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El declive del pujante tejido empresarial vasco

Alberto Uriona

Bilbao —

Más de 900 empresas cerradas y un millar autónomos desaparecidos del mercado laboral son algunos de los datos que han dejado la crisis en 2013, según los cálculos realizados por la patronal Confebask hasta noviembre. Al menos en el último trimestre se ha detenido la sangría (en septiembre se llegaron a alcanzar las 1.300 firmas desaparecidas, tomando la diferencia entre las creadas y las destruidas). Aunque para las empresas y sectores más internacionalizados, la recesión les ha hecho incrementar sus facturaciones, en general la industria vasca (que representa cerca del 28% de la riqueza de Euskadi, frente al menos del 20% de la media española) ha languidecido y ha provocado caídas impensables hasta ahora como Fagor Electrodomésticos, el embrión del Grupo Mondragón. El año que ha terminado se cerrará con una contracción del PIB (Producto Interior Bruto) del 1,2% y una tasa de paro del 15,7%, que se traduce en más de 160.000 vascos sin un trabajo.

Desde el cierre en los 90 de Altos Hornos de Vizcaya, que llegó a ser la mayor empresa española, el empresariado vasco y la sociedad no se había encontrado con un shock como el que ha supuesto la quiebra de Fagor Electrodomésticos, que ha marcado el año de la economía. Tras recibir una ayuda pública de 40 millones impulsada por el Gobierno de Urkullu a sabiendas de que era para tapar su deuda, el Grupo Mondragón dejó caer el 29 de octubre a su embrión. Pese a ser el mayor grupo empresarial vasco y el séptimo de España con más de 80.000 trabajadores y una facturación anual de 13.000 millones de euros y tratarse de la empresa desde la que se gestó hace medio siglo el conglomerado de cooperativas, las cuentas no salían a Mondragón. En total cerca de 1.800 trabajadores afectados, sin contar el empleo indirecto que está sin cuantificar. La cooperativa está ya en concurso de acreedores, buscando si hay partes que se pueden salvar, aunque el Grupo Mondragón, con la mayoría de sus negocios con buenos resultados, espera cerrar la herida a corto plazo.

Fagor Electrodomésticos ha sido la más emblemática pero ha habido, por desgracia, muchos ejemplos como la vizcaína Troquenor ya en liquidación, con un centenar de empleados en la calle; Corrugados Azpeitia, con 300 empleados y una deuda de 800 millones de euros o las guipuzcoanas Muebles Azcue, Sarrió Papel…. La lista se hace interminable si se incluyen a los pequeños talleres y negocios que dependían básicamente de esas empresas.

Tampoco es esperanzadora la pérdida de influencia del empresariado vasco en compañías emblemáticas como Ibermática o Euskaltel y la entrada en el capital de fondos de inversión, que tradicionalmente buscan una permanencia de unos años para vender posteriormente sus acciones, lo contrario de los socios industriales, que conceden más seguridad. Ibermática, con casi 3.300 empleados, ha vendido el 55% de la compañía al fondo de inversión Proa Capital, , una decisión que ya ha provocado recientemente la salida de su presidente José Luis Larrea. Euskatel ha vivido la primera huelga de su historia por la salida de 40 empleados del área de Informática, al cumplirse un año de la entrada en el accionariado del fondo de inversión, Trilantic e Investindustrial, que se hizo con el 48% de las acciones y acabó con el control público de la operadora de telecomunicaciones (Kutxabank bajó del 80% al 49,9% y el Gobierno vasco se deshizo de su 7,45%).

Al menos en el último trimestre la actividad industrial parece recuperarse al haberse detenido la sangría de destrucción de empresas, según los datos de Confebask, y asistir a casos de empresas que salen del agujero. El grupo Alfa, con 500 trabajadores, acordó en los últimos días del año la salida del concurso de acreedores, en el que estaba inmerso desde octubre de 2012 y en los terrenos de la histórica papelera de Pastguren, la papelera de Zalla que tuvo 170 trabajadores, está a punto de ultimarse un proyecto industrial de una planta de biomasa.

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