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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Netflix, toma nota

María Galindo

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Es muy frecuente que las naciones necesiten de cuentos para explicarse a sí mismas su pasado, recordar grandes momentos y expiar culpas incómodas. Una de las formas más actuales y frecuentes de materializar esta expiación histórica son los medios audiovisuales, es decir, series de televisión y películas. Muchas de estas producciones están causando auténtico furor en los circuitos y festivales, como “Narcos” o la producción española “B”. Una no puede sino preguntarse cuántos Emmys ganaría una serie sobre la corrupción en España de los últimos años. Si cayera uno por millón desaparecido tendríamos hasta la próxima gran era geológica, si nos tocara uno por caso quizás sólo hasta la desaparición de la civilización Occidental. Demasiado para un solo artículo de opinión, digo, una sola serie, así que vamos a tirar de vergüenza patria y ver cuál es el material cinematográfico del que disponemos en Aragón.

Podemos empezar con la famosa y fácilmente titulable “Operación Molinos: PAR, miedo y estómagos agradecidos”. Una trama novelesca que empieza con una joven Mariví Pinilla, dueña de una granja de conejos, que llega a la Alcaldía de su pueblo de 900 habitantes y en 20 años se convierte en la llamada “Reina del Viento” de un reino con 5.000 habitantes que han podido disfrutar de conciertos de Julio Iglesias (qué buena banda sonora para nuestra obra), una plaza de toros llena de matadores de renombre y ofertas de viajes a Punta Cana para empadronados. ¡Ay!, si esto llegara a los oídos de Almodóvar… La parte fea comienza cuando pasado el boom inmobiliario en 2009 los vecinos de La Muela se encuentran con deudas impagables y a medio consistorio imputado en una trama que alcanza a 42 personas. Consistorio que, tras una breve visita a prisión y pagadas las fianzas, decide volver a ejercer. Siete años tras este nudo argumental, aderezado con cohecho, revelación de secretos, negociaciones prohibidas a los funcionarios públicos, tráfico de influencias, prevaricación, fraude en las subvenciones, malversación de caudales públicos, exacciones ilegales y blanqueo de capitales; el desenlace parece no llegar y es que los 80.000 folios del caso ya superan en extensión a la operación Malaya. Si bien el ministerio público ya pide 37 años de cárcel y 26,6 millones de euros en multas a nuestra reina de la corrupción.

La otra gran apuesta de nuestra productora imaginaria sería “Plaza. Sin consecuencias políticas.” Si bien la historia anterior tiene una protagonista clara, con un buen apoyo de secundarios, en Plaza vamos a tener que inclinarnos por un protagonismo coral, ya que los nombres varían a una velocidad de vértigo. Nos enfrentamos a una historia al puro estilo cine negro de Polanski y su “Chinatown”, con veinticinco acusados que se reparten 195 años de cárcel, con el notable cameo de Codesport, la empresa insignia de Marcelino Iglesias, actual senador del PSOE. Una nota curiosa que podríamos destacar de este grupo de “gángsters” políticos es su ambición, pues según el magistrado de Instrucción número uno de Zaragoza, el empresario Becerril entregó como peaje al exgerente de la empresa pública Plataforma Logística de Zaragoza (Plaza), Esco, una mordida del 10%, en vez del “tres per cent” de nuestros vecinos catalanes. En total, el escándalo de malversación de caudales públicos podría alcanzar los 100 millones de euros, malversación que no merecía la pena investigar desde las Cortes, según Biel, ya que “las comisiones de investigación sólo sirven para dar alpiste a los canarios”. Como ven este guión se escribe solo e incluye guiños a grandes actores aragoneses como Paco Martínez Soria.

Resumiendo un poco vemos como para la realización de estas series necesitamos más de 70 actores entre políticos y empresarios, amplios sets de rodaje y un buen final al estilo western donde estos y sus organizaciones encaren las consecuencias políticas y penales. Final que parece tenemos que dejar a la ficción, ya que ninguno de estos juicios ha supuesto ninguna dimisión de los partícipes en estas dos grandes operaciones en las que la Administración pública está implicada directamente. Quizás incluso en nuestras obras podremos ver como Marcelino Iglesias, Biel y varios consejeros pasan por una auditoría real y asumen unas repercusiones que los aragoneses sí han vivido fuera de los mundos de la ficción.

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