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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

¿Puede en España pasar lo de Italia o aquí va a ser peor?

Carlos Elordi

Lo más probable es que cualquier pronóstico que se haga en estos momentos sobre el devenir político italiano a corto y medio plazo termine por ser desmentido por los hechos. Todo son incógnitas, cualquier solución puede terminar imponiéndose... aunque luego vaya a durar poco. A esa regla sólo se escapa algo que no es una hipótesis, sino un dato: el 60% de los italianos que han votado lo ha hecho por formaciones que están abiertamente en contra de la austeridad y de los recortes impuestos por Bruselas y Berlín. Y ningún artificio político que se monte en Roma va a poder saltarse ese escollo: aunque sólo sea desde ese punto de vista, los resultados de las elecciones italianas han sido el mayor varapalo que ha sufrido hasta ahora el “status quo” que hoy domina la política europea, que sostienen casi todos los grandes partidos del continente y del que el gran beneficiario es el poder financiero. Un golpe mucho más fuerte que la victoria de François Hollande en las elecciones francesas de hace siete meses, o que el éxito de Siriza en las griegas de poco después.

Desmintiendo cualquier esperanza de un acuerdo con el centro-izquierda, con el Partido Democrático, que aún ganando, por poco, es el gran perdedor de los comicios, esto ha escrito esta tarde en Twetter Beppe Grillo, padre y cabeza visible del movimiento 5 Estrellas (M5S): “El M5S no dará ningún voto de confianza (de investidura) al PD ni a nadie. Sólo votaremos a favor de las leyes que reflejen nuestro programa político. Bersani (el líder del PD y teórico futuro primer ministro) es un ”stalker“ (un muerto que habla) político y desde hace días nos importuna con propuestas indecentes, en lugar de dimitir, que es lo que cualquiera haría en su lugar”.

Eso es lo que dice el personaje que hoy domina la escena, el que ha reventado todos los cálculos. Es su estilo, muy italiano por cierto. Con él se ha atraído el apoyo de 8,5 millones de italianos, procedentes de electorados de signos muy distintos, pero, según algunos indicios, buena parte de ellos de la izquierda. Y ese personaje sabe que quien quiera gobernar tendrá que contar con él y con los suyos... y con su programa. Que, además de tajantes decisiones contra la corrupción y la partitocracia, propone replantearse la permanencia de Italia en el euro y una sola de cuyas medidas urgentes –la creación de una “renta de ciudadanía” de mil euros al mes para cualquiera que no tenga trabajo- se carga toda la política de austeridad que el derrotado Mario Monti había puesto en pie... con el apoyo del centro-izquierda.

La otra opción –a la que ya empiezan a apuntarse algunos bienpensantes- es un pacto entre Bersani y Berlusconi, una “gran coalición” entre las dos mayores fuerzas políticas italianas. Que, de llevarse a cabo –aunque parece muy difícil- no sólo aliviaría de inmediato las inquietudes judiciales de Don Silvio, que para él eso es prioritario, sino que en política económica provocaría efectos no muy alejados de las que tendría un acuerdo con Grillo: sólo la propuesta de abolir algunos impuestos –sobre todo el que desde hace unos meses grava la primera vivienda- y de devolver lo hasta ahora cobrado por ellos, sería un golpe mortal contra la austeridad.

Hay otra cosa bastante clara: tanto los electores del M5S como los de Berlusconi han hecho caso omiso de los negros augurios sobre la suerte de Italia que Berlín y Bruselas, en una muestra intolerable de injerencia en los asuntos internos de un país, no han dejado de repetir hasta el día mismo de las elecciones, para disuadirles de votar a quienes lo han hecho. En esa actitud –no siendo seguramente idéntica entre los votantes de una y otra formación- está el verdadero cambio político que se ha concretado estos días en Italia. La ortodoxia europeísta –versión Angela Merkel- ha dejado de ser una caución paralizante para la mayoría de los italianos.

¿Cuánto de eso existe en la opinión pública española? ¿Existen en nuestro país condiciones políticas para que aquí se produzca una ruptura con lo establecido, con esa ortodoxia, como la que acaban de llevar a cabo los electores italianos, sean cuales sean sus consecuencias concretas, que hasta pueden ser muy decepcionantes?

Visto en conjunto, nuestro sistema político no está menos deteriorado que el italiano. El Rey se tambalea, la monarquía está tocada, la mayoría de la gente ha dejado de creer en los partidos que hoy detentan los distintos poderes públicos, o los rechaza abiertamente, sobre todo por la corrupción, el conflicto con Cataluña está entrando en una deriva que puede llevar a salidas traumáticas, hay seis millones de parados, la mayoría de los jóvenes carecen de futuro y la sensación generalizada es que el drama económico va a durar aún mucho y que la austeridad no vale para nada, salvo para aumentar el sufrimiento de los más débiles.

Pero hay algunas diferencias. Para empezar, no hay elecciones hasta dentro de dos años, las autonómicas y municipales. Y, hoy por hoy, manifestaciones y protestas aparte, con toda su significación, las elecciones constituyen la única oportunidad para que los cambios en la opinión pública tengan resultados concretos. Pero éstos no nacen de la nada, sino que son el fruto de un trabajo político organizado como el que Beppe Grillo y los suyos han venido haciendo desde hace dos años sobre la base de algo que ha sido fundamental para su éxito: el que prácticamente ninguno de los cuadros y dirigentes del M5S venga de la política. Y en España, salvo el 15 M –que hasta el momento no ha cuajado en mucho- no se atisba nada parecido.

No se puede descartar que pueda surgir. Pero mientras no se concrete, la perspectiva, en función de los elementos que existen realmente, es que el PP va a seguir en el gobierno –aunque puede que dentro de un tiempo sea con otro líder a su cabeza- y que éste va a seguir disciplinadamente las normas que se dicten desde Europa, sin que el PSOE esté dispuesto y sea capaz de hacer otra cosa que intentar evitar que su partido estalle desde dentro. El asunto Urdangarín y Cataluña son los imponderables en esa situación políticamente estancada. Pero, a menos que éstos la revienten, que pueden reventarla, aquí la estabilidad que exigen los mercados está más garantizada que en Italia. Aunque sea un horror para la mayoría de los españoles.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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