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Yolanda Díaz, hora de pasar de pantalla

La vicepresidenta Yolanda Díaz rodeada de los ministros Alberto Garzón, Ione Belarra, Irene Montero y Manuel Castells el 13 de mayo de 2021, tras la marcha de Pablo Iglesias.

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El espectáculo bochornoso en el Congreso no debe eclipsar que la reforma laboral está aprobada ni, lo que es más importante, que al aplicarse va a tener efectos concretos, ya, en la vida de la gente. No ha logrado revertir el abaratamiento del despido del PP que bajó la indemnización de 45 días por año trabajado a 22, eso no. Y claro que para que los empresarios, la banquera Ana Patricia Botín y la UE de mayoría conservadora la respalden ha tenido que ceder objetivos progresistas. Pero consigue mejoras como el aumento de sueldo vía convenios sectoriales, la “ultractividad” que significa que cada convenio al caducar sigue prorrogado hasta aprobar el siguiente en vez de desvanecerse y, sobre todo, impone acabar con el fraude de la temporalidad.

Oír decir a una ministra de Trabajo ayer por la mañana en la tribuna del Congreso que aquello que defendía su antecesora, la popular Fátima Báñez, de que “hay que elegir entre paro y precariedad”, es un fracaso de la representación política y del modelo de sociedad, “y se ha acabado ya” es alentador para el conjunto de los españoles. Porque llama a no conformarse con la explotación o la migración de nuestros jóvenes frente al drama del desempleo, sino a construir un mercado de trabajo distinto y mejor, equiparable al del contexto europeo.

Sin duda, la votación ha sido demasiado ajustada y accidentada como para no obligar a una autocrítica responsable a la vicepresidenta y su equipo. Me ciño a ella y no al total del gobierno porque considero también suyo en esencia el empeño y mérito de la reforma. Segura de que esta no habría salido y desde luego no así si hubiera dependido solo del partido socialista. Pero en sí, la reforma es ya hoy un capital político, de gestión, solvencia y credibilidad ante la ciudadanía. Todos recordamos que antes de que se fraguara este primer gobierno de coalición de izquierdas de la democracia se achacaba a Unidas Podemos inexperiencia de gestión. Prueba superada. A pasar de pantalla.

Invisible ante las elecciones de Castilla y León y Andalucía

Resulta que al presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, le sobraban razones para adelantar las autonómicas al 13 de febrero. Ninguna relativa al interés de los castellano-leoneses. Estaba, para empezar, el calendario judicial que investigará casos de corrupción del PP castellanoleonés con un primer juicio el 14 de marzo. Y estaba también el empeño de Pablo Casado ansioso de otro triunfo para reivindicarse ante Ayuso y también con ganas de que sea Mañueco o pronto luego el andaluz Moreno Bonilla quien se trague el sapo de meter a Vox por primera vez en un gobierno preparándole a él la jugada de hacer después, si llega el caso, a Abascal, Espinosa de los Monteros u Ortega-Smith ministros de España. No creo yo que Mañueco haya adelantado los comicios para coger a Yolanda Díaz con el pie cambiado. Más determinante puede haber sido restar maduración al movimiento España vaciada.

Pero el caso es que se viene publicando que “el anticipo electoral en Castilla y León obliga a Díaz a retrasar el lanzamiento de su plataforma”, que estas autonómicas “llegan pronto para el proyecto de Yolanda Díaz” y lo que todos vemos es que ella desde luego ha optado por un perfil bajo, con un único mitin confirmado con el candidato, Pablo Fernández, un mitin sin fecha a una semana de votar y que no será el de cierre de campaña porque no participará “por problemas de agenda” en el mitin donde sí estarán sus compañeros ministros Ione Belarra, Alberto Garzón e Irene Montero.

La invisibilidad de Díaz en la campaña autonómica en marcha es muy llamativa por contraste con el “desembarco de líderes nacionales” del resto de opciones políticas en Castilla y León. A Pablo Casado lo vemos a diario, o con Mañueco o con vacas, ovejas y cerdos de explotaciones castellanoleonesas e incluso Pedro Sánchez, aunque el PSOE quiere evitar el enfoque plebiscitario de “Sánchez sí/Sánchez no” que el PP da a esta elección y subrayar el protagonismo del candidato Luis Tudanca, Sánchez, digo, va a sacar cuatro huecos en su agenda presidencial para animar a la gente a que les voten.

