Música, montaña y un escenario flotante: otro año del legendario y renovado Pirineos Sur

Laureano Debat

9 de julio de 2025 23:27 h

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Durante uno de los días libres del festival, Amalia y parte del staff subieron al balneario de Panticosa para dar un paseo y descansar. Allí se encontraron con un grupo de chicas que estaban de camping. Ellas, sin saber quiénes eran, les dijeron que habían venido por un festival que no sabían que existía y al que ahora prometían volver siempre. “Imagínate: vienes, te pasas unos días en medio de la montaña y lo cierras con música. ¿Qué más puedes pedir?”, dijo una. Esta anécdota es un reflejo del tipo de pertenencia que genera una marca como la del Pirineos Sur, sobre todo en ese momento en que el público lo descubre: hay una voluntad de fidelidad eterna. Hace más de treinta años que sucede así.

Amalia Ortiz viene de Big Star Music y Last Tour, las dos firmas que actualmente tienen la concesión de la organización del Pirineos Sur en conjunto con la Diputación de Huesca. Nació en México DF, vive en Madrid y durante todo julio se traslada a la montaña como directora operativa del festival. Es decir, como la encargada de que todo cuadre y esté en su sitio del 10 al 27 de julio.

Convivencia de estilos y entornos

Hoy existen en España una nutrida cantidad de festivales de música que huyen de la masificación y de lo macro y se refugian en entornos naturales: bosques, montañas, pequeñas costas. Pirineos Sur fue uno de los pioneros no sólo en conseguir que la música en vivo pueda ser posible en un entorno natural de una altísima belleza sino que eso, además, signifique un punto de encuentro entre “continentes, culturas y sonidos” tal como el propio festival describe en su página web.

“En un primer momento, el origen del festival tenía que ver con la idea de ritmos del mundo. Después se vinculó a músicas del mundo, que es todo lo que escuchamos, desde una salsa o una cumbia hasta ópera o música clásica. En aquel momento, la historia tenía que ver sobre cómo somos multiculturales y había música que venía de África o de Latinoamérica más vinculada con el folklore, aunque no la querían encasillar en esa palabra. Con el tiempo, fueron cambiando”, dice Amalia Ortiz y recuerda que Pirineos Sur siempre han sido pionero, por ejemplo, en traer a Los Tigres del Norte hace 15 años en el mismo festival que estaban Los Violadores del Verso. Esa línea continúa este año con propuestas tan disímiles como Ara Malikian, Manu Chao, Nathy Peluso o Residente. O no tanto, porque así es cómo escuchamos música hoy, de manera aleatoria en plataformas digitales, en listas que se componen de cosas que antes estaban en las antípodas y ahora conviven en nuestros oídos. Por qué no habrían de hacerlo en un festival.

El entorno en el que transcurre el Pirineos Sur es fundamental para el tipo de apropiación que representa, no solo del público sino desde las propias bandas y artistas. “La gente se enamora de la montaña, de ese contacto con la naturaleza. Natalia Lafourcade mandó hace poco un vídeo diciendo que le emocionaba tanto regresar, Mateo Sujatovich de Conociendo Rusia me comentaba hace poco que es idílico ese lugar, haces la prueba de sonido y te quedas en el backstage viendo lo que es esa montaña”, dice Amalia. “Estamos tan acostumbrados a esa cuestión tan acelerada de shows masivos y demás que, de pronto, te encuentras con esto e, incluso, hay equipos o artistas que nos piden llegar un día antes o quedarse un día más para estar ahí, en medio de la montaña”.

Y no es para menos: un escenario flotante sobre el embalse de Lanuza, las calles pintorescas de Sallent de Gállego, la diversidad paisajística del Valle de Tena en el centro del Pirineo Aragonés y sus cumbres imponentes, sus ríos y barrancos, su serena imponencia.

Sostenibilidad y equidad de género

Para que un festival en medio de la naturaleza sea viable lo primero y lo último que hay que revisar es su sostenibilidad. Y la gestión actual del Pirineos Sur ha tomado varios ODS de la Agenda 2030 para su desarrollo sostenible como la reducción en el consumo de recursos y de generación de desechos o un cambio en la movilidad del público a partir de la incorporación de una vía verde para que la gente pueda desplazarse a pie o en bicicleta.

“Antes, quienes llegaba hasta la entrada del festival estacionaban ahí mismo su coche. El año pasado fue un poco complicado para la gente porque de pronto les dices que no se puede. Y en redes sociales nos decían de todo. Pero creo que esas rupturas a veces tienen que suceder así”, dice Amalia. Al finalizar la edición 2024 del festival, algunos de los mejores comentarios que tenían eran de aquellas personas que entendieron el valor de la vía verde, el placer de caminar por la montaña al atardecer antes de empezar un concierto o durante una noche fresca y estrellada al acabar. “También hicimos un análisis medioambiental de lo que significa tener un escenario flotante para un show en la montaña, en medio del atardecer. Eso es indescriptible. ¿Cómo hacemos que eso tenga un sentido mayor, más allá de la parte artística? También tiene que haber una carta de alimentos saludables, con productos de la región. Reutilizar vasos, uniformes del staff y todo lo que se pueda”, dice Amalia.

Sallent de Gállego y las localidades aledañas del Pirineo se vuelcan cada año del festival en habilitar párquines, zonas de camping, bares y múltiples ofertas gastronómicas. Todo esto, con la característica conciencia medioambiental de la gente de la montaña, que cuida su tierra y contagia eso a quienes la visitan. “La gente de Sallent de Gállego nos ha ayudado en todo, porque tú no puedes venir y hacer lo que quieras, hay un pueblo que tiene su vida y su esencia y tienes que escucharlos a ellos. La convivencia con la naturaleza y la música es algo importante”, dice Amalia.

A la diversidad y la sostenibilidad se le agrega la equidad de género. Y, desde luego, la garantía de ofrecer un espacio seguro, libro de agresiones y acosos. Este año, las cabezas de cartel son principalmente mujeres: Nathy Peluso, Julieta Venegas, Natalia Lafourcade y el primer sold out del festival, Amaia y Valeria Castro. Todo esto para un festival que se caracteriza por convocar a un público diverso y heterogéneo, fiel reflejo de su cartel. Con conciertos que no superan la capacidad de 4.900 personas y que prometen no ampliar porque, además de implicar una dilatada logística de protocolos de seguridad y medioambientales, le quitaría parte de su identidad. De ese contacto íntimo entre la música y la montaña que hace más de treinta años ofrece Pirineos Sur.