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Bernardo Díaz Nosty: “Los relatos de las periodistas durante la Guerra Civil se acercan más a la piel social”

Después de una dilatada obra publicada llega 'Periodistas extranjeras en la Guerra Civil'. ¿Cómo nace la idea de este libro?

Aparece como consecuencia de un libro anterior, en cuya investigación detecté la presencia de periodistas extranjeras en la guerra. Comenzó la pandemia y en un largo encierro de dos años y medio surgió este libro gracias a la existencia de magníficas hemerotecas virtuales en la mayoría de los países concernidos, lo que permitió indagar, rastrear e identificar a un número elevado de periodistas desconocidas por la historiografía de la Guerra Civil. Apenas citaban a unas pocas anglosajonas. El hecho de que no hubiese periodistas de otras nacionalidades argumentó la hipótesis que me llevó a desplegar una compleja investigación. El resultado, 183 mujeres presentes en España entre 1936 y 1939 y un libro de novecientas páginas…

¿Quiénes son las protagonistas?

Las protagonistas son mujeres, en su inmensa mayoría con formación universitaria, generalmente comprometidas con los valores democráticos y posiciones progresistas, algunas exiliadas y víctimas de los regímenes autoritarios, claramente antifascistas, que por lo general viajaron a la zona republicana. Ciertamente, llegaron muchas de las naciones anglosajonas, británicas y estadounidenses, pero había muchas más. De las francesas, bastante olvidadas y periodísticamente muy interesantes por su empatía con el sufrimiento de un país vecino, se han podido identificar 24. Pero también hay alemanas, rusas, nórdicas, austriacas, latinoamericanas… hasta un total de nacidas en 26 naciones.

Un número muy elevado, y más si se tiene en cuenta que viajaban a un país en guerra. ¿Qué las movió a venir a España?

En algunos casos pudieron ser motivaciones políticas. La mayoría viajó a la zona republicana, con cuyas políticas se sentían más identificadas. Creo que fue la presencia en España de decenas de miles de jóvenes de todo el mundo, enrolados en las Brigadas Internacionales, lo que movió el interés de los medios y la demanda de las audiencias por saber del destino de aquellos. Sin duda, la presencia de estos jóvenes movió a muchas. Al retirarse las brigadas internacionales a partir de septiembre de 1938, periódicos y agencias de prensa desplazaron a los periodistas a otros escenarios donde la tensión permitía intuir el comienzo de un nuevo conflicto mundial.

¿Cómo lleva a cabo el trabajo de investigación para sacar a la luz la vida y el trabajo de estas mujeres que han sido silenciadas por la historia? ¿Dónde y cuándo obtiene esa información?

La información, lógicamente, está allí donde ellas escribieron. Es decir, en periódicos y en revistas, aunque muchas transmitieron por radio, cuyas crónicas e intervenciones son de difícil o imposible rastreo. Por eso la existencia de excelentes hemerotecas digitales ha permitido establecer estrategias de búsqueda en una decena de idiomas e identificar a tan elevado número de mujeres y, a la vez, obtener las huellas facsimilares de sus trabajos. Una tarea difícil pero apasionante. Además, son muchos los libros de crónicas de la guerra y las memorias de estas mujeres que he podido consultar, lógicamente adquiriendo esa bibliografía, ya que la pandemia mantenía cerradas las bibliotecas. El comercio electrónico vino en mi ayuda con unos 300 envíos…

El libro cumple una misión social. ¿Cuál es y por qué?

No sé si se trata de una misión social. Sí creo que puede contribuir a la restitución de un relato ausente en la historiografía conocida. Un relato escrito con la percepción femenina ante el fenómeno de una crisis humanitaria donde, por primera vez en la historia, se bombardeó a la población civil. Este es un hecho diferencial muy significativo.

¿Por qué la mirada de aquellas periodistas fue diferente a la de sus compañeros en aquel conflicto?

Las crónicas que conocemos, recogidas por los historiadores más relevantes, están trazadas desde visiones androcéntricas, comunes a la descripción convencional de lo que podríamos llamar 'cultura de la guerra'. Una periodista francesa escribió entonces que las víctimas eran el fruto de la violencia de los hombres, porque las mujeres se oponían al sufrimiento y la muerte de sus hijos…

¿Cómo se ha comprobado?

De la única forma posible. Mediante el análisis del contenido de sus huellas escritas, es decir, volviendo a las hemerotecas y leyendo muchos de los materiales obtenidos. Creo recordar que, en un libro plagado de citas, las referencias a las fuentes hemerográficas superan las 700.

Al estar ausentes de la historiografía los relatos de estas profesionales, ¿se puede decir que la visión general del conflicto que ha llegado a nuestros días es incompleta? ¿Qué anomalía se desprende de esa carencia?