Oigo y leo, como justificación de la ausencia de Yolanda Díaz, que en Castilla y León Podemos solo cuenta con dos procuradores que, ahora, Unidas Podemos solo aspiraría a entre tres y cinco y se busca evitar que ella quede lastrada por un resultado tan magro. Pero es que mientras, en Andalucía, la próxima autonomía que celebrará elecciones (la vida no para, en política como a la hora de tener hijos no hay momento perfecto) están en juego los diecisiete parlamentarios que se consiguieron en 2018 bajo la marca Adelante Andalucía. En estos cuatro años esa confluencia ha implosionado, y para evitar que esta primavera lleguen a presentarse hasta tres papeletas distintas cosechando un descalabro quienes están dando alternativas son voluntariosos mediadores externos.

Voy a dar yo también datos: en 2021 la población andaluza fue de 8.500.808 personas y la castellanoleonesa de 2.379.530. En total sumamos 10.880.338 sobre el total de 47.326.687 españoles. Vamos, que somos un cuarto de la población estatal. El 23%.

Además, el equipo de Yolanda Díaz venía argumentando que estaba volcada en sacar la reforma laboral. Cuando una prioridad es cosa ya del ayer, toca avanzar.

¿La plataforma pa cuando?

Tiro de humor como es saludable siempre, sobre todo, en las coyunturas más serias. Lo hago no solo en la forma que acabo de usar para preguntarme cuándo iniciará por fin Yolanda Díaz ese “proceso de escucha” de la sociedad civil previo a conformar un posible proyecto. Tiro de humor también en lo que se refiere al meollo, para compartir algo que un grande de la comedia, Ricardo Castella –alma con Broncano de “La resistencia”– me enseñó cuando trabajábamos en Paramount, citando él a la autora de The comedy Bible, Judy Carter. Y la enseñanza es esta: en todo gag, con sus dos partes esenciales, setup y punch (planteamiento y golpe), mientras más alargas el setup, más hinchas las expectativas de risas/aplausos/éxito y más te complicas salir airosa, sin decepcionar. Si alargas demasiado el setup, no hay punch en el mundo por bueno que sea que colme a la audiencia.

Entre sucumbir al derrotismo de quieres vaticinan que lo del jueves fue un traspiés terrible para Díaz y no ponerse las pilas media un abismo.

Bandada o mirlo blanco

Y en ese camino a recorrer yo diría que, además de acelerar el proceso de escucha y la presencia en los territorios de este país diverso, conviene, cuanto antes, crear y dar sensación de equipo. Mostrar que una líder útil para la sociedad no puede ser jamás un mirlo blanco. No basta ser alguien excepcional por su compromiso, talante, inteligencia, capacidad de trabajo. Con ser esto muchísimo se necesitan compañeras y compañeros. Toda una bandada que atraiga e inspire confianza en la ciudadanía para hacer avanzar el horizonte a fuerza de volar. Y en este flanco está pasando algo que no entendemos porque no se explica. Y que no se explica porque sigue indeterminado.

La foto que encabeza este artículo es del primer discurso de Yolanda Díaz ante el grupo de Unidas Podemos tras marcharse Pablo Iglesias. Ese 13 de mayo de 2021, hace menos de un año, ella anunció que no es de “ordeno y mando”, que quería “un liderazgo no confrontativo y no jerárquico” y preveía “contar con todos y todas como equipo”. Cuesta mucho encontrar una foto reciente similar. Siguen sin confluir el grupo de Belarra (que justo ayer anunció el permiso de cuidados familiares de 7 días), Garzón, Montero, Jaume Asens (que también estaba aquel 13 de mayo) con ese grupo de Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fátima Hamed del encuentro con Yolanda Díaz, en noviembre pasado en Valencia.

De algún modo, aunque involuntario, la forma en que Díaz subraya que la plataforma no será un partido, sin desvelar entonces qué, el temor que se infiere de las decisiones de su círculo a que la contaminen malos resultados regionales destila y contagia un estigma y desprestigio de lo político cuando más pedagogía del valor de la política para la democracia se necesita. Porque el trumpismo asaltante de Capitolios lo tenemos ya en el ayuntamiento de Lorca.

Implicarse, ahora, en las campañas de Castilla y León y Andalucía podría tejer red con la ciudadanía y compañeros y compañeras de provincias a los que en 2023 se va a pedir respaldo para esa plataforma o proyecto nacional que si no es con ellos, ¿cómo se articulará?

Atentos a la entrevista de Salvados mañana y las que vengan para ver qué pasos se dan.

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