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The Guardian en español

Dos años como médico personal de uno de los terroristas más buscados del mundo

Foto de archivo tomada el 2 de noviembre de 2006 del líder del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, sigla en inglés), Joseph Kony (izq).

Inna Lazareva

Bangui (República Centroafricana) —

Cuando Aubin Kotto-Kpenze entra en un restaurante de Bangui, capital de la República Centroafricana, no queda claro si el escolta armado que lo acompaña está allí para protegerlo a él, o a los otros comensales. Después de todo, Kotto-Kpenze, de 47 años, pasó dos años junto a uno de los terroristas más buscados del mundo, el líder del Ejército de Resistencia del Señor, Joseph Kony.

Secuestrado para trabajar como médico personal de este señor de la guerra ugandés, Kotto-Kpenze logró escapar en 2009. Hoy, tiene una ambiciosa misión: atrapar a Kony.

“Mi objetivo es perseguir a Joseph Kony y a su gente”, cuenta cuando nos encontramos. “Queremos que sean atrapados. Queremos que sean juzgados”, añade.

En los 30 años que lleva al frente del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), Kony ha sido responsable de la muerte de más de 100.000 personas. Más de 20.000 niñas y niños han sido forzados a ser soldados y esclavos sexuales. Dos millones de personas han sido desplazadas. En la primera mitad de 2016, el grupo secuestró a 500 civiles en tres países diferentes.

Kony huyó de Uganda hace años y se cree que está escondido junto a otros cien hombres en la República Centroafricana. Kotto-Kpenze sabe que encontrarlo no será tarea fácil.

El 6 de marzo de 2008, los soldados de Kony entraron a la farmacia donde trabajaba Kotto-Kpenze en Obo, en el extremo sureste de la República Centroafricana. Secuestraron al personal y robaron todo lo que había en la farmacia.

Uno de los soldados, al ver a Kotto-Kpenze con delantal blanco, lo confundió con un médico y le dijo a los otros que no le hicieran daño. Cuando llegaron al campo del LRA, Kotto-Kpenze fue llevado ante Kony.

En ese primer encuentro, Kony le aseguró que nadie le haría daño mientras estuviera junto al líder del LRA. Pero cuando Kotto-Kpenze dudó ante la pregunta de si aceptaba ser su médico personal, el tono de Kony cambió: “Aquí es sumisión o muerte”, le aclaró.

Los siguientes meses, gracias a sus conocimientos sobre medicamentos, Kotto-Kpenze se fue ganando de a poco la confianza de Kony y sus hombres. “Yo hacía todo como si fuera uno de ellos”, señala. “Incluso bajo la lluvia, cuando estaba agotado, siempre intentaba demostrarles que podía con todo, que les era leal”.

Una noche, Kotto-Kpenze se encontró solo por primera vez desde su captura. “Pensé: quizá hoy es el día en que Dios quiere que escape’. Así que aproveché la oportunidad y huí”.

Después de tres días en la selva, finalmente llegó a un pueblo. La gente al principio tuvo miedo al verlo armado, con la barba crecida y la ropa militar hecha jirones, pero luego lo llevaron a la base militar de Sudán del Sur, a 25 kilómetros de distancia.

“Tú eres del LRA”

Kotto-Kpenze fue entregado a las fuerzas ugandesas que tenían vigilado a Kony. “Sabían de mí, que yo era el médico de Kony, que era cercano a él”, dice. Querían usarlo para atrapar a Kony. Ante el temor de ser recapturado, Kotto-Kpenze se negó a ayudarlos. “Les dije que no. Yo allí no vuelvo”.

Unas semanas más tarde, Kotto-Kpenze estaba de regreso en la República Centroafricana, donde sufrió una crisis nerviosa. “La emoción de ver de nuevo a mi familia…quedé como en estado postraumático”, relata. Los siguientes meses estuvo con tratamiento en una unidad psiquiátrica.

“Cuando regresé, había perdido a mis esposas”, afirma, explicando que una había muerto y la otra se había marchado. “Perdí mi personalidad, mi credibilidad frente a algunas personas y perdí a mis hijos, porque ya no puedo cuidarlos como lo hacía antes”.

“Incluso hoy, hay personas que aún me señalan. ‘Tú eres del LRA. Tú te comías a la gente en la selva, tú mataste personas’, me dicen”.

Decidido a apoyar a otros supervivientes, en 2010 Kotto-Kpenze creó la Asociación de Víctimas del LRA. Ha contabilizado más de 1.600 víctimas en la República Centroafricana, “y es una estimación a la baja. Seguramente hay muchísimas más”.

Kotto-Kpenze ha recogido testimonios de víctimas para la Corte Penal Internacional de La Haya. En 2005 el tribunal emitió órdenes de captura para los líderes del LRA por crímenes de lesa humanidad. En diciembre de 2016, en la Corte Penal Internacional, comenzó el juicio contra el antiguo comandante del LRA, Dominic Ongwen, acusado de asesinatos, torturas, violaciones y de someter a personas a esclavitud sexual.

Pero Kotto-Kpenze se siente frustrado cuando piensa que sus esfuerzos han dado pocos frutos. “El que tiene que actuar es el Gobierno de la República Centroafricana”, asegura. “Nosotros queremos esto, pero parece que el Gobierno no”.

Lewis Mudge, investigador de Human Rights Watch en Bangui, explica: “El poder judicial en la República Centroafricana está muy limitado en su capacidad de ir tras los sospechosos del LRA”.

Mudge dice que el derrocamiento del Gobierno en 2013 destruyó lo que quedaba en pie del débil sistema legal del país. “Desde entonces, sólo ha habido dos sesiones penales en todo el país, una en 2015 y otra en 2016. Las dos se realizaron con mucha ayuda internacional”. Mudge añade que no sabe de ninguna acusación pendiente en ningún tribunal de la República Centroafricana contra sospechosos del LRA.

Incluso contabilizar las víctimas es una tarea extremadamente difícil, especialmente en una región anárquica como es el sureste de la República Centroafricana, dice Mathias Barthélemy Morouba, presidente del Observatorio Centroafricano por los Derechos Humanos y abogado de las víctimas del LRA. “Los jueces no pueden trabajar allí. A las fuerzas de paz las matan. El Ejército no llega”, afirma.

Kotto-Kpenze se niega a rendirse. Planea formas de identificar a las víctimas en todo el país “y obtener pruebas de violaciones a los Derechos Humanos cometidas por el LRA desde 2008 hasta hoy”.

Hay un destello de esperanza: un tribunal penal especial, establecido en 2015 para investigar crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos desde 2003 en la República Centroafricana. Mudge dice que este tribunal será un socio necesario de la Corte Penal Internacional: “Es una buena oportunidad para juzgar crímenes graves, romper el círculo de impunidad y ayudar a fortalecer el sistema judicial en general.”

Kotto-Kpenze sabe que la búsqueda de justicia para las víctimas será un proceso arduo. Pero, dice, “eso es lo que me motiva. Por eso siento que hay que atrapar a Kony”.

Traducido por Lucía Balducci

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