Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Tongo extraordinario

Gonzalo García

Debate Callejero —

Que no Congreso. Me refiero, claro está, a la decisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general dimisionario del PSOE, de convocar un Congreso Extraordinario a mediados de julio para organizar su reemplazo. Digo bien organizar porque pese a haber batido por segunda vez consecutiva el récord negativo del PSOE en términos de cota electoral, el bueno de Alfredo considera que “su” partido necesita que controle su sucesión. Por responsabilidad, por supuesto, porque irresponsable sería, a sus ojos, que el partido pudiera quedar a la deriva, casi peor, caer en manos poco fiables a juicio de “los veteranos”, la generación que construyó una organización de Gobierno sobre las cenizas humeantes de Pablo Iglesias (del otro, del de siempre), que coadyuvó a ese milagro democrático conocido por “la Transición” y sacó a España del aislacionismo en el que llevaba envuelta por más de un Siglo insertándola de lleno en Europa. Bla, bla, bla.

No se trata de abjurar de los muchos y buenos logros de la “vieja guardia”, liderada por Felipe, como tampoco de los de la siguiente generación, impulsada por Zapatero. Sin embargo, los veteranos no admiten que pueda haber otros tan buenos como ellos, tan convenientes para España y para el partido como lo fueron ellos. Fueron. Porque hoy claramente no lo son. Ni Felipe abogando por un gran coalición, ni Rubalcaba pretendiendo rescatar al PSOE del hundimiento, hundiéndolo cada vez más, con el inestimable apoyo de Cebrián, Chaves, Solana y demás.

Y todavía menos que el liderazgo del partido pueda ser elegido por medio de una votación abierta a todos los militantes y también a los simpatizantes, como decidió el último Congreso, el de Sevilla, en el que Rubalcaba consiguió ser elegido secretario general por un estrecho margen de votos de entre los delegados. Para quienes no conozcan la mecánica interna, los delegados son elegidos por la militancia en cada agrupación local, en un sistema perverso que favorece el clientelismo, puesto que las votaciones para elegir secretario general en las agrupaciones se celebran posteriormente y no antes, con lo que en gran parte los que controlan la elección de delegados deben su cargo al liderazgo anterior al Congreso.

Bien distinto sería todo si el proceso fuera de abajo a arriba, es decir, si la militancia eligiera primero a su secretario general local y luego éstos eligieran entre todos al secretario general federal. O si, como se propuso en el Congreso de Sevilla, los militantes eligieran al secretario general directamente (un militante, un voto). Sin embargo, la ponencia se votó tras haber elegido previamente a Rubalcaba como secretario general, y no contó con su apoyo, por lo que fue derrotada.

Rubalcaba no se atrevió a oponerse al clamor que exigía abrir las elecciones primarias para elegir a los candidatos a las elecciones públicas a los simpatizantes, como ya han hecho otros partidos socialistas vecinos. Contrario por principio a las primarias, ya aprobadas con anterioridad, todavía lo era –y sigue siendo– a abrirlas a quienes pese a no contar con un carné del partido y ser ajenos por tanto a las sujeciones del aparato (reparto de cargos y favores), son quienes finalmente decidirán si los candidatos socialistas podrán triunfar en las campañas electorales públicas. Menos malo es perder con el nuestro, el candidato del aparato, que ganar con un candidato ajeno a nuestro control; mira lo que pasó con Zapatero, que ganó pese a nuestros esfuerzos por impedirlo e hizo lo que quiso, hasta hundir a PRISA concediéndole una licencia a La Sexta y otros desmanes semejantes.

De tal manera que, desde el minuto uno tras su elección, Rubalcaba se ha dedicado a tratar de reimponer el orden –el orden de la vieja guardia– en el partido antes que a tumbar a un Gobierno de derecha extrema, sostenido por un partido institucionalmente corrupto y de lamentable gestión económica. Lo más importante era postergar las primarias al máximo, sabedor de que sólo un milagro le permitiría ganarlas, a él, de tan ilustre pasado y capacidad sin parangón pero, aun así, peor valorado que el presidente del Gobierno con peor valoración pública de la democracia.

