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Los observadores de la vida íntima de las moléculas se llevan el Nobel de Química

Jaques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson ganadores del Nobel de Química 2017

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Los investigadores Jaques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson han ganado el Nobel de Química 2017 por el desarrollo de microscopía crioelectrónica, un método que simplifica y mejora la formación de imágenes de biomoléculas y que “ha llevado la bioquímica a una nueva era”, según el Comité de los Nobel.

El nombre de los ganadores se hizo público este miércoles pasadas las 11:45 de la mañana. Dubochet, Frank y Henderson han sido los principales desarrolladores de una técnica que permitirá generar imágenes de gran parte de la maquinaria molecular de la vida, algo que, hasta ahora la tecnología no permitía.

La microscopía crioelectrónica permite congelar en cierta medida las biomoléculas, lo que hace posible que se puedan ver mediante un microscopio electrónico y visualizar así procesos que nunca antes se habían visto, algo que es “decisivo tanto para la comprensión básica de la química de la vida como para el desarrollo de productos farmacéuticos”, asegura la Academia sueca.

Esta técnica se ha popularizado en los últimos años, de forma que los investigadores han conseguido todo tipo de imágenes nuevas, desde las proteínas que causan resistencia a los antibióticos, hasta la observación de los complejos procesos moleculares que rigen los ritmos circadianos y que se llevó el Nobel de Medicina el pasado lunes.

Microscopios electrónicos para observar la vida

Uno de los principales problemas de los microscopios electrónicos es que se consideraba que solo eran adecuados para la obtención de imágenes de materia muerta, ya que el poderoso haz de electrones destruía el material biológico. Sin embargo, en 1990, Richard Henderson logró utilizar un microscopio electrónico para generar una imagen tridimensional de una proteína a resolución atómica, lo que demostró el potencial de esta tecnología.

Unos años antes, había sido Joachim Frank el que hizo que había conseguido importantes avances en microscopía electrónica, ya que desarrolló un método de procesamiento de imágenes que permitía obtener imágenes tridimensionales.

Pero uno de los pasos fundamentales lo dio el investigador Jacques Dubochet al añadir agua a la microscopía electrónica. El problema del microscopio electrónico es que hace que el agua líquida se evapore, lo que destruye las biomoléculas. Sin embargo, a principios de los años ochenta, Dubochet consiguió enfriar el agua de forma que ésta se solidificó en alrededor de una muestra biológica, permitiendo que las biomoléculas conservasen su forma natural incluso en bajo la acción del microscopio electrónico.

Tras los pasos dados por estos tres investigadores, se ha ido optimizando el diseño de estos nuevos microscopios electrónicos, que alcanzaron la resolución atómica en 2013, lo que ha permitido a los investigadores observar las estructuras tridimensionales de las biomoléculas.

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