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Los Juegos Olímpicos cuestan el doble de lo presupuestado

Recreación dela villa olímpica.

Raúl Rejón

Organizar unos Juegos Olímpicos cuesta, al menos, el doble de lo que se dice. Los cálculos usados para presentar las candidaturas se multiplican una vez puestas en marcha. Las ciudades hacen sus cálculos cuando hacen públicos sus proyectos y las cuentas, luego, simplemente no salen.

Madrid 2020 asegura que el comité organizador gastará 2.400 millones de euros e ingresará más de 2.000, sobre el papel. Además, la candidatura dice que habrá que invertir otros 1.500 millones en sedes deportivas, la villa olímpica, infraestructuras de transporte y urbanas, además de la seguridad para esos días.

Con esas cifras en la mano, la oferta española ya ha tratado de hacer ver a la comisión evaluadora que la candidatura es sólida, viable y ajustada. Pero igual hicieron sus predecesoras y fallaron. La más reciente, Londres 2012, dijo en 2004 que se gastaría 2.400 millones de libras. El presupuesto reconocido se disparó a 9.300. En los anteriores Juegos celebrados en Europa, los de Atenas 2004, se duplicó la previsión hasta alcanzar los 11.000 millones de dólares. “El dinero fue totalmente dilapidado de una manera irreflexiva”, contó años después Stella Alfieri ex diputada griega y portavoz en contra del proyecto. Según esa dinámica, la aventura olímpica puede irse a unos 8.000 millones de euros.

El abogado Antonio Garrigues ha hecho de portavoz tras exponer los asuntos financieros y de márketing al COI. “Hay ciudades que se han beneficiado de organizar los Juegos y otras que no. Nosotros nos fijamos en el ejemplo de Barcelona 92”, ha comentado Garrigues. Luego ha repetido la fórmula de que obtener la sede “tendrá un aspecto psicológico positivo además de colocar el foco en Madrid”. La crisis económica no ha salido en las preguntas del COI: “Quien crea que sólo se da en España está equivocado”, ha zanjado el portavoz. Por su parte, Juan Antonio Samaranch Salisachs analizaba que “habiendo puesto tanto dinero [público] en inversiones para infraestructuras, es un acto de responsabilidad pedir los Juegos”. Sobre los cálculos de esta candidatura no ha sido muy extenso: “Es un presupuesto realista: 1.500 millones para infraestructuras, para siete administraciones y en siete años saldrá a poco más de 100 millones, algo muy asumible”.

Efecto rehén

Joan Pasqual, Eloi Serrano y Francesc Trillas han realizado un estudio para la cátedra Pasqual Maragall de la Universidad de Barcelona, y afirman: “Si la ciudad gana la candidatura, no hay marcha atrás y la presión va en la dirección de gastar dinero para asegurarse que los juegos van a dar una imagen positiva. Los organizadores son rehenes de las entidades organizadoras, los operadores de televisión, los arquitectos, los profesionales e industria del deporte”.

Los grandes acontecimientos deportivos tienen este patrón de comportamiento. El presupuesto inicial para los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi (Rusia) que se celebrarán en 2014 fue de 12.000 millones de dólares. La última revisión les atribuye ya 33.000, un 175% más de gasto. Otro ejemplo es el de los Juegos de la Commonwealth de 2010 en Delhi, India. Se presentó con 6.200 millones de rupias, mientras que el presupuesto final fue 11 veces mayor: 706.000 millones de rupias. El mundial de fútbol en Suráfrica, también ese año, presupuestó 2.000 millones de rands para levantar los estadios y acabó por desembolsar 13.000 millones.

Según el dossier de Madrid 2020, si los ingresos no cubren el presupuesto de organización (no el de inversión) deberá ser el estado el que cubran la diferencia en dos años. El columnista del Financial Times Simon Kuper explica que los poderes públicos que deciden meterse en una carrera como la de la organización de unos Juegos Olímpicos deberían explicar a la ciudadanía que, al menos en lo económico, “un evento de estas características es una gran fiesta, y como tal debería ser defendido, es decir como un acto de gran consumo y no como una inversión”.

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