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El principio de parsimonia y la pandemia de la COVID en Andalucía

Granada

Mercedes Barranco Rodríguez, Francisco Javier Fernández Sánchez y Francisco Garrido Peña

Ambientóloga, y miembros del grupo “Biopolítica” de la UJA —

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Como la mayoría de los lectores conocen, La navaja de Ockham es un principio de razonamiento que viene a defender como regla general que “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Señalamos al lector como cuestión preliminar que lo sencillo no tiene por qué ser simple.

Una explicación simple vendría a explicar la actual crisis de la COVID-19 como aquella pandemia nacida de la mutación espontánea de un virus, SARS-CoV-2, que pasando al ser humano se ha expandido por el mundo a través de las vías de comunicación propias de una sociedad globalizada y ha afectado con una tasa de morbilidad y mortalidad cambiante según la edad. Hasta ahí la simplicidad. No obstante, le proponemos observar este relato como observaríamos una vidriera gótica por la que pasa la luz y en la que la hora del día y la posición del observador componen la información que llega al mismo.

Por tanto, empecemos matizando el relato. El coronavirus no es un caso aislado de zoonosis; es más, probablemente estemos ante el cuarto o quinto episodio reseñable en lo que va de siglo: SIDA, MERS, SARS, Gripe Española. Todos tienen en común en su origen el ciclo que comienza con la degradación por el ser humano del ecosistema primario del virus y su consecuente salto de la especie originaria a la humana. Los ecosistemas agredidos son ecosistemas radicados en países con abundante riqueza natural, reducida a simple materia prima desde el punto de vista productivista de quien extrae sus recursos. Aquellos que ven mermados sus recursos naturales son los primeros pacientes/sufrientes del salto vírico, sufriendo además el coste de la extinción de un ecosistema que les ofrece servicios en forma de ropa, comida o medicinas. Esta extinción conlleva el aumento de las vulnerabilidades sociales sin que el beneficio obtenido se traduzca en políticas públicas que aseguren la manutención, salud o educación de los habitantes de ese país. Este proceso es decidido por el complejo político-extractivo y no por el sistema democrático. Por lo que se muestra evidente que ayudando a reforzar la gobernanza de los países productores, con el fin de fortalecer la democracia y los sistemas de cohesión social, se aumenta la capacidad de protección de sus ecosistemas y la prevención de futuros saltos.

El binomio explotación y venta de recursos a cambio de productos elaborados con ellos, pero de mayor precio —la conocida regla del notario—, es posible gracias a un sistema globalizado de comercio que determina unas relaciones de intercambio. En estas relaciones la legislación ambiental, de salud o represora de la discriminación racial o de género, brilla por su falta de aplicación o directamente por su inexistencia, siendo únicamente esgrimidas por unos frente a otros basándose en intereses comerciales y no éticos, jurídicos o políticos.

Para un observador del norte, la concepción política, jurídica y económica de la globalización es muy diferente a la de un habitante común del hemisferio sur. Sirva de ejemplo que en tanto que no haya sistemas públicos de salud aquilatados entre unos y otros estados, la morbilidad y la mortalidad asociada a pandemias globales será muy diferente. La propuesta productivista (bien neoliberal, bien estatalista) se apoya sobre la mano invisible del libre comercio, una propuesta desde la ecología política solo puede estar a favor de la existencia o de la reforma de las instituciones internacionales para fortalecer su transparencia, basadas en la meritocracia, independientes y competentes para la regulación e implementación de condicionantes objetivos al comercio internacional. El respeto y conservación de los ecosistemas, indicadores de desarrollo humano y recursos del presupuesto estatal destinado a derechos fundamentales deben ser condicionantes para el acceso a mercados internacionales. En resumen, garantizar la socialización de la riqueza nacional o regional proveniente de la participación en el comercio mundial.

