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¿Perdió Podemos su oportunidad?

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.

Ignacio Urquizu

El éxito de Podemos ha sido analizado en múltiples artículos en los últimos meses. Básicamente, y resumiendo mucho, su gran valor fue conectar con el estado de ánimo de los españoles. Cuando la sociedad estaba desencatada y desorientada, la formación de Pablo Iglesias fue capaz de ofrecer un relato que mostraba una gran empatía con la ciudadanía. Desde luego que no es una cuestión baladí. La política consiste básicamente en esto, como ha repetido en múltiples ocasiones Felipe González: en hacerse cargo del estado de ánimo de la gente. El resultado de esta conexión con los ciudadanos ha sido el gran aumento de su intención de voto en las encuestas.

Pero una vez logró este paso tan importante, parece que ha fallado en los siguientes. Los retos que tenía Podemos por delante eran dos: organizar equipos solventes y presentar un programa reformista. Y en ambas cuestiones ha acabado siendo la versión 2.0 de Izquierda Unida. ¿En qué sentido?

Si analizamos con detenimiento a muchos de sus cuadros, vemos caras jóvenes y no tan jóvenes que estaban hasta hace no mucho en IU. Un ejemplo paradigmático fue Violeta Barba en Aragón, quien semanas antes de postularse como líder de Podemos-Aragón era la coordinadora de juventud de Izquierda Unida-Aragón. Y no ha sido el único caso. De hecho, gran parte de sus máximos dirigentes y fundadores de esta formación eran asesores de IU. Por lo tanto, Podemos se ha ido nutriendo de unos cuadros con una ideología muy determinada.

Y esta última cuestión está muy relacionada con la ausencia de un proyecto político reformista. Que los principales dirigentes provengan de posiciones muy a la izquierda ha determinado que muchas de sus propuestas programáticas se enmarquen justamente en ese ámbito ideológico. Esto no es ni bueno ni malo, es únicamente el resultado del proceso que ha vivido Podemos en su proceso de creación.

El principal problema de esta configuración programática es que esto ya no conecta con la mayoría de la ciudadanía. Como se ha visto encuesta tras encuesta, España es un país que se ubica mayoritariamente en el centro-izquierda y cada vez que ha votado ha huido de los extremismos ideológicos. Por ello, el riesgo que tiene ahora mismo Podemos es en convertirse en una versión “moderna” de Izquierda Unida. Y de hecho los datos comienzan a apuntar en esta dirección. Dos ejemplos.

El primero de ellos lo vemos en el clima social de abril de Metroscopia que publicaba este domingo El País. Mostraba que el principal descenso de Podemos se ha producido entre los votantes progresistas, que son los que comparte con el PSOE. Por lo tanto, la formación de Pablo Iglesias comienza a perder la confianza de la izquierda más moderada.

El segundo ejemplo lo encontramos en las elecciones andaluzas. La suma de IU-Andalucía y Podemos fue del 21,7% de los votos y ambas organizaciones de forma conjunta lograron 20 diputados. Estos datos coinciden con los mejores resultados que ha tenido Izquierda Unida en Andalucía, que fue en 1994.

En definitiva, es muy probable que Podemos haya perdido su oportunidad. Los españoles querían un programa de cambio que mejorase todo aquello que ha funcionado mal en nuestro país en los últimos años. Pero Podemos sólo ha sido capaz de ofrecer los mismos cuadros y las mismas propuestas programáticas que venía ofertando Izquierda Unida. De hecho, los dirigentes de esta última formación vienen denunciando de forma sistemática la opa hostil a la que están siendo sometidos. Los dirigentes de Podemos supieron diagnosticar el desencanto de la ciudadanía, pero no han sido capaces de ofrecer una alternativa realista de modernización del país.

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