de los aviones de combate era captado desde el terreno en vídeos difundidos desde la cuenta “Raqqa masacrada en silencio”, que informa desde 2013 de la vida en Raqqa, la sexta ciudad mayor de Siria (con 220.000 habitantes antes de la guerra), situada en la ribera norte del río Éufrates y hoy denominada “la capital de ISIS”.

La ciudad ha sufrido en los últimos años ataques franceses, rusos, estadounidenses, saudíes, jordanos, de los Emiratos y de la aviación siria, entre otros que resulta difícil precisar dado lo opaco de las operaciones y sus alianzas.

“Los aviones impactaron objetivos que ya habían sido abandonados por ISIS”, contaron los activistas a través de Twitter. “No ha habido víctimas civiles, pero tampoco es que los bombardeos que sufrimos desde hace meses se hayan cebado con ISIS. Todos sabemos cuáles son las bases realmente importantes, y en todo este tiempo que Rusia lleva bombardeando todavía no las ha atacado.”

Las bombas, que han dejado a la ciudad sin electricidad, caen sobre una ciudad devastada. “Los peores ataques han sido los rusos”, confirman los activistas. “Hace unos días destruyeron el hospital nacional y uno de los principales puentes de la ciudad. Ya no quedan hospitales en Raqqa.”

“La vida en Raqqa se ha vuelto inexistente”, explica a aldiario.es el escritor hispano-sirio Yassin Swehat, que creció en Raqqa y tiene allí a buena parte de su familia. “Los bombardeos se suman al sufrimiento de una población secuestrada por un lado por Daesh (ISIS) y por otro por los bombardeos de la aviación de Bashar al-Asad, que se venga de la ciudad, causando muertes de civiles casi a diario. Toda la zona está aislada, no hay red de telefonía móvil desde hace casi dos años y la red de teléfonos fijos sólo funciona dentro de la ciudad. Hace unos meses Daesh prohibió los servidores de internet por satélite y ahora sólo se puede acceder a internet en el interior de cibercafés controlados por el grupo.”

Una época dorada que no duró

Una época dorada que no duróDurante un breve período de tiempo, el actual bastión de ISIS fue un símbolo de la derrota de las fuerzas de Asad, tras las revueltas que se iniciaron en marzo de 2011. La unión de milicianos del Ejército Sirio Libre y el Frente de Al Nusra –vinculado a Al Qaeda–, entre otros, en una operación contra el Ejército sirio acabó con la victoria de los rebeldes y la caída de la estatua de Hafez al-Asad en la plaza principal de la ciudad. La ciudad se llenó de los colores de la bandera de la independencia siria (asumida como símbolo del levantamiento contra Bashar al-Asad) y de las oscuras de los grupos islamistas, que con el tiempo acabarían imponiéndose.

“Durante unos meses, Raqqa vivió una época dorada”, explica el periodista Ayman Salman en el portal SyriaUntold. “La ciudad se llenó de color, y cientos de jóvenes se embarcaron en proyectos de autogestión y de reconstrucción de la ciudad, para convertirla en un modelo para el resto de ciudades una vez liberadas de la dictadura”.

“Raqqa vivió entre marzo y julio de 2013 su propia primavera”, añade Swehat. “El régimen se había retirado, y las coordinadoras locales ya existentes se organizaron, junto con otras nuevas, en espacios de activismo y autogestión. Hubo teatro, música, cine, marchas por las calles y un sinfín de actividades. Las relaciones con las facciones armadas no eran idílicas, pero convivían. Hasta que Daesh se hizo con el control de la ciudad”.

El comienzo de la pesadilla

Con ISIS aprovechando el vacío de poder y tomando el control de Raqqa, la vida se volvió asfixiante para la población. Se sucedieron las ejecuciones sumarias de activistas, mujeres, homosexuales, cristianos y personas que profesasen cualquier orientación religiosa que no fuese la rigorista de inspiración wahabí del grupo.

“La gente trata de ser invisible para ellos, y seguir viviendo como pueden”, explica Swehat. “Las mujeres son víctimas por partida doble, ya que se impone el velo integral, y se les prohíbe moverse fuera de la ciudad, e incluso dentro de la ciudad, sin la compañía de un familiar directo”.

Entre las tácticas de consolidación y expansión de Daesh, está la confiscación de segundas viviendas para alojar a combatientes extranjeros y a sus familias. También se apropian de las casas de las familias que se ausentan durante unas semanas y de todas las viviendas de los considerados enemigos, en especial de las de activistas prorevolucionarios.

Para engrosar sus filas, recurren al reclutamiento forzoso, la misma práctica del régimen de Asad en las zonas bajo su control. El reclutamiento incluye, según fuentes locales, el adoctrinamiento de menores de 18 años.

En abril de 2014, jóvenes de la ciudad lanzaron la campaña “Raqqa está siendo masacrada en silencio” para alertar de los abusos de ISIS contra la población local. En respuesta a la campaña, ISIS secuestró y asesinó a doce jóvenes activistas, entre ellos el reconocido al-Mutazbillah Ibrahim. Desde entonces, y a pesar de las redadas de ISIS contra cualquier forma de disidencia, la resistencia de la población no ha cesado. Una población que ha dejado atrás el control del régimen de Asad y hoy se encuentra atrapada entre la dictadura de ISIS y los bombardeos que cada noche surcan los cielos de Raqqa.

¿Pueden los ataques de Francia acabar con ISIS? ¿Mitigan de algún modo el crecimiento del grupo? “Estas operaciones militares a golpe de titular no sirven para nada”, responde Swehat. “Ninguna operación militar por sí sola puede acabar con ISIS. La coalición lleva un año golpeando a Daesh cada vez más con más dureza, sin que deje de crecer. Si no se pone fin a la impunidad, a los bombardeos del régimen, al caos en Siria, Daesh seguirá creciendo, dentro y fuera del país. Sin una solución integral y justa para Siria, y también para Irak, que acabe con la dictadura, que promueva la formación de un Gobierno democrático, Daesh será cada vez más fuerte.”

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