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Sevilla reclama la expulsión de Queipo de Llano de la Macarena al grito de “justicia, memoria, reparación”

Miembros del movimiento memorialista llevando un féretro como símbolo de la sepultura digna que reclaman para los represaliados por la dictadura

Carla Rivero

Sevilla —

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“¡Fuera el genocida de la Macarena!”. La basílica de la Macarena resplandece bajo el sol de Sevilla, aún cuando bajo el manto de la Virgen descansan los restos mortales del general golpista Gonzalo Queipo de Llano. Ana Sánchez sostiene entre sus manos las fotografías de Ramón y Antonio Sánchez Moreno, sus tíos. El primero, tiroteado en el Parque María Luisa este mismo día de 1936, con 19 años y, a su hermano, de 26, en el cementerio de San Fernando que queda a sus espaldas. Cada vez que nombran en presencia de su sobrina el nombre de Queipo solo le viene a la cabeza “rabia, indignación”. “Fue un asesino, uno de los responsables de los miles de muertos que están enterrados en las fosas y sigue ahí”, sostiene.  

Un centenar de personas salieron a la calle para reivindicar una vez más ante el monumento eclesiástico “que se haga justicia” en nombre de los miles de represaliados que aún siguen olvidados en las fosas y en cumplimento de las leyes de memoria histórica tanto de la Junta de Andalucía como del Gobierno estatal. Un féretro vestido por la bandera republicana abre la marcha en el cementerio municipal. Ana lo sigue, junto a las decenas de personas que traen sus recuerdos este jueves al recorrido convocado por el movimiento memorialista, representado por la Coordinadora Andaluza de Organizaciones Republicanas - Andalucía Republicana.

Máximo de Santos ha viajado hasta la ciudad hispalense como miembro de la plataforma Málaga Republicana, integrada en la coordinadora. “Denunciamos la permanencia de los restos de Queipo de Llano como un elemento de exaltación que, aunque sea un lugar privado, tiene una proyección pública, y además de que la ley así lo establece, se trata de una razón por la dignidad del pueblo andaluz”. “Tiene que haber algo más un texto legal, lo que queremos es la aplicación práctica de la exigencia democrática”, reclama. El calor abrasa, a pesar de la pronta caída de la noche, pero Juan Murillo, portavoz de la asociación, cree que “en la misma Hermandad de la Macarena hay personas católicas y fervientes que desean que los restos del asesino salgan”. 

“Sé que hay gente que no entiende por qué estamos aquí hoy”

Ana Sánchez ha llegado a las 20.30 horas y marchará como cada vez que se ha convocado a las asociaciones en estos últimos tres años. Creció con la resignación de su padre y la mirada de Ramón atrapada en una fotografía: “Tuvo mucho miedo durante los años de la dictadura y nunca hablaba de su hermano, es más, nunca pensó que lo reivindicara”. La seguridad con la que pueden manifestarse es uno de los tantos logros que ha supuesto la democracia, no como en tiempos de Juan Murillo, de la Asamblea Andaluza Memorialista, quien recuerda dejar flores sobre las tumbas de los fusilados a escondidas de la policía. “Hacer esto significaba ir a la cárcel, y yo, que vengo de Fuentes de Andalucía, donde hubo 118 víctimas, veo esto como un logro: estamos pudiendo contar la historia, se ha quitado mucha simbología fascista, pero hemos de seguir en la lucha”.  

El miedo y la angustia dejaron su huella en Rosa Pérez Gil. Es nieta de María Silva Cruz, La Libertaria, mujer que escapó varias veces de la muerte, entre ellas, los Sucesos de Casas Viejas, aunque el destino la terminara condenando en agosto de 1936, cuando la fusilaron. “Mi padre vivió con la angustia de encontrar a su madre, y yo viví con silencio, mucho silencio, pero cuando tienes una edad empiezas a escuchar y a ver. Sé que hay gente que no entiende por qué estamos aquí hoy, pero lo que no cabe en la cabeza es que un genocida esté enterrado bajo un crucifijo con el beneplácito del pueblo. Va siendo hora, ¿no?”. La respuesta queda en el aire. 

