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Mlicias islamistas ganan espacio y confianza popular en el oeste de Libia

Mlicias islamistas ganan espacio y confianza popular en el oeste de Libia

EFE

Al Uatiya (Libia) —

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Más allá de Trípoli, en la carretera que atraviesa las localidades de Al Uatiya y Al Hashaniya, rumbo a la frontera con Túnez, los controles de seguridad se suceden cada pocos kilómetros.

En la mayoría de ellos, las figuras que emergen son las de jóvenes veinteañeros, hombres que se han visto obligados a cambiar los libros por las armas a causa del caos que reina el país, y que encuentran trabajo en el sector que más produce en Libia: el de las milicias.

El oeste es territorio de los milicianos de “Fayar Libya” (Amanecer Libia), una plataforma que engloba a diversos grupos, tribales e islamistas y que defiende la vigencia del Consejo Nacional General (CNG), el gobierno rebelde -no reconocido por la comunidad internacional- establecido en Trípoli.

Esta plataforma, desde la ofensiva lanzada meses atrás por el general sublevado Jalifa Hafter, al que apoya el Ejército regular libio y el gobierno reconocido en Tobruk, parece haberse ganado la confianza de una población cansada tras cuatro años de inestabilidad y guerra.

“Me siento seguro en las zonas controladas por Fayer Libya. Todo apunta a que habrá un cese de hostilidades y eso nos da aún más garantías”, explica a Efe en uno de esos puestos de control Mohamed Abdesalam, un hombre que cruza en su vehículo junto a su pequeña familia tras una tarde de compras.

A su vera, Abdelaziz, un estudiante de arquitectura que abandonó las aulas de la universidad de Misrata (200 kilómetros al este de Trípoli) para unirse a las filas islamistas, observa la escena.

“Los estudios están bloqueados en la Universidad porque muchos estudiantes están en las brigadas militares. Trabajamos en favor de Libia y en contra de la injusticia ”, explica después a Efe.

Abdelsalam y Abdelaziz están a apenas unos kilómetros de uno de los múltiples y variados frentes de batalla que salpican el país desde que en octubre de 2011 grupos rebeldes, apoyados por la aviación de la OTAN, acabaran con el régimen dictatorial del coronel Muamar Al Gadafi.

Desde entonces, Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, dividido en dos gobiernos, uno rebelde en Trípoli y otro internacionalmente reconocido en Tobruk, que luchan por el control de los recursos naturales apoyados por milicias, oficiales del antiguo régimen, líderes tribales y señores de la guerra que trafican con personas, armas y drogas.

Una de esos heterogéneos grupos armados es Yeish al Qabali (el Ejercito de las Tribus), una fuerza aliada con el controvertido coronel Hafter, y que lucha contra “Fayer Libya” en frentes como el de Al Aqrabiya, localidad próxima a Al Uatiya.

“El control de la tierra es ahora nuestro. Antes nuestras tropas se limitaban a defenderse, ahora también somos capaces de atacar”, se jacta ante Efe Hasen Abudia, presidente de la Oficina de Seguridad de “Fayer Libya” en las ciudades occidentales del país.

“El enemigo sufre bajas, pero no quiere reconocerlo”, agrega Abudia, que acusa al general Hafter, antiguo oficial del Ejército de Gadafi y uno de sus opositores más firmes en el exilio después, de reclutar a mercenarios extranjeros de países vecinos como Chad.

Hafter, que cuenta con artillería pesada y aviación, lanzó a mediados del pasado mayo una operación que denominó “Dignidad” cuyo objetivo declarado es arrebatar a las milicias islamistas el control del territorio y debilitar así al gobierno rebelde en Trípoli.

Desde entonces, los combates entre “Fayer Libia” y las tropas favorables al “Congreso de los Diputados” -gobierno internacionalmente reconocido establecido en Tobruk- combaten en todo el país, con particular crudeza en Bengasi, la segunda ciudad de Libia, en la vertiente occidental de Trípoli y en las refinerías y puertos petroleros.

Esta misma semana, al menos 21 milicianos islamistas perdieron la vida en una ataque de fuerzas bajo el mando de Hafter contra el estratégico puerto occidental de Sidra, el mayor del país, objeto de la codicia de ambos bandos.

Una espiral de violencia se sucede desde hace semanas pese a los esfuerzos de la comunidad internacional por sentar a la mesa a los bandos de un conflicto que amenaza la frágil estabilidad del norte de África.

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