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“El recrecimiento de Yesa es una obsesión tras la que hay intereses ocultos”

El integrante de la Fundación Nueva Cultura del Agua, Fito Jiménez.

Garikoitz Montañés

¿El agua es el negocio del futuro? Desde la Fundación Nueva Cultura del Agua están convencidos de que, tras la caída del hormigón, las grandes empresas han puestos sus ojos en el líquido elemento, por los beneficios que puede suponer la construcción de infraestructuras y la posterior explotación de su aprovechamiento. En la Comunidad Foral, ven ejemplos como el Canal de Navarra o los embalses de Itoiz y Yesa. Este último se ha convertido en un símbolo de este debate, por su inversión millonaria, sus problemas en la construcción y el avance de las obras pese a la oposición de grupos ecologistas y vecinales. Fito Jiménez, que forma parte de la fundación desde hace veinte años, analiza este proyecto y se muestra convencido de que puede ser paralizado.

La Fundación Nueva Cultura del Agua defiende que los tiempos de inversión en grandes infraestructuras en torno al agua han finalizado. ¿Por qué?

Se trata de grandes proyectos, muy subvencionados por el Estado, cuyo objetivo es embalsar agua y distribuirla. Esta fundación defiende otra cultura, que implica cuidar los ríos, que son como la gallina de los huevos de oro. Porque el agua no es un bien comercial como otro cualquiera, sino que se trata de un bien común que no puede ser objeto de negocio. Esas grandes infraestructuras podían tener sentido a comienzos de siglo, porque es verdad que los regadíos trajeron riqueza al campo, pero ahora no. No hay que incrementar estas infraestructuras, sino mejorar las existentes.

¿Itoiz o Yesa son un ejemplo en contra de este mensaje?

El problema, por ejemplo, de Yesa es que se dijo que era necesario el recrecimiento para hacer nuevos regadíos, y ganar unas 8.000 hectáreas, pero no sé dónde están. Han utilizado como bandera a los agricultores, y nosotros no estamos en contra de ellos, pero no hay ningún anteproyecto que nos diga dónde están esas 8.000 hectáreas o las 50.000 que han anunciado en Aragón. Además, mientras tanto, estamos dejando abandonados los regadíos tradicionales. Así está pasando con el Canal de Navarra, una infraestructura que se ha impuesto sí o sí, a pesar de que supone que los regantes pierdan las concesiones de agua y las comunidades que gestionaban ellos mismos, para depender de una infraestructura en manos de empresas privadas.

La creación de estas infraestructuras también genera puestos de trabajo.

Tras estas infraestructuras siempre hay los mismos intereses, y, por ejemplo, en el caso de Yesa han resultado todavía más descarados, porque ni siquiera los objetivos tienen sentido. Quieren prácticamente doblar la capacidad del embalse [ahora es de 470 hectómetros cúbicos y se quiere llegar a los 1.000, aunque se barajó en un proyecto alcanzar los 1.500] y la cuestión es que no es necesario. En Zaragoza, el abastecimiento está resuelto, y los regadíos también.

¿A qué cree que obedece este proyecto entonces?

¿Qué pensamos? Pues que quieren embalsar agua pensando en futuros trasvases. En usarla comercialmente.

¿Se puede competir con estas grandes empresas?

Aquí hay intereses del hormigón, de las eléctricas y de la especulación del agua. Las grandes empresas buscan este nicho de negocio y, como ha ocurrido en el Canal de Navarra, el problema es que primero plantean el proyecto y, luego, se pretende crear una demanda artificial para, en este caso, justificar la ampliación del Canal. ¿Cómo se puede competir con estas grandes empresas? Pues con un gobierno que no esté vendido a ellas.

Volvamos al recrecimiento. ¿Había alternativas?

La fundación ya elaboró un documento de alternativas, y planteó crear embalses laterales a lo largo del canal [un ejemplo de este tipo de embalse es el de Malvecino], en torno a siete u ocho, con los que se hubieran conseguido otros 400 hectómetros cúbicos. Era una alternativa sin problemas de seguridad y un 50% más barata, y, claro, las constructoras no sacaban tanta tajada. Nos dijeron que era una barbaridad técnica, pero finalmente la CHE [se refiere a la Confederación Hidrográfica del Ebro] construyó dos de esos embalses. Ellos solo quieren más y más.

¿Qué le parece la actuación de la CHE en este asunto?la actuación de la CHE

Tienen una falta absoluta de transparencia y han negado cualquier tipo de participación. Esto se hace sí o sí y no hay discusión posible.

Ha hablado antes de los problemas de seguridad.los problemas de seguridad

El primero en hablar de ellos fue el ingeniero original del embalse, René Petit, quien confesó, siendo ya mayor, que dormía intranquilo con este proyecto y echó pestes sobre el recrecimiento. Afirmó que era una locura, algo impensable.

¿Las obras se están haciendo mal o es que se trata de una operación compleja?

Es una obra complicada, que no se puede hacer. A cualquier geólogo que le preguntes te dirá que las laderas sirven para sostener a las presas, y la CHE dice que la presa servirá para sostener las laderas. No tiene sentido. Llevan años intentando sostener las laderas, que son inestables.

A las organizaciones ecologistas les han acusado de generar una alarma social innecesaria.

No quiero crear alarma social y, aunque las probabilidades de que haya un accidente son pequeñas, existen. Y podría tratarse de un desastre mayúsculo.

¿Cuál cree que va a ser el futuro del recrecimiento?

Somos optimistas y creemos que se va a paralizar.

Pero las obras siguen adelante.

Se deben parar y pensamos que se van a parar. Se debe imponer el sentido común y el bien común. Este recrecimiento es una obsesión tras la que hay intereses ocultos. Pero tengo la confianza de que, al final, los técnicos de la CHE dirán lo que piensan.

¿Le consta que hay opiniones contrarias al recrecimiento dentro de la CHE?

Sabemos que hay técnicos críticos, y también dentro de los Gobiernos de Aragón y de Navarra.

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