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Voluntarios (III): el complemento humano

José Manuel Tomillero, voluntario

Carmen Marchena

José Manuel Tomillero, de 39 años, describe su trabajo como voluntario como “el complemento humano”. Ese que “las personas que padecen la enfermedad necesitan en su estancia hospitalaria”. “Nada tiene que ver con la ejercida por médicos, equipo de enfermería o auxiliares”. Y José Manuel sabe de lo que habla.

Lleva como voluntario en la Asociación contra el Cáncer seis años tras haber pasado por esta enfermedad. Estuvo ingresado durante dos meses en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla donde ahora acompaña a otros. Las motivaciones que le acercaron a comenzar el voluntariado las tiene claras, pues vienen generadas por el buen trato y cariño recibido por las personas que integran la asociación en su estancia como paciente en el hospital.

La función que José Manuel desempeña en la asociación es la de acompañamiento a los enfermos de cáncer y a sus familiares durante el proceso. También comenta que son, en cierto modo, el enlace entre los enfermos y la asociación. En el caso de que el voluntario perciba que los pacientes necesitan algún tipo de ayuda, son ellos mismos quienes lo comentan con la asociación, para que se les derive a los servicios pertinentes (psicólogos o servicios sociales).

“Ser voluntario me aporta vida”

“A mí, ser voluntario me aporta vida, aunque visto desde fuera pueda resultar duro y parezca lo contrario. Ver cómo personas que no conoces de nada pueden llegar a aportarte tanto en tan pocos segundos, es una sensación muy reconfortante”.

José Manuel nunca había realizado labores de voluntariado antes: “Aunque la causa por la que la conocí no fuera la ideal, sentirme ahora parte de ella sólo me aporta cosas positivas”.

Acude al hospital un día por semana, concretamente todos los martes por la mañana, dedicándole entre dos y cuatro horas. Todos los martes de cada semana, pasea junto a sus compañeras voluntarias por la sala de espera de Oncología, la Unidad de día (lugar donde se realiza la quimioterapia) y las habitaciones con un carrito en el que llevan cafeteras, termos, algún que otro dulce y caramelos para ofrecer a los pacientes y familiares en sus largas jornadas en el hospital.

“El café es el gancho” para empezar la conversación con estas personas, asegura José Manuel. Es quizás el único momento al día en el que estas personas puedan entablar una conversación ajena a la enfermedad, con la que poder desahogarse o simplemente compartir una conversación amistosa con el voluntario.

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