No obstante, la relación inversa entre índice de desarrollo humano y afectación por la pandemia han tenido varias excepciones en Europa. La vidriera gótica se tornaba aún mas inquietante e incluso lúgubre en determinadas zonas sin que hubiera una explicación sencilla a las causas de mayor incidencia geográfica de la Pandemia. Los casos de Madrid y Milán han sido paradigmáticos. Ambas son las regiones más ricas de sus respectivos países (de mayor Producto Interior Bruto) y se encuentran entre las regiones más ricas de Europa. Pero riqueza bruta no significa distribución de la riqueza, y esa distribución en los países europeos se realizaba mediante un sistema impositivo que asegura la existencia de un sistema público de salud idóneo y un sistema de cohesión social que atienda a la tercera edad. Eso lo quebró el thacherismo de los 80. La COVID-19 ha desnudado al Rey. En Madrid, el traje nuevo del emperador es un conjunto de hospitales pseudoprivatizados e insuficientes en los que ha faltado lo más elemental para atender una crisis sanitaria. Y en el que las instrucciones del Gobierno regional quebrando la solidaridad intergeneracional son estremecedoras.

“Pero si va desnudo” grita en este caso una sociedad que aún no ha podido asimilar el efecto de los recortes en un sistema de salud público que debiera empezar por la medicina preventiva. Un buen estado de salud previo se ha demostrado indispensable para afrontar tanto esta pandemia como las próximas que han de venir. En el caso Andaluz, Granada es un buen ejemplo de la influencia que los recortes en las políticas públicas redistributivas tienen sobre la salud de los ciudadanos, la morbilidad y la mortalidad. Pero no solo. Por ejemplo, los datos parecen demostrar que la falta de inversión en políticas de transporte público y en movilidad sostenible han tenido una grave incidencia en la calidad del aire del cinturón metropolitano, generando un escenario previo al COVID en el que en Granada capital, según datos del Atlas Nacional de Mortalidad en España, destacaba la insuficiencia respiratoria como segunda causa de muerte.

Con motivo de la pandemia, la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental y la Universidad de Bolonia han publicado un estudio que explica en parte la virulencia en el milanesado basándose en la contaminación. A su vez, la Universidad de Stanford ha demostrado la correlación positiva entre tasa de mortalidad por COVID-19 y contaminación atmosférica en USA. Por tanto, si unimos la situación ambiental, su expresión en patologías respiratorias en el área metropolitana de Granada y la llegada del coronavirus, entenderemos por qué el área metropolitana de Granada pudiera calificarse, a tenor de la incidencia, como Zona Cero de la COVID-19 en Andalucía. Granada tiene la peor tasa de letalidad (número de fallecidos por número de contagiados) de Andalucía, seguida por otra provincia con altos niveles de contaminación atmosférica como es Huelva.

ALMERIA 0,3 - CÁDIZ 0,53-CÓRDOBA 0,58-GRANADA 0,93-HUELVA  0,76-JAÉN 0,61 MALAGA 0,49- SEVILLA0,53 - ANDALUCIA 0,62 .

Pero esta tasa empeora mucho más si la circunscribimos al área metropolitana de Granada con cifras superiores a la media estatal.

AREA METROPOLITANA GR  1,39   MEDIA  DE ESPAÑA 1,1.

Estos datos son el resultado de cruzar las cifras de fallecidos por COVID-19 ofrecidos por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía con la tasa de morbilidad (contagios) obtenida en la segunda oleada del estudio de seroprevalecia ENE-COVID19. La baja calidad del aire que se respira desde hace años en el área metropolitana de Granda ha sido el factor diferencial que ha disparado la mortalidad en la provincia hasta alcanzar este siniestro liderato.

La navaja de Ockham o principio de parsimonia defiende que la explicación más plausible es la más sencilla, pero no la confunde con la más simple. La rotundidad de los datos, su relación sencilla y evidente con las condiciones ambientales, el modelo económico, la redistribución de la riqueza y la gobernanza aconsejan cambiar la perspectiva de las políticas públicas seguidas hasta ahora. Los elementos del metabolismo social están tan íntimamente relacionados que determinan, por ejemplo, la aparición de un virus y sus tasas de morbilidad y mortalidad. Por contraposición, ralla la simpleza pensar que la muerte y la enfermedad solo son debidas al contagio de un virus.

De la tendencia a la sencillez o a la simpleza, que es una forma de infantilidad, depende que, como sociedad, cojamos el camino del pacto por la vida o el camino de la autodestrucción.

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