Desde el punto de vista periodístico, las crónicas masculinas responden a los criterios convencionales del reporterismo de guerra: frentes de guerra, avances y retrocesos de las tropas, armamento empleado, tácticas y estrategias, planteamientos políticos, negociaciones… Los relatos de las periodistas se acercan más a la piel social. La guerra, y más en el caso de España, donde por primera vez en la historia se bombardea a la población civil, proporciona otra mirada cercana al sufrimiento de mujeres, niños, ancianos, víctimas del conflicto. La periodista noruega Gerda Grepp escribió en una de sus crónicas que aquello no eran las bajas de una guerra, sino vulgares asesinatos. La sueca Barbro Alving añadía: “Antes la imagen icónica de la guerra eran los campos cubiertos de cruces blancas; ahora, lo son las morgues repletas de mujeres y niños”.

Parece, entonces, que se trata de una anomalía importante en la narración de la historia…

Sí, porque es una parte fundamental del conflicto. Hay momentos en la guerra, especialmente al principio, cuando se producen momentos trágicos como el de la llamada desbandá de Málaga, un término tomado de Queipo de Llano -huyen en desbandada- y que ha sido normalizado, que fue, en febrero de 1937, el primer gran desastre de la República. Hubo una extraña complicidad en aminorar la dimensión dramática del conflicto. La caída de Málaga no se aireó demasiado por los republicanos para no provocar desmoralización e, incluso, para atenuar las claras debilidades en la protección de la ciudad. A los sublevados tampoco les interesaba que se supiese que habían sido italianos quienes habían participado activamente en la masacre, ya que se ponía en riesgo la política de no intervención promovida por los británicos. Son muy importantes las crónicas de distintas mujeres en la descripción del sufrimiento de aquellos andaluces que emprendieron el éxodo masivo de la carretera de la muerte y continuaron por la costa mediterránea hacia Almería, Murcia, Valencia -en julio, describen las periodistas, la ciudad estaba llena de malagueños-, a Barcelona y que, en muchos casos, terminó en los campos de refugiados de Francia cuando no en el más incierto de los exilios. Esta es una laguna importante. El bombardeo de Guernica, poco tiempo después, desplazó la caída de Málaga y sus consecuencias a un segundo plano del foco informativo porque en el País Vasco, pese a las acusaciones de que el bombardeo era de los republicanos, hubo demasiadas evidencias de la presencia de la aviación de Hitler.

Los periodistas siempre se encuentran con personajes e informaciones que llaman especialmente la atención o con los que conectan de una manera especial. Como investigador, puede permitirse alguna licencia. ¿Le ha pasado esto durante la investigación que ha llevado a cabo para poder escribir este libro?

Ciertamente, no todos los perfiles biográficos son iguales, pero destacar alguno puede suponer arrojar sombra sobre otros. Mejor referirnos a un relato coral poco conocido que proyecta luz sobre aspectos sustantivos de la guerra. En ese relato hay claros elementos para hablar de crímenes de guerra, como fueron los reiterados bombardeos sobre la población civil. El hecho de que poco después se declarase la Segunda Guerra Mundial supuso derivar la acusación hacia Alemania y el Holocausto.

Estamos inmersos en varias contiendas bélicas en el mundo en este momento. ¿Encuentra similitudes entre las historias que contaron aquellas periodistas de guerra de las que habla en su libro y las que cuentan sus compañeras ahora?

Sin duda. Este mes pasado he hablado con varias corresponsales y se han visto reflejadas en la mirada sobre la guerra y la violencia de aquellas extranjeras que viajaron a España. Ha sido muy expresiva en esa coincidencia la opinión de Almudena Ariza, que me escribió desde Ucrania, donde realizaba una espléndida labor informativa para Televisión Española.

Como usted mismo confirma, algunas lectoras, sobre todo compañeras del gremio, confiesan haberse sentido identificadas con las mujeres de las que habla en su libro. ¿Cómo valora que una mujer en el siglo XXI pueda sentirse identificada con otra que ejerció hace casi un siglo?

La sociedad no ha cambiado tanto como para alterar radicalmente los sentimientos y los valores que alumbran el horizonte de los derechos humanos y de la erradicación de la violencia, aunque muchos estertores del pasado pretendan demostrar, con sus discursos de polarización y odio, que las guerras civiles pueden durar más de cien años...

Esta investigación, ¿ha dado lugar a próximas obras? ¿Ya está trabajando en un próximo libro?

Son varias las ideas… Con seguridad que buscaremos algún oxígeno existencial en este tiempo de polución y toxicidad ambiental…