Abre el último tramo de la A-22 entre Huesca y Lleida tras años de retraso en las obras
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, ha presidido hoy la puesta en servicio del tramo de la A-22 entre Siétamo y Huesca, tras una inversión de casi 69 millones de euros (IVA incluido). Con estos 12,7 kilómetros concluye la conexión por autovía entre Huesca y Lleida, un eje que, en palabras del ministro, se convierte en “la gran alternativa al valle del Ebro; Navarra, el País Vasco, Aragón y Cataluña quedan unidas por una infraestructura moderna, segura y eficiente”.
El nuevo tramo cuenta con doble calzada, dos carriles por sentido, arcenes de 2,5 metros, 16 estructuras —incluidos los viaductos sobre los ríos Botella y Flumen— y cuatro enlaces: Siétamo, Loporzano, Montearagón y la conexión con la A-23. Su apertura reducirá drásticamente los tiempos de viaje: los 12,6 kilómetros que hasta ahora requerían entre 15 y 20 minutos, con rotondas, limitaciones de velocidad y adelantamientos imposibles, podrán recorrerse en apenas seis o siete minutos.
El proyecto fue adjudicado en 2018 a la UTE formada por Copcisa y Vidal Obras y Servicios con un plazo de ejecución de 36 meses, pero finalmente han sido necesarios siete años. Los retrasos han elevado también el presupuesto: de los 46,7 millones iniciales se ha pasado a 61,5 tras dos modificados, uno por la reposición de líneas eléctricas y otro por obras adicionales.
El acto estará marcado por varias ausencias institucionales: ni el presidente de Aragón, Jorge Azcón, ni el presidente de la Diputación de Huesca, Isaac Claver, han acudido como gesto de protesta por los “insoportables” retrasos en la obra, mientras que la alcaldesa de Huesca, Lorena Orduna, se ha ausentado por motivos personales y ha sido sustituida por el edil de Urbanismo, Iván Rodríguez. Desde el Ejecutivo aragonés han recalcado que “no es un día para celebrar, sino para denunciar los fallos en infraestructuras y ferrocarriles”, aunque por respeto institucional sí estará presente el director general de Carreteras, Miguel Ángel Arminio. Claver ha justificado su ausencia por “coherencia y principios”, recordando que los atrasos han provocado pérdidas económicas, oportunidades frustradas y, lo más grave, problemas de seguridad vial. La DPH ha definido su postura como una forma “firme pero respetuosa” de mostrar el descontento ante lo que consideran un “abandono”. En la misma línea, el Comité Intercomarcal del PAR ha denunciado el “menosprecio” hacia Aragón en materia de infraestructuras y ha reclamado acelerar los plazos de las muchas actuaciones pendientes en la provincia.
Años de imprevistos
La demora se explica por múltiples complicaciones técnicas: la reposición de líneas de alta tensión, que tardó cuatro años; la modificación del abastecimiento de agua a Huesca; la atención a exigencias de telefonía y gas; las demandas de regantes; o la excavación arqueológica del yacimiento romano de Ayareces, que afectaba a 3.000 m² de la traza. También se detectó un vertedero oculto y fue necesario respetar el nivel freático y sanear terraplenes en Quicena.
El trazado atraviesa los términos municipales de Siétamo, Loporzano, Quicena y Huesca. En los primeros ocho kilómetros se ha construido una calzada nueva, manteniendo la N-240 como vía de servicio, mientras que en el resto se ha desdoblado la Ronda Norte hasta enlazar con la A-23, adaptando el firme y el peralte para su uso como autovía.
Óscar Puente ha subrayado que esta autovía “es una apuesta contra la despoblación, por el sector agroalimentario, el turismo y la conexión del Pirineo con los mercados europeos”. Y ha recordado que “una autovía bien diseñada no sólo es más segura y rápida, sino también más sostenible que una carretera convencional saturada de paradas y adelantamientos peligrosos”.
Durante su visita, el ministro ha destacado además que “entre junio de 2018 y agosto de 2025 el Gobierno de España ha invertido 1.830 millones de euros en la red de carreteras de Aragón, de los que más de la mitad se han destinado a conservación y mantenimiento”. Con estas cifras, Aragón se sitúa como la comunidad autónoma con mayor inversión en carreteras en relación a su PIB y a su población, sólo por detrás de Castilla y León.
La puesta en servicio de la A-22 culmina una obra cuya primera piedra se colocó en 2005, en la variante de Monzón. El tramo Huesca-Siétamo quedó descolgado por un recurso del Ayuntamiento de Quicena contra la Declaración de Impacto Ambiental, lo que obligó a separarlo del resto. Después llegaron la crisis de 2010, parones por falta de consignación presupuestaria y problemas de ejecución. El resultado es que los 110 kilómetros de la A-22 se completan 25 años después de su planificación inicial.
Más allá del sobrecoste, la demora ha tenido un impacto directo en la seguridad vial: la N-240 ha sido durante este tiempo una de las carreteras con más siniestralidad de Aragón, con puntos negros como el Estrecho Quinto o el cruce hacia Loporzano. Retenciones, limitaciones de velocidad, desvíos y accidentes, algunos mortales, han hecho de este tramo uno de los más problemáticos para los conductores. La autovía, reclamada de forma unánime por partidos y ayuntamientos, pone fin ahora a décadas de espera.
Además, el ministro ha avanzado que antes de fin de año saldrá a licitación la Variante de Jaca y que la A-21 avanza hacia su culminación con la redacción del proyecto del tramo Puente La Reina–Fago.
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