RENTA

El Palmar de Troya, el municipio más pobre de España es joven, agrícola y “muy trabajador”

Vecinos del Palmar de Troya

Sara Rojas

Palmar de Troya —

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La realidad del Palmar de Troya, el municipio “más joven” de la campiña sevillana, ha quedado eclipsado a lo largo del tiempo por la imponente Iglesia palmariana y los escándalos que la rodean. No obstante, el protagonismo que le ha sobrevenido recientemente al Palmar responde en esta ocasión a los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que lo distinguen con el afrentoso título de ser el pueblo “más pobre de España”.

En su Atlas de Distribución de Renta de los Hogares relativa al año 2020, el INE recoge un listado de los municipios españoles de más de 2.000 habitantes con menor renta por persona. El Palmar de Troya encabeza este ranking con un sueldo medio de 6.785 euros anuales. “Son datos preocupantes”, reconoce el alcalde socialista de esta localidad sevillana, Juan Carlos González García, en conversación con elDiario.es Andalucía. “Pero la realidad es que en la calle no se palpa esa necesidad”, señala el regidor, apelando a que el año pasado el Ayuntamiento palmareño devolvió cerca del 40% de las ayudas sociales ofertadas a través de la Diputación Provincial de Sevilla ante la falta de demanda.

Esta redacción ha querido asomarse a la realidad de los palmareños y ha visitado las calles y hablado con los vecinos de este municipio que goza de entidad propia e independiente tan solo desde 2018.

“Los hay peores seguro”

La imagen en movimiento que proyecta la mañana de un día laborable en la zona más céntrica de este pueblo es similar a la escena que se reproduce al mismo tiempo en otras tantas localidades andaluzas. Trabajadores al frente de sus negocios, cafeterías abarrotadas a la hora del desayuno, un fluir constante de vecinos haciendo mandados en el interior de los comercios, mayores conversando sentados en un banco...

“Es un pueblo normal”, contesta Adrián Valderas, de 24 años, apoyado en la barra de una cafetería. “Lo que pasa es que muchos se dedican a la hostelería y al campo y eso a veces no se refleja en las estadísticas”, explica este joven estudiante de Análisis Económico. En este sentido, fuentes de la Alcaldía indican que la economía del Palmar de Troya se basa fundamentalmente en la agricultura y, en los últimos años, está cobrando fuerza el sector servicios. Tanto es así, que en este municipio de 2.347 habitantes hay al menos 15 empresas de catering.

Por eso, considerando que los datos del INE se corresponden con el año de la pandemia, Adrian presupone que “habrá gente a la que le haga falta el dinero”. “Aquí no hay industria”, pero sí “gente joven y trabajadora”, defiende poniendo de ejemplo a su propio grupo de amigos. “Todos hemos estudiado y cada uno tiene su trabajo”, afirma con el asentimiento de su amigo Manuel, que lo acompaña durante el desayuno ahora que ha vuelto de Barcelona, donde trabaja de Policía Local. “Los hay peores seguro”, concluye este joven palmareño que bromea antes de despedirse: “Al que diga que el Palmar es pobre que venga y le invito a un café”.

Sujetos a la temporalidad

El dueño de la cafetería en la que están desayunando, José María Ríos, responde burlón a las ocurrencias de Adrián: “Nosotros sí que somos pobres”. Se refiere a los autónomos, pues asegura que en el pueblo “el 85% se dedica a la hostelería” y todavía está sufriendo los estragos de la pandemia. “Hemos estado dos años parados”, recuerda para explicar los datos del INE. Y lanza una queja en dirección a la esfera política: “Lo único que hacemos es pagar impuestos; tanto decir que somos pobres, ayudadnos”.

