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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

No es moderno, es misógino

El director Carlos Vermut posa durante una entrevista por su última película ‘Mantícora’

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Les soy sincera, me cuesta escribir esta columna y no sé muy bien cómo empezar. Hoy me he levantado con la noticia, fruto de un riguroso trabajo de investigación de los periodistas Gregorio Belinchón, Ana Marcos y Elena Reina, sobre los testimonios de mujeres que acusan al director Carlos Vermut de violencia sexual.

Me explico, no me cuesta escribir sobre ello porque esté sorprendida o se me haya caído un mito. Al contrario que otros compañeros, yo no estoy en shock, no me ha sorprendido la noticia, lo cual no sé si es más o menos doloroso. Me cuesta porque estoy muy enfadada y no sé muy bien cómo canalizarlo.

No voy a entrar en los hechos más que para reconocer la valentía de estas mujeres que habrán tenido todo en contra para hablar. Pero sí siento que es necesario hacer una reflexión sobre cómo a menudo elevamos a los altares de la creatividad, de lo artístico, de la modernidad, lo que es misógino, machista y violento.

Cuando una escribe, cuando crea y da forma a una película, inevitablemente se acaba proyectando en ella

Carlos Vermut me parece un buen cineasta y muchas veces he admirado el dominio que tiene del lenguaje cinematográfico, pero sus celebradísimas películas nunca me han gustado. Para mí la forma nunca funciona como un ente independiente de un fondo que destilaba violencia a raudales contra las mujeres y justificaciones de esos “deseos irracionales” disfrazándolos de subversión.

Y no es que no podamos mostrar la violencia, faltaría más, de hecho necesitamos películas que nos agiten y que nos hagan reflexionar sobre ella, la cuestión está en la mirada. Y en la de Vermut siempre he encontrado una erotización del daño a las mujeres, incluso un divertimento.

Muchos pensarán en aquello de separar la obra del artista, y si les digo la verdad, no tengo una opinión formada sobre esto. Pero sí que sé algo, porque soy guionista, y soy también directora. Cuando una escribe, cuando crea y da forma a una película, inevitablemente se acaba proyectando en ella. Podemos hacer ficción, podemos hablar del Oeste o de pingüinos en la Antártida, pero lo que una es, lo que una siente, lo que le inquieta, preocupa, piensa, mueve o desea, acaba saliendo. Toda mirada es política aunque no se pretenda. Escribir, hacer películas, es posicionarse, es situarse ante el mundo.

Creo que debemos darle una vuelta al concepto de lo moderno, en el que últimamente abunda mucho más la estética que la ética

Cuando en alguna ocasión comenté mi opinión sobre el cine de este autor, lo que recibí mayoritariamente fueron descalificaciones, porque él era un genio y yo no era nadie. Una exagerada, una feminazi, una antigua, una puritana, una que se había quedado fuera de la modernidad.

Y de verdad que creo que debemos darle una vuelta a ese concepto, al de lo moderno, en el que últimamente abunda mucho más la estética que la ética.

Me vienen a la memoria unas palabras de mi adorada Gloria Fuertes, una auténtica moderna, de las de verdad: “Me erotiza la gente buena”. A mí me pasa igual, y si a ustedes les sucede lo contrario, no es delito, ni mucho menos. Pero no sé, quizá hay que pensar sobre ello.

¿Recuerdan la película 'Mantícora', la última del director? En ella se nos presenta a un joven pedófilo como un monstruo hermoso y tierno, atrapado en su terrible secreto. El filme viene a plantear que el personaje no tiene salida, le pasa eso y no puede controlar sus deseos. Yo creo que sí que tenía salida, podía ir a terapia, podía ponerse en la piel del otro, podía replantearse las relaciones de poder, podía pararse a pensar sobre sí mismo y de dónde nacen los deseos de someter a alguien que consideras inferior.

Lo fácil es seguir estancado en el yo, en lo que yo deseo, en el yo soy así. Lo fácil es alegar que todo es ficción, como si en la ficción no hubiera una forma de mirar el mundo. Lo fácil es callarse y no opinar, y no mojarse. Lo difícil, lo realmente difícil, era hablar.

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