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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

A veces, los buenos ganan

Isabel Camacho

En este país de infantas sin escrúpulos, maléficos políticos, de pandereta o misa diaria, o ambas cosas, guardias civiles a la caza de emigrantes envueltos en sueños. Y, en definitiva, donde los dueños del poder juegan con la infamia, no siempre es fácil elegir solo un tema sobre el que descargar la crítica y, a veces, la rabia.

Hoy, quiero escribir sobre los inmigrantes: esos seres humanos que un día sufrieron el duelo de los adioses: pocas situaciones son tan dramáticas como dejar el amor (del tipo que sea) detrás. Muchos se juegan la vida y demasiados la pierden. Lo vemos con frecuencia.

Sin embargo, hay formas diferentes de referirse a la inmigración.

Veamos: son muchas las críticas que, amparadas en el anonimato, se lanzan contra los de fuera. En época de bonanza, no alarma la distribución de los bienes públicos, pero desde que estalló la crisis, la espada de Damocles se ha colocado virulentamente sobre las cabezas de los inmigrantes.

La voz de la calle: la que se escucha en los parques, en los bares, entre amigos; esa que no suele reflejarse más que en los comentarios de los lectores de las webs, arremete contra ellos. En Euskadi, el 70% de la ayuda social del Gobierno vasco: la Renta General de Ingresos (RGI) se destina a la inmigración. Y, teniendo en cuenta que no llega al 7% de la población, parece demasiado. Sobre todo, cuando escasea tanto.

Quienes trabajan en Lanbide, el organismo encargado de esa gestión en la comunidad vasca, cuentan los tejemanejes de muchos inmigrantes para obtener la prestación. (También de otros grupos autóctonos, es cierto). Y, lo peor, se lamentan, es que no se puede hacer nada para evitarlo: por falta de medidas de control, fundamentalmente. Así que, tres años de empadronamiento da derecho a un mínimo de casi 700 euros de ayuda al mes. Las buenas noticias corren pronto de boca en boca. Y, a menudo, la exigencia de muchos de ellos sobrepasa la mejor de las voluntades.

Tampoco se escapan a la delincuencia. Da igual lo que digan alcaldes o policía; la realidad de la calle y de las noticias es que con demasiada frecuencia el que arrebata el bolso a una mujer, ataca a una joven o emprende una pelea procede de fuera. En los juzgados de guardia no se cansan de repetir que los autores de gran parte de los delitos tienen una procedencia muy concreta.

Si tú, lector, has llegado hasta aquí, puede ser que ya estés farfullando improperios. Puedo imaginar los calificativos. Pero, si tienes paciencia, quizá se te enfríe el enfado.

O, quizá, sin embargo, tú creas “cuanta razón tiene”. Espera también, que lo siguiente te puede gustar menos.

Porque, aun siendo cierto lo anterior, hay motivos para la indignación ante las injusticias que sufren miles de personas solo por el hecho de, más que ser emigrantes, por estar desposeídos de todo, salvo de su dignidad: por ser pobres.

La muerte de, al menos, diez emigrantes en Ceuta en unas circunstancias confusas y en las que la Guardia Civil disparó pelotas de goma y mintió sobre su intervención es la última tragedia de este azote angustioso e infinito. Sabemos que hay muertos de primera y segunda clase. Esos fallecidos y tantos otros antes que ellos, son de tercera. ¿No son ellos acaso víctimas de un sistema?

Esta pequeña reflexión viene a cuento, sobre todo, de una historia protagonizada por una malévola abogada que ha estado desde 2005 robando dinero y sueños a varios cientos de emigrantes.

Parece increíble que tras una primera condena haya seguido estafando. Solo su ingreso en prisión en mayo de 2013 paralizó su aviesa actividad. El Colegio de Abogados de Vizcaya debería preguntarse si hizo todo lo que legalmente estaba en sus manos para evitar que siguiera ejerciendo como letrada. Por supuesto, dirán que sí. Resulta un poco insultante. ¿Cómo pudo continuar con su actividad delictiva desde un despacho de abogada tras varias condenas y estando inhabilitada para el ejercicio de la abogacía? Algo falló.

Mientras, en el entretanto de la espera, muchos de ellos habrán sido devueltos a su país de origen. Tampoco parece factible que los denunciantes puedan recuperar su dinero. Quisieron conseguir papeles y trabajo legalmente y les robaron con guante blanco. Muchos se callaron por un miedo justificado. Pero, otros se arriesgaron y actuaron. La asociación de inmigrantes Harresiak Apurtuz no miró para otro lado y la culpable está entre rejas. Enhorabuena.

Al menos, por una vez, y aunque tarde, los buenos ganan. Lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada. Por eso hay que insistir e insistir aunque se multiplique nuestra impotencia.

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