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El presidente de Almirall: “No nos hemos llevado nada a Andorra, nadie me puede dar lecciones de catalanidad”

El presidente de Almirall, Jorge Gallardo, en una imagen de archivo. EFE

Ariadna Trillas

“Hemos pagado todos los impuestos. A nivel personal y a nivel de la compañía. No nos hemos llevado nada a Andorra, así que nadie me puede dar lecciones de catalanidad”. Jorge Gallardo, presidente de Almirall dejaba caer este comentario el pasado 9 de noviembre en el Círculo de Economía. Solo habían pasado tres años desde que se habían acogido a la amnistía fiscal tal y como revelan hoy las informaciones publicadas por eldiario.es, en colaboración con La Marea y Diagonal, gracias a la información que ha llegado al buzón seguro Filtrala.org.

Su declaración sobre los impuestos y los paraísos fiscales es parte de la respuesta que dio el presidente de Almirall cuando alguien del público le preguntó por un vídeo de dos minutos enviado a toda la plantilla de su empresa antes de las últimas elecciones catalanas para advertirles del “grave quebranto” que supondría la secesión. Gallardo defendió las raíces catalanas de la farmacéutica y “el empleo de calidad” generado. “Me sentí obligado a decir que si los políticos (catalanes) se van a la brava, perjudican a mi compañía, que nos ha llevado setenta y tres años construir. El resto no me interesa”.

Setenta y tres años dan para mucha historia. Los hermanos Jorge y Antonio Gallardo, dueños de los laboratorios Almirall y de uno de los mayores patrimonios privados de Cataluña, son un peso pesado en dos de los lobbies más potentes que operan en la escena económica española: el que aglutina a las empresas familiares y el que representa a la influyente industria farmacéutica. El primero gira en torno al Instituto de la Empresa Familiar (IEF) y de su asociación homóloga catalana. Agrupan al 89% de compañías privadas del país y, frente a los directivos que gestionan aquí y allá por un sueldo de infarto, se presentan como los empresarios de verdad, los que arriesgan su dinero y generan más empleo.

El segundo lobby tiene como epicentro a Farmaindustria, la patronal de un sector farmacéutico que se mide con gigantes multinacionales, cuya relación con el gobierno de turno se engrasa (o gripa) en función del gasto en medicamentos financiados por la Seguridad Social. En ambas instituciones, los Gallardo han ocupado los máximos cargos con mucha mano en ellos. Y lo mismo en patronales de patronales como la europea EFPIA. O en la Real Academia de Farmacia de Cataluña.

Nacidos en 1936 y 1941, los Gallardo encarnan en Cataluña la segunda generación de una de esas discretas sagas familiares que han gestado auténticas fortunas levantado campeones invisibles. El ciudadano de a pie conoce más las marcas de sus productos que las empresas que los lanzan al mercado. Ocurre con Almirall, porque cualquiera tiene un Almax en el botiquín sin saber qué laboratorio la produce.

Guerra por los hospitales

Si Jorge Gallardo preside la compañía, su hermano Antonio se ha dedicado más a supervisar la gestión del patrimonio familiar, estimado por la revista Forbes en 2.353 millones de euros, y que además de Almirall se vehicula a través de Landon. Estamos ante uno de los family offices más antiguos que ayudan a ordenar las fortunas de las sagas, separadas del negocio farmacéutico. Las inversiones de la familia se diversifican; entre otros, en el sector inmobiliario, vía Braviol, en el ámbito de la energía solar, en la alimentación, el sector hotelero y en el cada vez más pujante negocio hospitalario.

Este último está siendo una seria apuesta, a través de la empresa Vithas, cuyas riendas lleva la tercera generación de Almirall (Jorge Gallardo Piqué, hijo de Jorge Gallardo Ballart). Vithas nació fruto de la venta de Adeslas, que era de VidaCaixa (Adeslas), a Mutua Madrileña, hace cinco años. A través de otro de los vehículos inversores de los Gallardo, Goodgrower, en este caso especializado en salud y constituido en 2008, la familia compró el 80% de la división hospitalaria de Adeslas: casi mil camas operativas en una decena de centros en Madrid, Almería, Málaga, Canarias o Álava. Por esta operación La Caixa ingresó 190 millones de euros, pero sigue contando con un 20% de la nueva Vithas. En 2014, esta firma hospitalaria se comió otro bocado y pagó 72 millones por los hospitales malagueños Xanit, que eran de N+1 Mercapital y otros fondos, y que son referente del sector privado en la Costa del Sol.

Ahora, Vithas ha entrado en otra guerra que la refuerza como rival del gigante Quironsalud (de Capio), con 40 centros hospitalarios por toda España. Los Gallardo llevan meses en conversaciones para controlar Hospitales Nisa, un grupo valenciano con media docena de centros en Madrid, Valencia y Andalucía. En esta guerra tiene enfrente a los accionistas minoritarios, entre los cuales hay una sociedad inversora, Atitlán, cercana a la familia Roig (Mercadona). Y habría un preacuerdo con algunos consejeros, acusados por los minoritarios de negociar por su cuenta, y que intentarán que no haya ofertas distintas por los diferentes paquetes accionariales. Actualmente, Nisa está valorada entre 150 y 200 millones de euros.

