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El Duque de Alba, un hombre de nuestro tiempo

La familia Alba apoya la transacción de las obras de Fra Angélico

Jesús Cintora

Cataluña, Puigdemont. Se repite machaconamente. Cataluña, Puigdemont. Nada sonaba tanto desde los tiempos de la Macarena (alegría y cosa buena). Estamos tan centrados en salvar la patria, que esta semana hasta nos hemos olvidado de dar las gracias a uno de los grandes de España. Somos unos desagradecidos. Vaya aquí un homenaje al Duque de Alba. Un emprendedor. Un incomprendido. Un hombre de su tiempo.

Que el Duque buscara becarios gratis para arreglarle el jardín da buena prueba de que es un sabio observador, un aristócrata integrado en la sociedad en la que vive. El Duque ha sabido ver que España encabeza el precariado, la flagelación de la clase media, el conformismo… los becarios a coste cero. Aquí el 70% de los jóvenes se resigna con que trabajará “de lo que sea”, no se mueve ni dios y el duque ha tomado nota. ¿Cuántos como él?

¿Acaso no está tocada de inmovilismo la España donde la calidad democrática va en retroceso? No lo digo yo, la Unidad de Inteligencia de “The Economist” nos baja dos peldaños y nos sitúa  cada vez más cerca del estatus de “democracia imperfecta”. Con nuestra corrupción, nuestra politización de la justicia, nuestra desigualdad económica, nuestro precariado, ¿nuestro pasotismo? Búsqueda de jardineros gratis en un país que lidera el ranking europeo de becarios peor pagados.

El Duque lo ve. Porque es un europeísta convencido. Lo demuestra al cobrar los tres millones de euros al año de subvenciones comunitarias a la agricultura. Y ni siquiera le obligan a cultivar la tierra a cambio, pero en un gesto solidario el señor buscaba mano de obra gratis para trabajarle el jardín. Alguno de esos jovencitos de una España que también encabeza la lista europea donde más jóvenes trabajan en prácticas con los estudios terminados. Y la mitad curran gratis. Y el Duque se ha adaptado a su época.

Pónganle un monumento al señor de Alba, porque quiso permitir que el becario de turno ponga en su currículum que regó los ababoles de Palacio. Aunque la muchachada asuma que vivimos en un país donde el currículum vale menos que los contactos y los enchufes a la hora de buscar trabajo. El Duque no ofrecía sueldo, ni manduca, ni alojamiento. Pero quería sacar un rato de casa para currar en su jardín a esos mozos de una España donde el 80% de los jóvenes aún vive con sus padres.

Han de saber los chicuelos del país donde nadie emigra (porque se llama “movilidad exterior”) que la casa de Alba es escuela para españoles viajados: con movimientos de dinero en Suiza según informó la Guardia Civil, con buena recaudación de fondos europeos o ejerciendo de embajadores para Franco. Un jardinero ha de saber que quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.

Se ofrecían dos puestos: “retirada de plantas, plantación de nuevas, poda, inventariado de la flora del Palacio, retirada de follaje y mantenimiento en general”.  La casa de Alba, con una riqueza cifrada en más de 3.000 millones de euros, daba remuneración cero. Será antiguo que aún haya Duque desde el siglo XV, pero no me negarán que con la explotación en pleno 2018 la oferta se adaptaba como un guante a nuestro tiempo. Guantazo de realidad. Y ahora sigan con Puigdemont, que se nos escapa.

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