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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

¿Quedará vacío Guantánamo?

Acción pidiendo el cierre de Guantánamo. © Amnesty International

Carmen López

periodista de Amnistía Internacional —

A Donald Rumsfeld no le tembló la mano al firmar la aprobación del “plan especial de interrogatorio” para los detenidos de Guantánamo. Un plan de torturas de 90 días de duración que se puso en marcha en 2003. Pero tampoco le tembló la mano a la administración Bush al ordenar la detención de miles de personas desde septiembre de 2001, personas que en su mayoría no han sido juzgadas.

 

El próximo 11 de enero se cumplen 13 años desde que llegase a Guantánamo el primer detenido de lo que se denominó la “guerra contra el terror”. 779 hombres, todos extranjeros, han estado encarcelados allí por la administración estadounidense durante estos años.

 

La firma de Rumsfeld convirtió a Mohamedou Ould Slahi en uno de los detenidos peor tratado en Guantánamo, pese a no haberse presentado cargos contra él y no haber creado ningún problema durante su internamiento. Su viaje hasta el centro de detención fue cruel. Detenido en Mauritania, sometido a desaparición forzada y entregado ilegalmente a Jordania por parte de Estados Unidos. Allí y en la base militar de Bagram en Afganistán, por donde pasó después, sufrió tortura.

 

Mohamedou Ould Slahi llegó en agosto de 2002 a la base naval. Le habían detenido por orden de la administración estadounidense porque se pensaba que era miembro de Al Qaeda. Algo que Slahi siempre ha negado, porque cortó relaciones con la organización en 1992.

 

En Guantánamo, Slahi se enfrentó al “quién da más”. El plan especial de interrogatorio al que fue sometido convirtió su celda en un agujero sin estímulos, con las puertas selladas para que no entrara la luz, sólo podía ver a guardias con máscaras que le vigilaban. Le privaron de sueño durante 70 días, le despertaban cada dos horas, le expusieron a luces estroboscópicas y a música heavy a todo volumen. Empezó a tener problemas mentales, llegó a oir voces. Le contaron que iban a detener a su madre y la llevarían a Guantánamo. Le hicieron tocamientos y tuvo que presenciar escenas de sexo, siendo él una persona profundamente religiosa.

 

En abril de 2010, un juez declaró ilegal la detención de Slahi y ordenó su libertad por haber sido sometido a “malos tratos generalizados y graves en Guantánamo desde junio a septiembre de 2003”. El Gobierno estadounidense recurrió esta resolución y la Corte de Apelaciones del Circuito del DC la anuló. Mohamedou Ould Slahi es uno de los 127 detenidos que sigue recluido, sin cargos, ni juicio.

 

Aunque sus condiciones de reclusión han mejorado, sólo puede ponerse en contacto con su familia una o dos veces al año a través de la Cruz Roja Internacional. Puede escribir cartas a sus abogados y recibir cartas de ellos, pero todo este material pasa siempre por Washington por ser considerado clasificado. Ni siquiera sus abogados pueden revelar lo que él les comenta, porque el Gobierno cree que podrían poner en riesgo la seguridad nacional y serían juzgados por ello.

 

Al menos tres veces, el presidente de Estados Unidos, Barak Obama se ha comprometido públicamente a cerrar Guantánamo. Pero los detenidos siguen allí. Los menos, pendientes de juicios en comisiones militares que no cumplen las normas internacionales sobre juicios justos. La mayoría, sin cargos ni juicios. Y aunque decenas de detenidos esperan ser trasladados, el Gobierno de Estados Unidos los sigue manteniendo en Guantánamo, ahora porque en sus países de origen las condiciones de seguridad no son las adecuadas.

 

13 años después son muchas las preguntas que siguen sin responderse. ¿Se quedará Guantánamo vacío de detenidos? ¿Se liberará a las personas encerradas sin haber cometido ningún tipo de delito, sin haber tenido un juicio, ni justo ni injusto? ¿Les reparará la administración estadounidense por esta brutalidad? El escepticismo es quien me impulsa a responder, pero no nos puede paralizar. No podemos olvidarnos de esas 127 personas que todavía siguen detenidas, y de que si nadie rinde cuentas ante la justicia por estos terribles abusos, el recorte de sus derechos y de los nuestros se legitima.

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