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Plan Junker: salida en falso

Plan Juncker.

Stuart Holland*

Con EE UU y el Fondo Monetario Internacional (FMI) llamando a la recuperación de la economía europea, y con Grecia incapaz de levantar cabeza sin que ello ocurra, el plan de inversiones presentado por Jean Claude Juncker en 2015 ha pasado de ser un programa financiado con bonos a una iniciativa financiada por el sector privado con unos criterios aún por definir. 

Esta propuesta del Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas (FEIE) anula la posibilidad de que el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y su institución hermana, el Fondo Europeo de Inversiones (FEI), puedan emitir bonos que no computan como deuda nacional y canalizar las plusvalías de fondos de pensiones y fondos soberanos hacia programas de inversión con criterios amplios aprobados por los gobiernos.

La propuesta de FEIE parte de un análisis correcto del ministro de Finanzas polaco, Mateusz Szczurek, sobre la necesidad de financiar con bonos la recuperación europea. Pero también se apoya en la percepción errónea de que el FEI, creado por Jacques Delors en 1994, no puede cumplir esa misión, cuando en realidad nació precisamente para guiar dicha recuperación y compensar la deuda deflacionaria y las condiciones de déficit de Maastricht. 

A diferencia de la propuesta inicial de Szczurek, el FEIE no se financia con bonos, sino que tiene forma de Iniciativa Financiera Privada (PFI, en sus siglas en inglés). Las PFI son fórmulas conocidas por buscar garantías públicas y porque acaban costando más que la financiación pública, como ocurrió en su día con la privatización de British Rail (la compañía británica de ferrocarriles).

Además, un FEIE ya ha sido rechazado por la Corte Europea de Auditores por carecer de fundamento legal para ofrecer garantías en la cofinanciación privada. También fue impugnado por el Parlamento Europeo con el argumento de que no sólo no aportaba dinero fresco, sino que proponía reciclar fondos europeos de investigación, aunque posteriormente, de forma equivocada, fue aprobado. 

DESAFÍOS LEGALES

Hay una propuesta para que las aportaciones de los Estados miembros de la Unión al FEIE no cuenten como deuda pública y, por tanto, no contravengan el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Pero se da la circunstancia de que tanto los bonos del FEI como los del BEI no se contabilizan como deuda pública, estos últimos desde 1958. 

Los bonos del FEI también pueden cofinanciar inversiones del BEI reutilizando plusvalías de los bancos centrales y los fondos soberanos. Estos bonos fueron parte de los objetivos fundacionales del FEI y se equipararon a los bonos del Tesoro de Estados Unidos, que no cuentan como deuda de los estados, aunque sin la necesidad de tener un federalismo fiscal, ya que los proyectos del BEI se financian con los beneficios que ellos mismos generan y con los impuestos recaudados por los Estados miembros.

En efecto, el Proyecto FEIE depende de la financiación privada, que no está garantizada cuando la confianza es baja, y es vulnerable a desafíos legales. Los bonos del BEI son financiados principalmente por los bancos centrales, aproximadamente una tercera parte por fondos de pensiones Triple A y con inversiones de fondos soberanos. 

Por tanto, no necesitamos una nueva institución dentro del Grupo BEI para financiar la recuperación europea que Jean Claude Juncker subrayó como gran prioridad cuando buscaba el apoyo a su presidencia de la Comisión en el Parlamento Europeo en julio del año pasado. 

Además, financiar inversiones siempre implica condicionalidad. Para el BEI, la principal condición ha sido siempre la viabilidad de los proyectos que cofinancia. Pero la propuesta de FEIE también incluye condiciones para que las inversiones puedan garantizarse, incluyendo reformas estructurales; es decir: el debilitamiento de los derechos sociales y laborales con el argumento de que éstos frenan la creación de empleo, la productividad y la innovación.

Esas reformas que preconiza Alemania desde el estallido de la crisis de la zona euro han tenido efectos muy negativos en la inversión, el empleo y los intercambios comerciales, por no hablar de Grecia. El FMI ha reconocido recientemente, en sus Perspectivas de la Economía Mundial del mes de abril, que no hay pruebas de que la protección de esos derechos frene la creación de puestos de trabajo, la productividad o la innovación.

EVALUACIÓN DE PROYECTOS

El plan del FEIE también incluye la creación de un grupo de hasta ocho expertos a tiempo parcial con la misión de fijar los criterios  para los proyectos de inversión. Es innecesario. El Grupo BEI tiene en plantilla cientos de expertos con décadas de experiencia en evaluación de proyectos. Así lo reafirmamos el ex presidente del BEI Philippe Maystadt y yo en marzo pasado ante las comisiones de Presupuestos y de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo.

Tampoco se necesitan nuevos criterios de inversión. En 1994, el Consejo Europeo de Essen los fijó para las comunicaciones y el transporte transeuropeo, y pueden ser válidos para financiar la deseada red europea de banda ancha. El Programa de Acción Especial de Amsterdam de 1997 recibió el apoyo del BEI para invertir en sanidad, educación, regeneración urbana, tecnologías verdes y financiación de pequeñas y medianas empresas. 

Estos criterios cubren un amplio abanico de potenciales proyectos de inversión. La regeneración urbana puede incluir la rehabilitación de edificios, la construcción de nuevos edificios, nuevos medios de transporte como tranvías y metro, así como redes de suministro de electricidad, gas y agua, con el consiguiente beneficio de las empresas privadas de construcción e ingeniería. La inversión en sanidad puede significar la renovación o ampliación de hospitales y centros de salud. En la educación sucede lo mismo con las escuelas, los centros de formación profesional o las universidades.

Todo ello tiene una ventaja adicional que debería ser reconocida por el Gobierno británico: desviar inversiones en estas áreas desde los presupuestos nacionales hacia el BEI o hacia la financiación conjunta BEI-FEI que no cuente como deuda nacional puede liberar recursos fiscales necesarios para reducir la deuda o financiar un mayor gasto social, o para las dos cosas.

El plan FEIE tampoco tiene dimensiones globales, a pesar de que la recuperación europea es vital para la economía mundial. En concreto, es incapaz de poner de manifiesto que una recuperación financiada con bonos puede reciclar plusvalías globales, lo cual es perfectamente factible. 

Los BRICS, reunidos en Washington el 25 de septiembre del año pasado, dejaron claro que invertirán en eurobonos si estos se utilizan para financiar la recuperación europea. Europa debe aceptar la oferta y demostrar que puede agregar valor a lo que los gobiernos nacionales no podrían conseguir de otro modo, lo cual también modificaría los términos de referencia de un referéndum sobre el Brexit en Reino Unido.

*Stuart Holland fue miembro del Parlamento británico por el Partido Laborista y consejero del ex presidente de la Comisión Europea Jacques Delors.  

[Este artículo ha sido publicado en el número de mayo de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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