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Una investigación andaluza desvela que los autónomos afrontaron mejor la pandemia por su capacidad de superación

Dos repartidores, trabajadores esenciales durante la pandemia

Álvaro López

27 de abril de 2024 21:16 h

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La pandemia de la Covid-19 supuso un cambio de paradigma en la sociedad. Hasta que el coronavirus entró en nuestras vidas, ninguna persona contemporánea había vivido un confinamiento obligatorio para salvar su salud. Por ello, todo lo que ocurrió en aquella primavera del 2020 y las diferentes desescaladas, generó un cambio en la conducta de las personas. Algo que, tras analizarlo investigadores de las universidades de Jaén y Granada, arroja conclusiones llamativas como que los autónomos encararon mejor aquella etapa o que hombres y mujeres desarrollaron diferentes problemas de salud mental relacionados con su sexo biológico.

María Auxiliadora Robles-Bello, David Sánchez-Teruel y Nieves Valencia Naranjo han plasmado en una investigación, publicada en The Conversation, las secuelas que nos dejó la pandemia y todo lo relacionado con ella. Y lo han hecho partiendo de la gran pregunta, que el Gobierno de España llegó a acuñar como eslogan publicitario: “¿Hemos salido mejores?” La respuesta es tan desalentadora como constatable por la ciencia. Robles-Bello tiene claro que “el ser humano es capaz de tropezar con la misma piedra y es evidente que apenas se ha aprendido nada de lo vivido”.

Quienes más padecieron las secuelas de la Covid-19, relacionadas con el confinamiento y la mortalidad asociada fueron los sanitarios y las personas mayores, pero también aquellas que integran las minorías sexuales. Así se deduce del millar de encuestas que los tres investigadores han ido analizando. Auxiliadora Robles-Bello recuerda que el proyecto surgió “cuando empezó el confinamiento y todo el mundo quería tener respuestas a lo que estaba pasando”. Aquella capacidad de estar interconectados les permitió llegar a muchos estratos de población que han permitido que el trabajo tenga datos muy valiosos.

La “resiliencia” de los autónomos

Mediante el análisis del llamado crecimiento postraumático (PTG por sus siglas en inglés), los investigadores, expertos en psicología principalmente, han intentado trazar cuáles han sido las secuelas principales que ha generado la pandemia en la ciudadanía. De este modo, se ha podido comprobar que hubo un concepto especialmente relevante en aquel momento: la autosuficiencia. Es decir, la capacidad de los seres humanos para contar con herramientas propias para encarar las adversidades. Ahí es donde destacan los autónomos: “El trabajo por cuenta propia desarrolla una visión emprendedora basada en habilidades efectivas, que pueden ser útiles para mejorar la resiliencia ante situaciones adversas”.

“La confluencia de optimismo y autoeficacia en el contexto de una pandemia fomenta comportamientos flexibles y adaptativos en el individuo”. Hechos como seguir las recomendaciones sanitarias en casa y en entornos laborales o hacer uso de información de calidad, mejoró la percepción de los ciudadanos al respecto del riesgo. “Estos factores se complementan además con la participación de elementos sociodemográficos que pueden actuar como posibles recursos para el individuo. Nuestros resultados indican que los niveles educativos y las situaciones laborales de las personas juegan un papel en la predicción de la resiliencia. Aquellos que tenían calificaciones educativas más altas y trabajaban por cuenta propia demostraron una mayor resiliencia”, apuntan los expertos.

En ese sentido, las secuelas en materia de salud mental también reflejan diferencias significativas en función del sexo biológico. Robles-Bello apunta que “las mujeres padecen de mayor ansiedad y los hombres de más depresión desde la pandemia”. Aunque no se pueden determinar exactamente las causas, la investigadora sí explica, recordando que siempre hay casos concretos que se salen de lo general, que las mujeres “tienden a avisar de que están llegando a un punto límite”, pero los hombres “cuando entran en depresión suelen tomar la decisión y a veces llegan incluso al suicidio para acabar con el dolor inmediatamente”. Son procesos distintos precisamente por la duración en el tiempo de los mismos. También hay datos conclusiones llamativas, a priori: “El tamaño de la vivienda no resultó decisivo a la hora de determinar el sufrimiento de las personas”.

Mayores, sanitarios y minorías sexuales

Por otro lado, sanitarios y ancianos han sido los colectivos más afectados por la pandemia de la Covid-19 a nivel mental. Las personas mayores, que ya padecen soledad no deseada, se vieron aislados socialmente por los confinamientos y su vulnerabilidad ante el coronavirus. Una sensación de desamparo, ante el hecho de verse solos, que empeoró por lo sucedido en aquellos meses. Por ello, los investigadores señalan que hay que “desarrollar programas” que les brinden apoyo psicológico, emocional y social.

Al mismo tiempo, los sanitarios se vieron expuestos ante lo desconocido, lo que les generó una presión que en algunos casos, según señalan ellos mismos, persiste a día de hoy por la ansiedad acumulada. Fueron meses de una carga laboral y emocional muy elevada, lo que, para los investigadores, ha derivado en cierto “agotamiento físico y emocional”. “Se realizó un estudio longitudinal en estudiantes de medicina que se vieron obligados a enfrentarse a la práctica de su carrera antes de tener el MIR aprobado y que tuvieron que enfrentarse a una situación muy estresante. Se encontró que los estudiantes universitarios de medicina, en el primer período de encierro, presentaron un mayor nivel de resiliencia, que mostró una leve disminución en los meses siguientes”, apunta Robles-Bello al respecto de otras investigaciones que les han servido para completar la suya.

Pero si mayores y sanitarios han sido los dos colectivos más reconocibles durante la pandemia por la exposición a la que se vieron sometidos, menos se ha hablado de las minorías sexuales. “El aislamiento social ha afectado de manera desproporcionada a aquellos que viven en entornos no inclusivos, donde el apoyo comunitario es vital. La cancelación de eventos y actividades que fomentan la conexión y la identidad, dejó a muchos miembros de estas comunidades sin espacios seguros para expresarse y encontrar apoyo. Además, la discriminación y el estigma persistente han contribuido a una mayor vulnerabilidad psicológica en estas poblaciones”.

Para María Auxiliadora Robles-Bello la investigación realizada demuestra que hay mucho que hacer a nivel social para enfrentarse a situaciones similares en el futuro. Como posible solución, cree que deberían promocionarse los llamados botiquines de salud, que no médicos, en los que se incluyan “las herramientas que hay que enseñar y que normalmente la enseñan los padres de cómo hay que afrontar una situación problemática”. Cree que parte del éxito estaría en incluir a psicólogos en los centros de salud, porque los propios sanitarios tienen problemas de salud mental derivados de la pandemia y se están “recetando ansiolíticos como si fuesen chucherías”.

“El apoyo social es súper relevante porque no hay nada en esta vida como tener a un amigo y no hay nada en esta vida como tener a alguien que te escuche y que te aporte cierto optimismo”, señala la investigadora. “La gente no tiene necesidad de tomar tantísima medicación cuando lo que deberían hacer es, por supuesto, tratarlo en función de la problemática que tienen. Se habla mucho de salud mental, pero no se terminan de poner en práctica medidas para cuidarla”.

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