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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Catalunya: la democracia en Europa está en juego

Manifestación contra la actuación policial del 1-O.

Katja Kipping / Nicola Fratoianni

diputada y presidenta de Die Linke / diputado y secretario nacional de Sinistra Italiana —

En estas horas, Europa y el mundo miran a Catalunya con sentimientos cruzados. En primer lugar, estamos profundamente preocupados por la escalada por parte del Gobierno español. La represión policial y la violencia nunca son una solución para un conflicto político, al margen de cómo analicemos la situación legal. Esto hace que el conflicto sea algo más que “una cuestión interna de España”, como ha reiterado el presidente Juncker varias veces.

En cambio, pensamos que se trata de un asunto que tiene que ver con Europa y la Unión Europea en su conjunto. No sólo porque en los últimos años las instituciones europeas con las acciones fundamentales de la troika, que impuso políticas de austeridad a nivel nacional, han mostrado otra actitud de intervención brutal en los “asuntos internos” de cada país miembro como hemos visto en la pesadilla social de la crisis griega.

Y no sólo porque una iniciativa política de la Unión Europea –ya sea junto a otros negociadores neutrales– pueda desempeñar un papel mediador positivo en este momento, favoreciendo la reapertura del diálogo entre los distintos actores implicados y buscando una solución negociada a la crisis. Es más. Los recientes desarrollos de la “crisis catalana”, a pesar de las especificidades históricas de este asunto, son síntoma de una enfermedad más profunda en Europa: la crisis de la democracia en las formas Estado como la conocemos hasta ahora.

Fotos del pasado domingo, con decenas de miles de personas –mujeres y hombres, jóvenes y mayores– activamente comprometidos a desobedecer la imposición de la fuerza; a garantizar la libertad de expresión; el “derecho a decidir”; a votar sobre su propio futuro; están hablando exactamente de esto: una fuerte demanda de democracia y autodeterminación, que va mucho más allá del clásico asunto de la “independencia nacional”.

Ante la violencia creciente de los procesos de globalización económica, con las desastrosas proporciones de las crisis ecológicas y con el crecimiento exponencial de las desigualdades sociales, en las dos últimas décadas los clásicos Estados-Nación han demostrado su incapacidad para afrontar los grandes retos de nuestra hora.

Diez años de crisis económica han exacerbado todo esto. Además, si el espacio nacional –y el ejercicio de la democracia representativa dentro de las fronteras nacionales– no fuera capaz por sí solo de contrarrestar los flujos del capitalismo financiero, nos parece improbable o poco realista que una reproducción a menor escala de la nación, es decir, una multiplicación de Kleinen Vaterländer [pequeñas patrias], puedan hacerlo.

Pensamos que en la “crisis catalana” sería injusto forzarse a elegir entre la defensa autoritaria del Estado español centralizado y la proclamación unilateral de la independencia de un “Estado de Catalunya”. Pero, al mismo tiempo, pensamos que la población de esos territorios debe estar en condiciones de decidir libremente su destino de una manera democrática y con respecto a la mayoría de su pueblo.

Desde un punto de vista estratégico, necesitamos una tercera opción, un enfoque radicalmente diferente: considerar el principio de “proximidad” y, por lo tanto, situar el lugar de la toma de decisiones políticas lo más cerca posible de las personas y sus comunidades, empezando desde un principio de “autogobierno” que surge de las ciudades, de abajo hacia arriba. Tenemos que pensar e imaginar que estos territorios autónomos pueden ser federados en una escala más amplia, más allá de los límites tradicionales del Estado-Nación y del chovinismo nacionalista, en un pacto renovado de convivencia y cooperación.

Por lo tanto, la “crisis catalana” debería ser una oportunidad para abrir finalmente un debate transnacional sobre la democracia en Europa, sobre el tipo de Europa que queremos en el presente y en el futuro, sobre la necesidad de un proceso constituyente que resuelva los retos y los riesgos que estamos afrontando.

Pero para ello, es crucial seguir en este momento el camino señalado con claridad y valentía por las plataformas municipales, las confluencias y la izquierda en España y Catalunya. Con Ada Colau y Pablo Iglesias, con Manuela Carmena y Alberto Garzón, este es el momento de detener la represión y los actos unilaterales, es hora de restablecer la política contra el uso de la fuerza, es hora de establecer un diálogo para la convivencia.

Siempre es el momento de una solución pacífica. Ahora es el momento de una amplia movilización europea en apoyo del espíritu y la letra de la Declaración de Zaragoza. Estamos disponibles para hacer nuestra parte. Junto con muchos otros. Porque hoy, en España y en Catalunya, están en juego el presente y el futuro de la democracia en Europa y los valores republicanos y los derechos ciudadanos de la Unión Europea.

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