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Violencia de género en los pueblos: “En el ámbito rural la mujer pierde su anonimato”

Imagen de archivo de una protesta contra la violencia machista.

ElDiarioAragón

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El miedo al qué dirán, la presión de los vecinos e incluso de las propias familias, motivada por la cercanía y carencia de anonimato entre los vecinos del medio rural hace que las mujeres víctimas de violencia de género sufran y no den el paso a denunciar su situación. Son algunas de las principales conclusiones de la jornada online sobre violencia de género en el medio rural organizada por la Diputación de Zaragoza con la que la institución provincial se ha sumado a la conmemoración del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que ha sido retransmitida a través de la web de El Periódico de Aragón y a la que se han conectado más de 3.000 personas.

A lo largo de la jornada se ha puesto de manifiesto que se trata de una realidad “invisible” y “estigmatizada” y se ha alertado del aumento de casos de violencia de género entre los más jóvenes. Cinco mujeres expertas en la materia han aportado datos e información sobre las peculiaridades que esta lacra tiene en el medio rural.

Las mujeres en el medio rural “están mas expuestas a la vulneración de su derecho a la intimidad y al honor” y el hecho de que en los municipios todos los vecinos se conozcan y comenten “hace que al final el nombre de la victima esté en boca de todos sin saber lo que está pasando y lo que esa víctima esta sufriendo”. “Estas habladurías lo único que hacen es mermar la fuerza que la victima haya adquirido para poner esa denuncia”, señala Beatriz Berné, comandante jefa de Policía Judicial e Información de la Comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza y primera y única mujer en ocupar este rango en la provincia de Zaragoza y responsable de VioGén, que apunta eso sí que se ha conseguido que cada vez se denuncie más este tipo de casos.

Berné explica que en la mayoría de casos de violencia de género que se dan en el medio rural son los vecinos los que avisan a la Guardia Civil a través del 062. En este sentido, informa que además de este teléfono existe una aplicación para el móvil llamada “alertcop” que facilita un sistema de alerta con el que solo pulsando un botón envía la ubicación a tiempo real a la comandancia.

La comandante jefa de Policía Judicial pone de manifiesto otro de los aspectos que diferencian la violencia de género en el medio rural: el hecho de que sean las víctimas las que tienen que salir de su pueblo y no los agresores. “Es entendible que si quiere empezar una vida nueva deba dejar atrás pero se les hace muy duro tener que ser ellas y no el agresor, lo que trastoca su vida, especialmente si tienen niños en edad escolar, algo que en las ciudades no pasa”, señala.

Además, detalla las peculiaridades que observan en los casos donde las víctimas proceden de otros países, hecho que, ha indicado, complica el abordaje de la situación. “Tienen un gran desarraigo familiar, normalmente no tienen a su madre o a alguien que pueda ayudarles moralmente y otros aspectos, lo que les lleva a ser más reacias a dejarse ayudar”.

A este respecto, las expertas en malos tratos y atención a mujeres víctimas de violencia de género, María Jesús Soler y Yolanda Paúl señalan que “son procesos complejos en los que hay que extremar la colaboración, hay que construir una red fuerte y protectora en la que nadie se quede fuera”, al mismo tiempo que explican la crueldad de los casos que han atendido: mujeres víctimas de todas las violencias, obligadas a prostituirse, a contraer matrimonio, que no podían identificarse como víctimas a las que ha sido necesario trasladar a otra ciudad porque su vida corría peligro, presionadas por su familia, etc. “Esto es real, no es una ficción”.

Mayor presión social

“No siempre la percepción de esa realidad puede ser real porque igual solo vemos una parte del problema. El ámbito rural siempre va a tener mayor dificultad, es un entorno más rígido, que tiene consecuencias para la mujer, pierde su anonimato, cercanía a la familia del agresor, reconciliación con nuevos embarazos que añaden dificultad, el miedo al cambio, ese aislamiento, e incluso verse expuestas en su centro de salud o ante las fuerzas y cuerpos de seguridad a los que están muchas veces próximos a sus agresores”, señala Luisa Velasco, exinspectora de la Policía Local de Salamanca con 32 años de experiencia y doctora en Psicología.

Amaya Betoré, abogada, admite que continúa existiendo presión social y familiar especialmente en el medio rural. Ante esto, la abogada insiste en que todas las mujeres “vivan donde vivan” tienen a su disposición recursos para ser asistidas jurídicamente “de inmediato” y “con las mismas garantías que en la ciudad”.

“La divulgación, sensibilización y visibilización ha hecho que la presión social ya comience a ser para el agresor. Hemos conseguido que la sociedad rural empiece a mostrar repulsa y colaboren con la víctima. La presión social se está transformando en apoyo, aunque todavía se ven casos. La mujer comienza a saber lo que es la violencia de género en toda su extensión, hemos conseguido que sepan que más allá de la agresión física hay comportamientos que son violencia de género y no tienen por qué soportarlo”, asegura Betoré.

Aún así, explica que “no podemos bajar la guardia” y alerta del aumento de casos de violencia de género entre los más jóvenes. “Estamos viendo casos en parejas muy jóvenes, incluso mejores de edad. Hemos detectado aceptación de comportamientos de violencia de género por las propias jóvenes e incluso los propios amigos, la aceptación como algo normal de que nos controlen las redes sociales, por las que se divulgan imágenes de la víctima, que agravan su situación, máxime en el medio rural. No es raro ver en gente joven como se niega que determinados comportamientos sean violencia de género”, concluye.

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