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Opinión - Noticias que no interesan. Por Esther Palomera

The Guardian en español

La visita del papa trae optimismo a Ciudad Juárez, la ex capital mundial de los asesinatos

Un cartel sobre la visita del Papa Francisco en un autobús de Ciudad Juárez.

The Guardian

Rory Carroll - Ciudad Juárez —

Cuando el papa Francisco visite el crisol de drogas conocido como Ciudad Juárez, será recibido con calles recién pintadas, árboles recién plantados y unas vallas publicitarias de color rosa que proclaman que “Juárez es amor” y que están “orgullosos de Juárez”.

La ciudad fronteriza no ha escatimado esfuerzos para recibir al papa el próximo 17 de febrero. Ha embellecido todas las zonas de la ciudad por las que pasará Francisco y ha erigido un altar enorme en un antiguo recinto ferial para que el pontífice pueda hablar ante cientos de miles de fieles.

“Podremos mostrar al mundo que las cosas han cambiado”, explica Guillermo Dowell, un portavoz del gobernador del estado de Chihuahua, al que pertenece la ciudad: “La visita del papa representa una nueva era para Juárez”.

Este optimismo puede sorprender a todos los que vieron la película Sicario, la representación distópica de Hollywood de esta ciudad que limita con El Paso, Texas. ¿Ciudad Juárez no está plagada de secuestros orquestados por los narcotraficantes, tiroteos y explosiones? La verdad es que no.

La violencia ha disminuido en los últimos años y Ciudad Juárez ya no es la capital mundial de los asesinatos sino que ha quedado relegada a la vigesimoséptima posición de la lista de las ciudades más violentas del mundo, entre Kingston y Nueva Orleans. El año pasado se registraron 308 asesinatos, una cifra alta para una ciudad de 1,3 millones de habitantes pero un progreso espectacular comparado con los 3.622 asesinatos del particularmente sangriento 2010.

Las autoridades locales atribuyen este cambio a la mejor actuación policial y a la puesta en marcha de programas sociales para combatir la pobreza. Los analistas también indican que la relativa paz actual guarda relación con la aparente victoria del cártel de Sinaloa sobre los narcotraficantes locales.

No es solo una ciudad más segura, es también una ciudad floreciente: han abierto nuevos restaurantes, concesionarios de automóviles y otros negocios. Las calles que antes quedaban desiertas al anochecer ahora reciben la visita de personas que quieren comprar o cenar. Y se han reactivado las producciones teatrales, entre las que se incluye Los diálogos de la vagina.

“Calles que estaban desiertas ahora tienen tiendas y restaurantes”

Las autoridades locales esperan que la visita del Papa Francisco sirva para mostrar esta transformación al mundo. “Hemos pasado del infierno a la paz celestial en muy poco tiempo”, afirma Dowell.

Es muy probable que en el transcurso de su visita de cinco días a México, que culmina en Juárez, el Papa sitúe a la ciudad en el purgatorio. “El México de la violencia, el México de la corrupción, el México del narcotráfico, el México de los cárteles, no es el México que quiere nuestra Madre”, indicó, en referencia a la Virgen María, en un mensaje transmitido por vídeo antes de partir de Roma.

Si tenemos en cuenta que la tasa nacional de homicidios ha aumentado y se sitúa en el 8% _lo que eleva el número de víctimas a 18.650–, y que la popularidad del presidente del país, Enrique Peña Nieto, se sitúa a mínimos históricos, no es de extrañar que muchos mexicanos compartan el sombrío balance del papa Francisco.

Y Juárez conserva su lado oscuro, especialmente el valle de Juárez, una franja rural de unos 80 kilómetros formada por aldeas y pueblos que sigue siendo la puerta de entrada de los narcotraficantes a Estados Unidos. Una hora al volante por la Carretera Federal 2 te aleja de las fábricas y del crecimiento urbano y te sitúa en un paisaje de granjas en ruinas y casas abandonadas y destruidas.

Los lugareños hablan de secuestros, tiroteos, fosas clandestinas y escuadrones de la muerte. “La gente está asustada”, explica Eliseo Ramírez Soto, un párroco del municipio de Guadalupe: “En la última semana se han registrado cinco o seis secuestros. Todos están angustiados”.

¿Cómo puede esta ciudad ser la anfitriona del papa y presumir de su transformación mientras reina el terror en la zona rural? Es como si los vientos del desierto salvaje y los bruscos cambios de temperatura del “febrero loco”, cuando los últimos aullidos del invierno dan paso al verano, hubieran creado dos realidades paralelas.

Este enigma plantea una pregunta: ¿Cuál de las dos realidades refleja mejor la situación en México? En el mensaje difundido desde Roma, el Papa Francisco hizo hincapié en la versión más sombría. “Os exhorto a librar una lucha diaria contra la corrupción, contra el tráfico, contra la guerra, contra la división, contra el crimen organizado, contra la trata de personas”.

La violencia en el valle viene de lejos. Billy el Niño siguió el rastro de una célebre lista de proscritos que utilizaron esta ruta. Sin embargo, después de 2006, cuando el presidente Felipe Calderón declaró la guerra a los cárteles, las rivalidades escalaron y la violencia explotó, no solo en el valle sino en gran parte del país.

Algunos grupos incendiaron casas y mataron a cientos de residentes; un frente remoto en una sangrienta guerra nacional que se cobró más de 100.000 vidas. La mayoría de los 60.000 habitantes del valle abandonaron sus casas y dejaron atrás pueblos fantasma: San Agustín, San Isidro, San Martín, Guadalupe, Práxedis.

