1semana1historia nace de la necesidad de contar historias que pasan desapercibidas delante de nosotros. Grandes gestas personales, vivencias sorprendentes que se esconden tras rostros anoÌnimos y merecen ser narradas en tiempos difiÌciles como los que ahora nos toca vivir. Cada semana, una pieza que intenta arrojar luz sobre esos aspectos destacables, y a menudo ocultos, de la convulsa sociedad en que vivimos. Creemos que requieren todo nuestro intereÌs y merecen ser transmitidas con el cuidado que hemos pretendido volcar en nuestras piezas. Pensamos que es posible hacer de puente entre los personajes que reflejamos y la sociedad en la que todos vivimos, y que su experiencia personal puede ayudarnos a todos a comprender el mundo en que habitamos, premisa fundamental para transformarlo y superarlo. El equipo de 1semana1historia desea sinceramente que estas vivencias os motiven, os inspiren o, cuando menos, os interesen y os tiende la mano para emprender un viaje que a buen seguro seraÌ apasionante. Y ahora, las compartimos en @eldiarioand. Todas las historias www.1semana1historia.com y en @1week1story
VÍDEO: Detrás de la alambrada
Oro, incienso, joyas, cilicios, bordados, sambenitos. Todo un imaginario histórico asociado a una idea de poder y represión acude con frecuencia a la llamada de la palabra “Iglesia”. Una Iglesia desnaturalizada y folclórica, materialista, al servicio del poder terreno y de un Dios preocupado por vigilar y castigar. Al margen de esta idea y de este mundo, a pie de calle, a pie de selva, incómoda para el poderoso y retando al tópico, existe, sin embargo, una Iglesia del oprimido, transformadora, austera, entregada y comprometida. Un cristianismo valiente, arremangado, golpeado por los tiranos, la pobreza y la enfermedad. El de los templos de adobe y cañas, las cruces de madera, el humanismo sincero y las cuentas sin ceros. Manuel Ogalla, representante de esta Iglesia olvidada, forjado en un barrio deprimido de una ciudad deprimida, nos cuenta cómo entiende su religión y cómo entregó su vida al pueblo shona de Zimbabue.
Oro, incienso, joyas, cilicios, bordados, sambenitos. Todo un imaginario histórico asociado a una idea de poder y represión acude con frecuencia a la llamada de la palabra “Iglesia”. Una Iglesia desnaturalizada y folclórica, materialista, al servicio del poder terreno y de un Dios preocupado por vigilar y castigar. Al margen de esta idea y de este mundo, a pie de calle, a pie de selva, incómoda para el poderoso y retando al tópico, existe, sin embargo, una Iglesia del oprimido, transformadora, austera, entregada y comprometida. Un cristianismo valiente, arremangado, golpeado por los tiranos, la pobreza y la enfermedad. El de los templos de adobe y cañas, las cruces de madera, el humanismo sincero y las cuentas sin ceros. Manuel Ogalla, representante de esta Iglesia olvidada, forjado en un barrio deprimido de una ciudad deprimida, nos cuenta cómo entiende su religión y cómo entregó su vida al pueblo shona de Zimbabue.