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Susana Díaz, mano de hierro en Andalucía y ahora en Ferraz

La presidenta andaluza, Susana Díaz, en una imagen de archivo.

Irene Castro

El PSOE andaluz es el más potente de España. Tiene más de 45.000 de los 180.000 militantes socialistas. Funciona como una maquinaria bien engrasada favorecida por el hecho de que lleva más de tres décadas en el poder. Al PSOE-A le gusta hacer demostraciones de fuerza, como la que escenificó en su Comité Director este jueves, con sus miembros aplaudiendo en pie a Susana Díaz tras el golpe atestado contra Pedro Sánchez. El Comité Federal del sábado fue otro de esos momentos.

Fue Díaz quien catapultó a Sánchez a la secretaría general hace poco más de dos años. Lo hizo tras decidir que no daba un paso al frente para hacerlo ella. Todos los barones regionales –incluido el riojano César Luena, que se convirtió para la federación andaluza en el enemigo número uno antes incluso que Sánchez– defendieron que era la sucesora natural de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Fue ella quien forzó su salida tras las europeas de 2014. Entonces el PSOE sólo ganó en esas elecciones en Andalucía, mientras Rubalcaba sumaba su segunda derrota con un partido ya en crisis. Los socialistas habían renovado el liderazgo dos años antes y preveían unas primarias para elegir el candidato a la presidencia del Gobierno llegado el momento. Pero el PSOE-A se opuso. Díaz quería un congreso con delegados en el que se hiciera con los mandos del PSOE con el apoyo de los dirigentes territoriales.

Pero Eduardo Madina se cruzó en su camino. Reclamó un militante, un voto, y el PSOE lo aceptó. A la presidenta andaluza ya no le bastaba la aclamación de los barones. Decidirían 180.000 militantes. Se quedó en Sevilla pero volcó toda la maquinaria del PSOE andaluz con Pedro Sánchez y le facilitó una victoria holgada.

Un control estricto del PSOE andaluz

No era la primera vez que Díaz veía con recelos las primarias. En 2010, los socialistas andaluces se negaron a celebrar primarias para designar a los candidatos a la municipales de 2011, tal y como planteó para todo el PSOE la dirección federal. “Es una fórmula interesante, pero sería más interesante en otros momentos”, argumentó entonces el vicesecretario general andaluz, Rafael Velasco.

Díaz era en aquel momento la secretaria de Organización de la federación, donde ya controlaba todos los resortes del poder. “Tenían el riesgo de que se impusieran candidatos que no eran los apoyados por el aparato”, reconoce un dirigente crítico.

Aun así Díaz se sometió a unas primarias para sustituir a José Antonio Griñán como líder del PSOE andaluz. Pero a su estilo, es decir, sin rival, demostrando “poderío”, como ya dijo Rubalcaba en otra ocasión. Recabó 22.000 avales, el 50% de la militancia frente a dos candidatos que no sumaron los suficientes. La ahora presidenta andaluza era secretaria general del PSOE provincial de Sevilla y consejera de Presidencia en el Gobierno de Griñán.

Los otros candidatos –el consejero de Agricultura, Luis Planas, y el alcalde de Jun (Granada), José Antonio Rodríguez– denunciaron entonces obstáculos internos impuestos por el aparato regional, como las trabas para acceder al censo.

Sus adversarios políticos acusan a Díaz de haber ascendido en el escalafón a base de “apuñalar” a quien se cruzaba en su camino. Su carrera comenzó en Juventudes Socialistas de Andalucía, donde ocupó la Secretaría de Organización. En las filas socialistas admiten que para ostentar cargos organizativos hay que tener un determinado perfil, “sangre fría”. En esa etapa conoció a Verónica Pérez, líder ahora del PSOE sevillano designada por Díaz, que se definió esta semana como “la única autoridad del PSOE” por presidir la Mesa del Comité Federal.

Con 25 años fue en las listas para el Ayuntamiento de Sevilla y ocupó la concejalía de Juventud y Empleo y después de Recursos Humanos con el alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, con quien acabó enfrentada. De esa disputa queda el enconamiento con una de las caras más visibles de su oposición interna: Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que era concejal de Hacienda. Él era uno de los principales y escasos apoyos de Sánchez en el sur.

Apadrinada por Griñán

Tras su paso por el Ayuntamiento de Sevilla, Díaz dio el salto al Congreso (2004-2008) y de ahí al Parlamento andaluz, que la designó también senadora. En 2012, Griñán la incluyó en su Gobierno y la apadrinó como sucesora en 2013, cuando también se hizo con las riendas de la federación, de la que hasta entonces era secretaria de Organización.

En el camino, Díaz tuvo roces con destacados dirigentes andaluces, como el líder socialista de Jaén, Paco Reyes, que encabezaba el grupo opositor, o Antonio Gutiérrez Limones, que en 2012 trató de disputarle el liderazgo del PSOE sevillano. Cuando el enfrentamiento con Sánchez estaba más que aireado, Díaz reivindicó en una reunión del Comité Federal su capacidad para recomponer las relaciones con ellos. También resolvió sus diferencias con Eduardo Madina. Conversaron, el vasco incluso viajó a Sevilla y ahora están en el mismo barco.

Díaz reivindicó el jueves en su comité director su capacidad de “coser” el PSOE, a pesar de que en el partido muchos la señalan junto a Sánchez como culpable del enconamiento inédito que atraviesa el PSOE: “Quien parte el partido en dos no lo puede reconstruir”, reconoce un diputado.

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