Muy ricos y muy desconocidos

La familia Gallardo pasa por ser la tercera más rica de Cataluña después de los Andic (dueños de Mango) y los Carulla (Agrolimen). El domicilio de la cabeza inversora, Landon, pasó a estar formalmente (y fiscalmente) en Madrid cuando la sociedad fue absorbida a finales de 2012 por otra sociedad de la familia, Walton. El banco Santander gestiona la SICAV familiar, Landon Cartera de Inversiones (Elitia Invest.).

El diseño sucesorio del buque insignia familiar, Almirall, ha sido meticulosamente planificado durante años. Son una de las compañías familiares que se ha tomado más en serio la profesionalización. Tienen su 'Protocolo Familiar', una especie de hoja de ruta interna, y su 'Consejo de Familia', al margen del consejo de administración. Y en este último ya se sienta también la tercera generación: Carlos Gallardo Piqué, hijo de Jorge, y Antonio Gallardo Torrededía, hijo de Antonio. Aunque el consejero delegado elegido finalmente ha sido un directivo de la casa pero ajeno a la familia, Eduardo Sanchiz.

Es una de las no pocas singularidades de esta saga, tienen aversión a la bolsa. “Los empresarios catalanes tendemos a decir ‘soy yo, y solo yo, y no quiero perder el 100%’”, ha admitido más de una vez. Almirall, cuyo volumen de negocio asciende a 769 millones de euros, dio el salto por los pelos en junio de 2007, poco antes de la gran crisis. Fue la primera vez que se conoció su beneficio, que según las últimas cuentas (2015) se elevó a 131,8 millones de euros. Eso supone un 70,6% menos que en el ejercicio 2014, debido a que entonces el resultado de la farmacéutica reflejó los ingresos extraordinarios de la venta de su negocio farmacéutico a AstraZeneca por 1.562 millones de euros, lo que supuso la citada reorientación hacia la dermatología.

En cuanto a lo de abrir el capital, todo parece bien atado. El control de los Gallardo sigue siendo férreo sobre la compañía (un 66,9% de los derechos de voto en el consejo), a través de las sociedades Grupo Plafín y Todasa SA. Ambas sociedades, además, tienen firmado un pacto para actuar de modo concertado en el consejo, según consta en el Informe de Gobierno Corporativo de la empresa enviado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El llamado capital flotante, la parte de acciones que fluctúan en Bolsa, asciende al 31%, y está representado por cuatro independientes. Como dato, entre nueve consejeros hay únicamente una mujer: Karin Dorrepaal.

Otro de los tabúes rotos por los Gallardo –además de la Bolsa y de ser de la castigada minoría del Espanyol frente al apabullante Barça- ha sido el de creer en las fusiones. En 1997 los laboratorios Almirall se unieron con otro miembro ilustre de la burguesía catalana, Antoni Vila Casas, que aportó Prodesfarma. De los accionistas de Prodesfarma (Vila, Santigo Oller y Daniel Bravo) sólo continúa en el capital este último, a título personal y a través de Todasa. Vila Casas promueve el arte catalán a través de la fundación que lleva su nombre. Con Vila Casas, reconocido mecenas y fundador en 1986 de la Fundación Vila Casas que promueve el arte catalán, les une el gusto por el arte. Los Gallardo también son grandes aficionados al pádel y al golf.

Un toque de PP en la familia

En la endogamia entre fortunas, vale la pena destacar que Susana Gallardo, nieta del fundador de Almirall e hija de Antoni Gallardo Ballart, está casada con Alberto Palatchi, presidente de Pronovias, también de capital familiar, de la que ella es copropietaria. Susana Gallardo ostenta además otros cargos como consejera de Abertis, el grupo de infraestructuras de Caixabank (vía Criteria), y de la propia Caixabank. El hijo de la pareja, Alberto Palatchi Gallardo, es militante del PP y ha sido fichado recientemente por Xavier García Albiol como coordinador de Política de Innovación Tecnología y Empresa en el PP de Cataluña (PPC).

Los Gallardo de Almirall, sin embargo, no juegan públicamente a la política. Su pensamiento queda reflejado en este comentario de Jorge Gallardo: “Aquí, a diferencia de EEUU, el administrativo de turno del ministerio (de Sanidad) lucha siempre contra la libertad de mercado. Siempre quieren controlar”.

El ejecutivo no ha ahorrado críticas con los gobiernos del PSOE y del PP, y su obsesión durante tres décadas ha sido reclamar un marco regulador estable para los medicamentos y ayudas para la I+D. En las juntas de accionistas en las que ha dado cuenta de los resultados de cada ejercicio, ha sido duro con las rebajas de precios de referencia y el impulso de los medicamentos genéricos. “Si no hubiéramos ido al extranjero en 2000, hoy estaríamos en una situación catastrófica”, comentó en la de hace cuatro años.

También ha lanzado dardos contra el fraccionamiento autonómico del mercado, por la multiplicación de administraciones, aunque el sector farmacéutico ha buscado tradicionalmente la mediación de la Generalitat para defenderse ante Madrid, vista su concentración de I+D y de empleo en Cataluña. Sin embargo, había evitado entrar en materia hasta el famoso vídeo destinado a la plantilla advirtiendo contra las consecuencias “muy negativas” de una hipotética independencia. Se dijo “moralmente obligado”.

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