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Feminismo y 8 de marzo, radicales antiguallas innecesarias

Manifestación en Sevilla con motivo del 8 de marzo/FOTO: María Iglesias

María Iglesias

El 8 de marzo ha quedado obsoleto. El Día de la mujer trabajadora es una efeméride pasada de moda, por innecesaria. Incluso discriminatoria. ¿Por qué debe existir un Día de la mujer, si no lo hay del hombre? Días “nuestros” han de serlo todos, como los suyos. Nosotras somos iguales ya, en plena igualdad. ¿Feministas? No, ¿para qué? ¡Menuda radicalidad! ¿Acaso consentimos que los hombres se declaren orgullosamente machistas? No, por supuesto. Pues lo mismo.

Es más, si es evidente la plena igualdad laboral-salarial y familiar -de reparto de tareas y conciliación de responsabilidades profesionales y privadas-, nada en el horizonte amenaza con empeorar nuestras circunstancias. No se están dando pasos que supongan un retroceso ni ideológico ni legislativo en nuestros derechos. ¡En absoluto!

En el ámbito reproductivo, por empezar por lo más llamativo. El Ejecutivo de derechas que rige nuestros destinos, presidido por Rajoy, pero con dos lideresas a sus costados, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, no acaba de presentar esta legislatura un proyecto de ley del aborto que nos transporta treinta años atrás -como el coche de Regreso al futuro-, sustituye los plazos por supuestos y de los tres admitidos en la ley de los 80 llega a eliminar el de malformación fetal. ¡No, no, qué va!

¡Eso no puede estar ocurriendo: que nos condenen a volver a viajar a Londres para evitar los abortos clandestinos que nos practicábamos en el franquismo y las septicemias que se llevaron por delante a tantas compañeras! ¡No se vuelve a imponer la hipocresía e injusticia de que sólo las de clase alta y saneada economía -muchas de ideario pepero y fe católica- puedan decidir si son madres o abortan, mientras que las trabajadoras han de resignarse a que otros las tutelen como a niñas!

Vivimos ya en el siglo XXI y en una parte del mundo, Europa, donde desde la Revolución francesa de 1789, ciudadanos y ciudadanas no hemos dejado de avanzar en materia de libertades y derechos. Por eso, no puede ser cierto que más de la mitad de las europeas (¡actualmente vivas! ¡62 millones de almas, desde que el Concilio de Trento nos la reconoció!) hayan sufrido acoso sexual. Tan escalofriante dato no puede haber sido comunicado en la misma semana del 8 de marzo en informe de una institución como la Agencia de los derechos fundamentales de la Unión Europea.

Tal investigación no puede ofrecer en su texto completo resultados como que una de cada tres mujeres ha sufrido agresiones físicas o sexuales y que si las cifras son mayores en los países nórdicos es porque hay menos temor a denunciar.

No puede ser cierto, ¡no puede serlo!, que en Andalucía, la misma semana pasada, en 48 horas, se registraran cuatro asesinatos de mujeres por sus parejas o ex. Justo mientras la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, presentaba un efectista plan de Igualdad de oportunidades que llega dos años tarde y sin concreción pero, eso sí, con una cifra presupuestaria impactante que los telediarios repetirán como un mantra en vísperas de las europeas, en un útil plan de márketing electoral. Todo lo cual, en boca de una política que escurre sus responsabilidades en el caso Gürtel con el argumento de que ella no se enteraba de quién pagaba su coche o los cumpleaños de sus hijos porque las cuentas de casa las llevaba su marido, ¡la verdad, pierde credibilidad!

Si es que alguna quedaba. Porque los datos cantan. Y fechas como el 8 de marzo, ¡mira por donde! sirven de altavoz para estos datos de estudios impulsados, por ejemplo, por los sindicatos de trabajadores -otra institución de lo más cuestionada, por innegables errores propios, y sin embargo ¿también innecesarios?-

UGT acaba de publicar su informe anual Las mujeres en el mundo del trabajo y la economía y los resultados son ¡tan positivos como cabe imaginar! Si “La situación de las mujeres en el ámbito laboral en la UE, ya antes de que comenzara la crisis se caracterizaba por la desigualdad respecto de los hombres” (pp.7) “Con la crisis, esta realidad se ha agudizado (...) colocando a las mujeres, en una posición de estancamiento y retroceso en igualdad de género, contribuyendo a aumentar la exclusión social de las mujeres y el riesgo de pobreza, sobre todo en países en que el impacto del desempleo y recorte del gasto público son particularmente severos” (pp.8).

Vamos, ¡como el nuestro! Aquí, las que tienen suerte y empleo deberían trabajar 80 días más al año para percibir un sueldo equivalente al de sus colegas hombres (dato en que coinciden UGT y CCOO). Pero muchas, claro, ya se contentarían con ese menor sueldo porque han sido orilladas por la crisis, recluidas de nuevo en sus casas y relegadas a cuidadoras de niños, ancianos y discapacitados.

Una institución menos sospechosa de “roja peligrosa” que los sindicatos, como es el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, acaba de publicar su informe La sombra de la crisis. La sociedad española en el horizonte de 2018 -elaborado por once expertos en Sociología, Ciencias Políticas y Análisis económico- que alerta de que la reducción de ayudas sociales, sobre todo dedicadas a dependencia, conspirará a favor de la recuperación del rol de ama de casa cuidadora.

Todo esto en un lugar privilegiado del planeta, ¡incluso regido por una presidenta! ¡Qué no será en el mundo del que llegan huyendo las pateras y los saltadores de vallas “concertinadas”!

Dicho lo cual, se constata nuestra premisa inicial: ¡Qué antigualla más radical e innecesaria la del 8 de marzo y el feminismo en general! ¿Verdad?

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