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El Polisario se juega su futuro diplomático en un aeropuerto latinoamericano

EFE

Rabat —

El Frente Polisario se está jugando su futuro diplomático en el Aeropuerto Jorge Chávez de Lima, donde su “embajadora”, Jadiyetu el Mohtar, lleva encerrada 17 días en un tira y afloja con las autoridades peruanas que puede marcar el destino del movimiento independentista en América Latina.

El Mohtar, residente en Madrid y con nacionalidad española, arribó a Lima el pasado 9 de septiembre y las autoridades peruanas no la admitieron en el país alegando que en una estancia previa había “vulnerado las condiciones” migratorias por haber entrado como turista y dedicarse a “diversas actividades de carácter político”, según explicó el pasado jueves el ministerio peruano de Interior.

Las autoridades migratorias peruanas ofrecieron entonces a El Mohtar un regreso sin coste a Madrid, a lo que ella se negó, y posteriormente le dieron derecho a ingresar en el país “con el compromiso expreso de realizar solo actividades turísticas”, a lo que también se ha negado. Ahora su caso recuerda al de Tom Hanks en “La Terminal”.

El Mohtar es una de las “embajadoras” itinerantes de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que viajan por América Latina en países donde no hay representación estable de la RASD, para mantener contactos permanentes con grupos políticos, casi siempre de izquierda, y periodistas afines.

Al igual que sus otros colegas, El Mohtar solo puede usar su pasaporte diplomático saharaui en los países que reconocen a la RASD (México, Uruguay, Panamá y los países del ALBA), mientras que en los demás usa su pasaporte español que teóricamente le obliga a mantener un estatus de turista.

Es el caso de Perú, pero también Brasil, Argentina, Chile o Colombia, países que nunca han reconocido a la RASD o que en algún momento la hicieron y posteriormente suspendieron su reconocimiento (caso de Perú en 1996) o congelaron (caso de Colombia en 2001).

Si finalmente la representante saharaui pierde la batalla del aeropuerto, como así parece, habrá marcado un rumbo que podría replicarse en otros países de América Latina, la única región del mundo, junto con África, donde el Frente Polisario aún cuenta con apoyos de peso.

En casi todos los países del continente hay “grupos de amistad” con el Sáhara que reciben a los representantes del Polisario y los acompañan en sus actividades políticas, pero frente a ellos Marruecos, el eterno enemigo del Polisario, no se queda de brazos cruzados, y ha propiciado la creación de 26 grupos de amistad parlamentaria con otros tantos países latinoamericanos.

Marruecos, que tradicionalmente ha estado a la zaga en cuanto a la creación de “lobis” o grupos de presión en Latinoamérica, se ha tomado más en serio esta labor en los últimos años, según el análisis de varios diplomáticos latinoamericanos con plaza en Rabat.

En una región del mundo sin casi intereses compartidos con Marruecos, las visitas de parlamentarios y de otros responsables institucionales a Rabat consisten de forma sistemática en extensos aleccionamientos sobre la soberanía en el Sáhara, según testimonios recogidos por Efe de varias delegaciones.

Pero junto al aleccionamiento, también está el agasajo de Marruecos, y suele ser habitual que esas delegaciones tengan invitaciones extendidas a fines de semana de ocio en Marrakech o a cruceros de lujo como el que disfrutaron entre Dajla (en el Sáhara Occidental) y Casablanca los congresistas peruanos Rolando Reátegui y Juan Carlos del Águila con sus familias el pasado marzo.

No es casual que Reátegui, que preside el Grupo de Amistad peruano-marroquí, haya sido estos días en su país uno de los principales azotes de la “embajadora” saharaui, y junto a él se ha alineado la mayoría fujimorista del Congreso.

En Perú, como en el resto del continente, es la izquierda la más cercana a la causa saharaui, mientras que la derecha está más cercana a la “realpolitik” que representa Marruecos. El gobierno de Rabat parece haberlo entendido y corteja ahora a sus amigos latinoamericanos.

Y en paralelo, y esto sí que es nuevo, pone una pica en los países que fueron en su día bastiones del Polisario, como ha sucedido con el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba: porque también ahí quieren hacer amigos.

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