Sentados en la terraza, un grupo de profesores del IES Torre del Águila, el único instituto del municipio, afirma que en las aulas “no se percibe sensación de pobreza”. Por eso, en un principio les sorprendió que el pueblo en el que imparten clases liderara este ranking, “porque sabemos que no lo es”, añaden. Aunque no pertenecen al Palmar de Troya, conocen bien a sus habitantes. “Hay familias agrícolas, otras trabajan en la feria, también hay empresas de aluminio, carpintería y de construcción”, cuentan. En definitiva, empleos sujetos a la temporalidad.

A las puertas del centro de secundaria se encuentra Mari Carmen Blanco, a la espera de recoger a su hijo. Tiene 39 años y es cocinera. “Este pueblo es que es así, aquí trabajo para estar en lo mejor del ranking no hay, pero nos buscamos la vida porque comer hay que comer”, apostilla esta madre. En cuanto al nivel sociocultural, los docentes aluden a un “cambio de mentalidad” en favor del estudio. “Hace seis años apenas se graduaban siete chavales, y ahora cada curso supera la veintena de titulados”.

Enemigo común: la inflación

Además de numerosos bares y cafeterías, en la arteria principal del pueblo se pueden encontrar negocios de toda índole como papelerías o panaderías, y también un supermercado. Allí, en la frutería, está comprando Conchi Toro. Hasta ahora desconocía la noticia, pero no parece sorprenderle que el Palmar de Troya sea el pueblo más pobre de España. “Sí que es verdad, ya mismo no vamos a poder ni comer”, lamenta esta vecina de 57 años que combina durante el año el trabajo en la feria con el campo.

“Claro que se notan las necesidades, tengo que ayudar a mis hijos que también son feriantes”, cuenta esta vecina que acaba de pasar 22 días verdeando junto a su marido. “Y ya, hasta abril que se celebra la feria”, relata en conversación con Silvia Soria, la frutera, quien confirma que es habitual que los clientes se quejen a diario de la subida de los precios. “Habrá quien pase más necesidades y quien menos, el problema es que está todo muy caro”, zanja Silvia.

La inflación es también el problema que señala Elena Albarrán, de 29 años, dependienta en una tienda de comestibles. Su hermana mayor, Zaida, muestra asombro al conocer el dato que sitúa a su pueblo a la cabeza de los municipios con menor renta de España. “Aquí somos todos trabajadores, me extraña que sea el más pobre”, confiesa. “Sales un viernes y están todos los bares llenos, si no hubiese dinero no sería así, pero aquí la gente trabaja, de una feria a otra feria, sin dormir”, explica con semblante serio.

Ella tiene 33 años, 3 hijos y más optimismo que Elena, quien considera que cuando escasea el empleo sí se notan las necesidades porque “el trabajo va por temporadas”. “Trabajo hay”, sentencia la hermana mayor, “yo hoy ya no porque ayer se acabó el campo, pero desde que me dieron de alta en marzo no he parado de trabajar”. Pese a ello, Zaida reconoce que hay quien dice: “cojo mi peoná, cobro el paro y así no estoy matada siempre”.

Ejemplo de tradición agrícola es el grupo de jubilados que conversan reunidos en “la plaza del pueblo”. Entre ellos se encuentra Antonio Mesa, que ha trabajado “toda la vida en el campo”, mientras que Francisco Egea, lo ha alternado con la labor de albañil. “Hambre no hay, pero puede que haya alguna familia con necesidades”, opina. “Hay de todo”, resuelve el resto de colegas que comparten también la idea de que hoy día hay menos oportunidad de trabajar que antaño. “Y este pueblo depende del campo desgraciadamente porque aquí no hay fábrica ninguna y la agricultura ya se la han cargado”, lamenta Francisco dando voz al sentir de sus compañeros.

¿Qué dicen los datos?

Las cifras de renta per cápita en el Palmar de Troya son “preocupantes” a ojos de su alcalde, pero no así los datos relativos al desempleo. En efecto, las últimas cifras de paro registradas por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en la provincia de Sevilla, no dejan al Palmar en un puesto tan aciago como el del Atlas de Distribución de Renta de los Hogares. “Los palmareños son gente muy trabajadora y prefieren un mes de trabajo a ayudas directas”, sostiene el alcalde en referencia a la otra línea de ayudas que ofrece la Diputación para favorecer la contratación. “Esas sí son muy demandadas entre los vecinos”, asevera.