Un obrero de avanzada edad que, como muchos otros entrevistados prefiere no dar su nombre, indica que la violencia está presente en las vidas de los habitantes del valle todas las semanas, a veces todos los días. “Encontraron algunos cadáveres allí al fondo”, indica señalando la carretera. Las autoridades locales encontraron dos cadáveres enterrados en una fosa, cerca de tres automóviles robados y un arsenal de rifles de asalto, pistolas, municiones y chalecos antibalas.

La carretera fue recientemente el escenario de una descarnada batalla, explica el obrero: “Muchos disparos… tal vez estaba relacionado con los cuerpos que encontraron”, dice mientras se encoge de hombros. La calle mayor de Guadalupe está desierta y su párroco, Eliseo Ramírez, tampoco se atreve a dar una respuesta contundente: “Solo sé que desaparecen personas y que todos están aterrados”.

Un granjero suspira y se niega a hablar conmigo: “No me gustaría parecer maleducado pero incluso si mi nombre no aparece en el artículo sabrán que he hablado con usted”.

Los secuestradores amenazan con vengarse de todo aquel que hable, pero lo cierto es que es poco probable que esto suceda. Los pocos que decidieron quedarse están aterrados. Salvo por algunos disparos ocasionales, la guerra de los narcotraficantes se libra en silencio. Los lugareños prefieren no hablar con los forasteros sobre la presencia de los narcos, y utilizan el eufemismo “eventos” para referirse a los crímenes, con protagonistas misteriosos y víctimas sin nombre.

Una exposición polvorienta en el Museo de San Isidro es el relato más preciso de un asesinato en el valle; recortes de páginas de color sepia de periódicos y una réplica del automóvil acribillado que Pancho Villa conducía cuando los sicarios lo emboscaron en 1923.

La identidad de “ellos” sigue siendo un  misterio. Un grupo de hombres armados que afirmaban ser miembros del cártel Los Zetas ocuparon las calles de uno de los pueblos y juraron lealtad a La Línea, un sinónimo para el cártel de Juárez.

Desde hace tiempo, las autoridades locales aseguran que la violencia se debe a una batalla entre los narcotraficantes locales y el cártel de Sinaloa. La policía y el ejército desempeñan un papel polémico. Algunos periodistas locales los acusan de propiciar la violencia y aceptar sobornos de los narcos.

Una investigación que la televisión Al-Jazeera llevó a cabo el año pasado concluyó que la supuesta batalla entre los cárteles no es más que una cortina de humo para que personas con mucho dinero e intereses ocultos puedan acumular tierras e impulsar proyectos relacionados con la industria extractiva de gas natural y petróleo y proyectos de infraestructura.

La semana pasada, un grupo de soldados fue desplegado a puestos de control temporales situados en el pueblo de Guadalupe coincidiendo con la visita del presidente Peña Nieto para inaugurar un nuevo puente fronterizo y anunciar nuevas inversiones.

Dowell, el portavoz del gobernador, cree que la situación geográfica es la culpable de la violencia ya que es muy difícil acceder a gran parte de la franja que se sitúa a lo largo del río Grande: “Es muy difícil controlar esa zona. Y si bien es cierto que la violencia no ha desaparecido, sí es menos frecuente que antes”. Algunos lugareños no están de acuerdo con esta afirmación y culpan a las instituciones corruptas del estado.

La desconfianza hacia la policía de México sigue siendo generalizada. En un juicio celebrado el año pasado, se supo que una pandilla de Juárez que secuestró, esclavizó y asesinó a una mujer daba dinero a agentes de la policía y soldados corruptos de la ciudad. La semana pasada, hombres armados y uniformados secuestraron a Anabel Flores Salazar, una periodista que trabajaba para un periódico de Veracruz e informaba sobre las actividades policiales.

En un video reciente se puede ver a la policía de Sinaloa saliendo de una casa poco antes de la llegada de unos hombres armados, que mataron al hombre que vivía en ella. El alcalde lo describió como un “retirada táctica”. El secuestro de 43 estudiantes en Guerrero por parte de la policía en 2014 sigue sacudiendo al país. De hecho, algunos familiares de estos estudiantes acudirán a la misa que el papa Francisco oficie en Juárez.

Optimismo sincero

Los árboles recién plantados y los carteles de “Juárez es amor” son un reflejo de la propaganda de la administración pero los indicadores económicos y los testimonios de las personas de la calle también muestran un optimismo sincero. La ciudad creó 32.567 nuevos puestos de trabajo el año pasado, un ritmo saludable, y los concesionarios de coches vendieron 7.982 vehículos.

“Hemos dejado atrás los malos tiempos del pasado, tengo la sensación de vivir en otra ciudad”, afirma Gabriel Perea, un taxista: “veo el futuro con optimismo”.

Como muchos de sus paisanos, cree que esta transformación se debe a “la limpieza” de policías corruptos. “Cortaron por lo sano; tac, tac, tac”. Según esta versión, los agentes de la policía venidos de otras partes del país asumieron el control de la situación, mataron a sus colegas más corruptos y la ciudad recuperó el equilibrio perdido. Las autoridades locales lo niegan.

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que el hecho de que muchos crean que los policías honestos tienen licencia para matar y acepten que este es el precio que tienen que pagar para disfrutar de una paz relativa evidencia que el papa Francisco no solo visitará una ciudad; se adentrará en un laberinto moral.

 Traducción de Emma Reverter

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