Las pospuso hasta noviembre de este año, fecha sólo decidida hace unos pocos meses y ahora que el segundo hundimiento le ha obligado finalmente a abandonar el barco, ha maniobrado eficazmente para conseguir anularlas, bien porque finalmente no se celebren, bien porque se limiten a refrendar al líder previamente elegido por el aparato.

Cuenta con la inestimable colaboración de Susana Díaz, experta del aparato andaluz, ayer apoyo de Chacón, hoy interesada como la primera en hacer valer el peso de la militancia andaluza y de los buenos resultados cosechados en Andalucía. Susana puede ser una excelente persona, una política sin igual y, quizás, si se presenta, la mejor presidenta autonómica andaluza. Quién sabe. Pero no tiene ningún derecho a que su opinión sobre el próximo candidato a presidente del Gobierno del PSOE cuente más que la mía o que la de cualquier militante. Considerar lo contrario es partir de una base tan errónea como la que ha llevado al PSOE al lodazal que supone no ser capaz de ganar a un partido que lleva dos años generando miseria económica y moral.

Habíamos decidido que la votación sería abierta a los simpatizantes, pero tras el tongo extraordinario pretenderán impedir su participación, o al menos desincentivarla al máximo. Ya está el bueno de Patxi López sugiriendo que las primarias se posterguen hasta después de las elecciones autonómicas de la próxima primavera, de forma que el nuevo líder orgánico tenga tiempo de asentarse y la oportunidad de apuntarse algún tanto electoral, con la esperanza de que le sirva para derrotar a cualquier advenedizo que ose presentarse. Para entonces, además, jugarían la baza de que no quedaría apenas tiempo para que un candidato alternativo pudiera verdaderamente desarrollar una campaña eficaz de cara a las elecciones generales de noviembre de 2015, especialmente si Rajoy colabora un poco y las adelanta, siquiera un poco.

Morir pero matando. No comprenden que gran parte del problema son ellos y sus modos. Que somos muchos los que hemos huido de las agrupaciones, muchos más los que no se atreven a acercarse y legión los que, pese a no conocer de primera mano las malas artes orgánicas, huelen a chamusquina y, sobre todo, perciben la mediocridad de candidatos e ideas que destila todo el entramado, y dejan de votar a la que sería su primera opción electoral natural.

Puede que me equivoque pero me temo que, esta vez, le(s) va a salir mal la jugada. De aquí a julio pueden pasar muchas cosas y si al partido socialista le queda un hálito de vida, serán muchos los que se rebelen contra el golpe de estado interno. Apenas 24 horas después de la convocatoria del tongo extraordinario, ya han sido varias las voces significadas que han mostrado su oposición y todavía más las que empiezan a posicionarse para tratar de que en el Congreso sean todos los militantes los que voten y no sólo los delegados. Ya se hizo en Galicia, en rebelión abierta contra Ferraz, que pretendió impedirlo, y salió bien. ¿Por qué no a escala federal? Porque la votación sería más difícil de controlar, algo que no desean ni la vieja guardia ni los barones como Susana Díaz o García Page.

El lunes escribía yo por estos lares que igual Rubalcaba nos sorprendía y dimitía, formándose una gestora que adelantara las primarias. Si hubiera leído mis líneas, Rubalcaba se habría sonreído ante mi ingenuidad. Si hay que dimitir se dimite pero, perder el control, ¡eso jamás!

El barco está hundido pero Rubalcaba, la vieja guardia y los tontos útiles de Ferraz creen que sólo ha encallado. No, todavía queda mucho para tocar fondo y espero que sean legión los militantes que de aquí a julio se movilicen para impedir la última maniobra torticera del campeón de las conspiraciones y la manipulación orgánica. Bastaría con conseguir abrir la elección a toda la militancia.

Ya le está sobrando tiempo a Eduardo Madina para posicionarse claramente. ¿Qué es eso de que respeta la decisión del secretario general? Yo también la respeto pero no la comparto y me opongo firmemente, tanto porque considero que no es buena para el presente y el futuro del PSOE como porque supone un atentado a la voluntad abrumadoramente mayoritaria de la militancia de celebrar elecciones primarias cuanto antes y abiertas a los simpatizantes. Han jugado con lo decidido por el Congreso y se han quemado los dedos. No tienen ninguna legitimidad para seguir violando –en la práctica– lo acordado.

Etiquetas
stats