De ahí que el máximo representante de este pueblo inste a “tener en cuenta algunas cuestiones” a la hora de interpretar los datos del INE, como por ejemplo, que dada su reciente creación, las estadísticas aún están en proceso de actualizarse. Por lo pronto, el primer edil achaca los datos de 2020 a la coyuntura. “El año de la pandemia fue lamentable para las familias del Palmar de Troya”, cuya fuente de ingresos preeminente radica en la feria y en los eventos, como ya han coincidido en señalar certeramente los vecinos. Por ello, González García se confiesa esperanzado en que próximamente, la realidad estadística arroje una radiografía más indulgente con este pueblo que ya ha retomado su actividad habitual.

Lo cierto es que el INE tan solo ofrece datos del Palmar a partir de 2018. Si nos asomamos a esta base de datos, observamos cómo el año de su segregación del término municipal de Utrera, la renta media por persona era aún inferior a la del último balance publicado, de manera que en dos años se ha incrementado ligeramente, pasando de 6.127 el año de su constitución, a 6.785 en 2020.

Por su parte, en lo relativo a la renta media por hogar, el aumento que se aprecia es más considerable, sumando .1801 euros entre 2018 (17.300 euros) y 2019 (19.101 euros). No obstante, esta tendencia al alza se tuerce con la llegada de la COVID-19, registrando un descenso de 220 euros respecto al curso anterior.

Problema endémico en Andalucía

Ahora bien, conviene no perder de vista el contexto que rodea a esta estadística. Porque de los 30 municipios que componen la lista de pueblos con menor renta media por habitante, el 80% pertenece a la comunidad andaluza. De modo que por debajo del Palmar de Troya se encuentran Iznalloz y Albuñoz de Granada, o Huesa, de Jaén. Es en el quinto puesto donde aparece otro municipio sevillano, Pruna, y así hasta sumar un total de 24 localidades en Andalucía.

Siguiendo esta línea, al analizar el conjunto del territorio español, Andalucía se sitúa como la región que reúne un mayor porcentaje de población viviendo en secciones censales de renta baja (con una media de 59,6% de andaluces), mientras que en el extremo opuesto se encuentra el País Vasco, donde el 62,2% de sus habitantes vive en secciones censales de renta alta.

Se constata así, una vez más, la brecha entre el norte y el sur, el campo y la ciudad, que salta a la vista con el gráfico interactivo que ofrece el INE. En él, se dibuja un mapa de la desigualdad de renta en España, donde el marcado color rojo del sur (correspondiente a las rentas bajas) contrasta con la parte superior.



Fuente: INE, Agencia Tributaria


Raíces profundas

A quien no causan “en absoluto” sorpresa estos datos es a Carlos Arenas Posadas. Este catedrático de Historia Económica de la Universidad de Sevilla explica a este diario que constituyen “la última hornada de un proceso larguísimo” con “raíces tan profundas que llegan hasta hoy” y cuyo origen se remonta siglos atrás. En su libro Lo andaluz. Historia de un hecho diferencial, recorre todo el proceso y documenta cómo a mediados del siglo XIX, Andalucía lideraba la economía nacional, superando en un 36% el PIB per cápita de la media española. Décadas después, comenzó a bajar puestos en el escalafón hasta llegar a ocupar hoy “el furgón de cola” en buena parte de las estadísticas económicas, como lamenta el profesor.

