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Alfombras Baldomero cumple 100 años tejiendo generaciones

Castilleja de la Cuesta —
19 de noviembre de 2025 11:02 h

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En el número 19 de la calle Alegría de Castilleja de la Cuesta el teléfono no para de sonar. El fax también está en pleno rendimiento y el papel continuo cae lentamente en una caja de cartón. Elena, en primer plano, no para de hacer anotaciones mientras habla por teléfono. Su madre, Diana, se mueve de arriba para abajo con el móvil en la mano y con el altavoz escupiendo la conversación al otro lado de la línea.

En el caos de la oficina de Alfombras Baldomero, en una mesa redonda y al fondo, está Aurelia García. “Ya está aquí el periodista”, salta Elena.

Diana, a toda prisa, improvisa dos sillas y una mesita en el patio de una casa que acoge la oficina, el taller y el almacén de esta empresa familiar. “Hemos tenido las alfombras aquí guardadas todo el verano, ya limpias, y ahora tenemos que entregarlas. Y todo el mundo las pide al mismo tiempo”, dice García. 

“¡Qué venga Baldomero!”

Esta mujer, de 88 años, es legado vivo de las alfombras de nudo español, de nudo turco y de las alpujarreñas. García es la segunda generación de un negocio que nació en 1925, heredera de la Fábrica de Alfombras La Giralda. “Un señor de Madrid —Félix Bernaldes— trajo un taller para abastecer de alfombras a la Exposición Universal de 1929. Allí se colocaron las mujeres del pueblo y entre ellas mi tía Clotilde de quien aprendí el oficio”, recuerda. Su tío Aurelio y su padre Baldomero, que posteriormente tomaría el relevo, también consiguieron trabajo en la fábrica.

Tras un receso de la actividad obligada por la Guerra Civil, la empresa tomó vuelo. “Mi padre iba en un carro arrendado por Sevilla —cuyo tablero publicitario todavía se conserva— para recoger las alfombras. Era muy guapo y muy alto. Además tenía mucho arte. Era un dandi”, comenta García, que lo recuerda siempre con sus botos, bastón y sombrero. “La gente decía: '¡qué venga Baldomero!'”.

Calidad y prestigio

El negocio creció gracias a la labor comercial de su fundador; de su “labia”. Pero la actividad se asentó sobretodo por un producto y unos servicios de calidad. La empresa fabrica, restaura y limpia piezas de todo tipo otorgando un servicio integral para las alfombras. “Somos muy completos”, resalta García.

Además, prefieren tratar directamente con el cliente final y a lo largo de su historia han rechazado colaboraciones con grandes superficies. Así garantizan el control de todos los procesos y cuidan una labor que les ha convertido en uno de los referentes nacionales del sector. “Queremos las cosas bien hechas y no meternos en contramano. No hacemos nada que pueda quedar mal”, apunta García.

La empresa castillejana, que opta por la calidad frente al volumen, atiende tanto encargos institucionales como domésticos. Ha trabajado con el Parlamento de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla, la Plaza de Toros de la Maestranza y con numerosas hermandades y cofradías. También ha fabricado alfombras para particulares notables de la ciudad como la Casa de Alba. Pero su carácter “tradicional y conservador” no le cierra puertas para adoptar cualquier tipo de diseño como hicieron con los dibujos del pintor Luis Gordillo para tres alfombras de “dimensiones grandísimas” que decoran la Cámara de Comercio de Sevilla.

García subraya que entre las obras más destacadas está el tapiz que adorna el altar de la Basílica de San Lorenzo cuando el Señor del Gran Poder está en besamos. “Eso está en tesoro de la hermandad. La hizo mi tía Clotilde y es un orgullo… Es una preciosidad”. 

Punto de Interés Artesanal

Alfombras Baldomero ha sabido adaptarse a la demanda en un contexto comercial que normaliza lo industrializado. Entre los tiempos de fabricación, los costes de mano de obra y de los productos (lana, yute, algodón) no salen las cuentas. De ahí que hace años incorporase el tufting, una técnica textil en la que inyecta la lana en una base de tela para crear las alfombras. 

“Es muy difícil convencer a las nuevas generaciones de que hay trabajos que deben mantenerse. O no le dan importancia porque se creen que está todo hecho”, señala García, que apela a lo artesanal. “No dejamos el nudo y tenemos el taller montado. Se siguen haciendo alfombras a mano, pero cada vez hay menos encargos porque salen carísimas”.  

Pese a que la fabricación a mano se haya reducido, la actividad sigue estable gracias a las labores de limpieza y restauración. Incluso se aceptan piezas que no sean propias. “Hoy en día hay [alfombras] de todo tipo, que vienen de fuera, de pelo largo… las modernas dan mucho problema, pero aquí estamos para solucionarlos dentro de lo que cabe”, dice García.

Gracias a la puesta en valor de la producción manual y por la defensa del oficio, la Junta de Andalucía reconoció al negocio como Punto de Interés Artesanal en 2024.

Hilo familiar

Aurelia García hace recuento de todos los empleados. Apenas llegan a la decena y la mayoría son familia. Su hija, Diana, es la actual gerente de un negocio donde su hermano, Daniel, atiende a los clientes por toda Sevilla. Su nuera, Mari Carmen, está especializada en restauración mientras que el yerno, Cristobal, desarrolla nuevos diseños y piezas. Los nietos, Elena y Daniel ya son parte de una plantilla que tiene a las alfombras como eje central de la estructura familiar. 

Con la nueva generación ya en el taller, los telares todavía en uso y la implementación de distintas innovciones técnicas, el futuro de Alfombras Baldomero parece asegurado. García está “orgullosa” de una trayectoria de más de 100 años y se muestra esperanzada: “Yo no lo veré, pero creo que el negocio seguirá”, remata.