El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Pronto llegará el Día de Todos los Santos. Halloween. El Día de Muertos. El de los Fieles Difuntos. Festividades que giran en torno a unas fechas para recordar la muerte. Para recordar a aquellos que la muerte arrebató. Pero… ¿qué le puedes arrebatar a un muerto? ¿Qué puedes quitarle a quien ya nada tiene, ni siquiera la existencia?
Robarle a un muerto es un problema filosófico de enorme magnitud. No sabemos si es algo muy grave o un acto inexistente. Un acto que se anula a sí mismo. Es posible que sea también un enorme problema matemático. ¿Qué hacen los muertos sin aquello que les quitamos? ¿A qué instancias reclaman los muertos?
Estos días pasados centenares de nichos del cementerio de mi ciudad han sido vandalizados. De las lápidas se han arrancado objetos decorativos para ser vendidos en el mercado negro. En el mercado negro de la muerte.
Leo en un artículo de Ángela Labordeta que uno de esos nichos ha sido el de su tío, el poeta Miguel Labordeta. ¿Qué puede uno robarle a un poeta? ¿Qué puede robársele a un poeta muerto? Miguel se ha ido. ¿Qué puede robársele a Miguel Labordeta? Si acaso preguntasen por él / decidles que nunca dijo que existiese. ¿Qué puede robársele a Miguel Labordeta que no se le hubiera arrancado ya en vida? Quizá se fue tan pronto / por miedo a odiarlo todo / con salvaje cinismo.
Quien haya escrito un verso en esta ciudad en los últimos cincuenta años lo habrá hecho observado por su mirada. Como un gigante amable y fantasmal. Miguel se ha ido. Miguel se fue. Alguien dijo que lo vio en las notas al pie de un manual de literatura. Otros quisimos verlo en el tótem de una gota de lluvia.
Miguel se ha ido. Miguel se fue. Intuía, quizás, este último asalto de la muerte.