La explicación es “compleja” y responde a múltiples factores socioeconómicos, pero también históricos. En este sentido, Arenas esgrime aspectos como la escasez y el mal reparto del capital andaluz, que se limita a invertir en inmuebles o en sectores que generan poco valor añadido (turismo o construcción). En este punto, profundiza en la cuestión señalando que el capitalismo en Andalucía tiene sus propias particularidades. Lo denomina “extractivo”, esto es, basado en la venta de naturaleza (playa, sol, minas) y controlado por una oligarquía. De ahí que a pesar de sumar hoy diversas “microempresas”, todas ellas no gocen de “recursos suficientes como para influir decisivamente en el crecimiento económico” que depende de “unas pocas manos”.

A todo ello, hay que sumar otras causas que explican que los vecinos sean “pobres estadísticamente”, pero no compartan esa percepción, en tanto que se conforman con basar su economía en “empleos precarios, temporales, de economía sumergida que no se reflejan en los datos oficiales”, como aclara este profesor de la hispalense.

Sin embargo, por encima de todo ello, Arenas se acerca a la Historia para evidenciar que a partir del siglo XIX, el modelo económico vira en una dirección “a favor de una economía nacionalista” que “beneficia” a las rentas del norte, en palabras del catedrático. “Una vez que España pierde sus últimas colonias”, avanza Arenas, Andalucía empieza a funcionar en la península “como una colonia interior” y se convierte en un “mercado reservado” para Madrid y las regiones norteñas del país.

Compromiso y voluntad de cambio

“De aquellos polvos estos lodos”, concluye el profesor. A su juicio, resulta conveniente tenerlo en cuenta para poder cambiar el rumbo que sigue desde hace siglos la economía andaluza. “La historia tiene que servir para aprender del pasado y aplicarlo en el presente”, declara Arenas confiado en que los resultados que arrojan las estadísticas se pueden revertir en el futuro si se apuesta por la “modernización” y “el reparto del capital social, financiero y humano”. Pero, sobre todo, con “ganas de hacer política”.

En este sentido, el alcalde del Palmar de Troya reconoce que hay algunos vecinos “acomodados en el campo y en la peonada de feria”. Y “eso hay que revertirlo”, insiste rotundo. “Desde el Ayuntamiento lo tenemos claro, vamos a seguir invirtiendo en infraestructuras, potenciando la formación y el patrimonio turístico”, asevera el alcalde, recordando ahora cómo en 2018 tomó posesión “con la ilusión de construir un pueblo dotándolo de infraestructuras”. “Lo que queda es algo necesario como es el suelo industrial para acoger su iniciativa industrial propia y darles la posibilidad a los jóvenes para que no se vayan fuera”, reivindica.

Para lograrlo, interpela al resto de administraciones. “Somos una administración pequeña, tenemos las cuentas saneadas y superávit todos los años, pero esto no solo afecta al Palmar de Troya, sino a casi todo el bajo Guadalquivir”, de ahí que inste a los gobiernos estatal y autonómico a tener en cuenta la situación de los pueblo pequeños e incipientes, en su caso, que cuentan además ahora con el título de “el más pobre”. “Esos datos no entran luego en la ecuación cuando se reparten las subvenciones y el Palmar casi siempre se queda fuera porque las aportaciones municipales que se establecen en las convocatorias son muy superiores a las posibilidades financieras que tenemos los pueblos pequeños”, reprocha el dirigente municipal..

Más allá del caso concreto del Palmar de Troya, desde la Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP) se recuerda que la financiación local es una reivindicación que abandera el municipalismo desde hace décadas. “Los ayuntamientos – independientemente del signo político – llevan más de 40 años reivindicando una mayor dotación de recursos económicos”, garantizan fuentes de la FAMP, que lamentan ser “la tercera pata del estado y los grandes olvidados”.

Por el momento, desde el Palmar de Troya aseguran que van a seguir trabajando para dar a conocer el pueblo más allá de las estadísticas y de la basílica. “Somos un pueblo con mucho potencial, con gente joven, especializado en la restauración y en el catering”, así como con la aspiración de revertir una tendencia histórica que atraviesa a toda Andalucía.

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