Motivos hay muchos para esta concentración: habilitar espacios públicos para la transmisión de la memoria, dignificar a los represaliados por la dictadura, otorgar “sepultura digna a todas las personas cuyas familias siguen saber dónde están”, y también recordar a los personajes “con gran proyección social, intelectual y política” que defendieron la Segunda República, como a Blas Infante, padre de la patria andaluza, a quien el tiempo ha sepultado en la fosa de Pico Reja, o a un Federico García Lorca cuyo sueño queda suspendido sobre el barranco de Viznar.  

La juventud también recuerda

En años anteriores, las agrupaciones habían optado por las vigilas antifascistas ante el Palacio arzobispal de Sevilla, “porque la Iglesia tiene algo que decir al respecto”, subraya Máximo de Santos. Allí fue a donde acudieron por primera vez Carmen Gutiérrez y César H.M. Portan las banderas de las juventudes comunistas y creen a sus 23 y 29 años que sin haberse involucrado en los movimientos estudiantiles no hubieran llegado a este punto. Ambos son críticos con el discurso planteado por el sistema, “la transición se tomó como un borrón y cuenta nueva, por lo que analizar la memoria histórica es importante para entender la conformación del estado español”.

Al bisabuelo de Carmen, maestro y republicano, lo condenaron a un año y medio de cárcel por retirar un crucifijo del aula. “Mi familia sufrió muchas penurias económicas y represiones físicas por aquello”, apunta, “por lo que estar aquí hoy es una cuestión política y personal, no es lícito que Queipo esté todavía en la Macarena”. Podría pensar que es un mero episodio del pasado que no debiera incumbirle, pero razona la existencia de “un hilo conductor”: “Los problemas vitales que tenemos ahora mismo son históricos”, y su amigo subraya la importancia de involucrar a la juventud “para la lucha de la injusticia como un todo”.

Curiosos se asoman desde los bares y los balcones que rodean la avenida custodiada por los cuerpos de seguridad. Algunos simpatizan, otros alzan el puño, y más de uno grita: “¡Los muertos están muertos!”. No están de acuerdo con la marcha y así se lo hacen saber a los manifestantes alzando la voz por encima de las consignas. Esto les trae a María Lojo y José Antonio García algunas situaciones incómodas mientras sostienen en alto los rostros de políticos sevillanos que fueron represaliados por el fascismo. 

A la espera del cumplimiento de la ley de memoria histórica

Ella es de Sevilla, él de Trebujena, son novios y a sus 27 y 29 años aseguran que aún no se ha superado la brecha histórica: “La memoria sigue siendo un motivo de conflicto, en el mejor de los casos: la gente no quiere hablar de ello; y en el peor: terminas discutiendo. Lo vemos en la marcha y en nuestro entorno”, confirman. Prefieren no ser señalados en su entorno laboral, así que dejan pasar algunos comentarios, o no, depende: “Teníamos la sensación de estar en una burbuja dentro del círculo íntimo, pero cada vez que sales y miras lo que sigue pasando sientes rabia y frustración”. Queipo de Llano sigue siendo rememorado en muchas conversaciones como un héroe de la dictadura, pero la pareja lo tilda de “traidor”. “Está enterrado en un monumento muy importante cuando incumplió su deber, en vez de defender al pueblo, se rebeló contra el mismo al apoyar el golpe de estado. No debería tener ningún reconocimiento”.

La figura del militar está ensangrentada. Como miembro clave de la dictadura de Francisco Franco, las élites militares lo agasajaron con el fin de derrocar a la Segunda República y, más tarde, tomó bajo su mando el control y la persecución de los contrarios al régimen en las provincias andaluzas con un reguero de muertes que cifran en 12.854 los asesinatos. En el ámbito municipal, el Ayuntamiento de Sevilla mostró su compromiso a cumplir con la demanda social cuando en julio de 2016 aprobó durante el pleno el acatamiento de las leyes autonómicas y estatales, con la abstención de Ciudadanos y la negativa del Partido Popular. La espera continúa.

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