La centenaria Brigada Central de Salvamento Minero de Hunosa, en peligro de extinción tras la renuncia de sus 19 brigadistas

Raquel L. Murias

Oviedo /Uviéu —
20 de noviembre de 2025 16:12 h

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La Brigada Central de Salvamento Minero, creada en 1912 y convertida en un cuerpo de élite único en España, atraviesa su mayor crisis en más de un siglo de historia. Sus 19 miembros han presentado la renuncia voluntaria y solicitado su regreso a sus antiguos puestos en Hunosa tras acumular, según denuncian, más de 9.000 horas extraordinarias sin cobrar, una situación que consideran insostenible y que deja al borde de la desaparición a una unidad que ha sobrevivido al cierre de las minas, a explosiones de grisú, a derrumbes y a intervenciones extremas dentro y fuera de Asturias.

La renuncia fue registrada el 7 de noviembre, y la empresa dispone ahora de un plazo de 30 días para resolverla. Si la compañía acepta el traslado de los brigadistas a sus puestos originales, la brigada quedará prácticamente vacía, lo que en la práctica supondría su disolución.

Los trabajadores alertan de que Hunosa “favorece un desmantelamiento paulatino” del servicio al no cubrir bajas, incumplir acuerdos laborales y no planificar un relevo generacional que garantice la continuidad del cuerpo. La situación, dicen, ha acabado “reventando por donde más duele: la capacidad de respuesta de un servicio que nunca puede quedarse sin personal”.

Grupo especializado de emergencias

La Brigada Central de Salvamento Minero nació hace 112 años, impulsada por las empresas mineras asturianas para intervenir en los frecuentes accidentes en el interior de las galerías. Desde 1912, su sede en el Pozo Fondón (Sama de Langreo) ha funcionado con un principio innegociable: no puede quedar vacía ni un solo minuto del año. Cada salida de una patrulla obliga a que otro equipo esté operativo en menos de 20 minutos.

El cierre progresivo de las minas no eliminó su necesidad. Con los años, la brigada evolucionó hacia un grupo especializado en emergencias en espacios confinados, atmósferas explosivas o tóxicas, incendios industriales, microvoladuras y rescates de alta complejidad. Su capacidad técnica y su entrenamiento la llevaron a intervenir en algunos de los mayores desastres mineros dentro y fuera de España.

Un historial de rescates

La brigada ha participado en algunas de las operaciones de rescate más difíciles del país. Su experiencia fue requerida en el derrumbe de la mina de Pasta de Conchos, en México, una de las mayores tragedias mineras mundiales del siglo XXI. También estuvo presente en emergencias en Asturias relacionadas con explosiones de grisú, como las operaciones en la mina de Zarréu (cuya comisión de investigación sigue abierta), la última de ellas el pasado 31 de marzo, cuando fueron los primeros en intervenir tras la muerte de cinco mineros.

En 2019, la brigada fue llamada para intervenir en el rescate del niño Julen, que cayó en un pozo de una finca en Totalán (Málaga). Su conocimiento en galerías estrechas, atmósferas peligrosas y microvoladuras fue clave para intentar abrir una vía de acceso segura. También han colaborado históricamente con Bomberos de Asturias, Protección Civil, Guardia Civil y la UME en ejercicios y emergencias complejas, desde túneles ferroviarios a colectores industriales.

Un equipo más reducido

Pese a esta trayectoria, en la que ninguna operación se les ha puesto por delante, los brigadistas asturianos aseguran que su situación interna ha empeorado en los últimos años. Las instalaciones siguen funcionando como hace décadas, pero con un equipo cada vez más reducido. La falta de personal les obliga a doblar turnos de forma continuada, lo que ha generado miles de horas extraordinarias impagadas. A ello se suma que, por su jornada especial de interior de mina, generan 50 minutos de trabajo extraordinario diario para cubrir los tres turnos de ocho horas. Esos minutos, que se venían abonando con normalidad, dejaron también de pagarse el mes pasado, tal y como explican ellos mismos.

Un riesgo real: que la brigada desaparezca

El escenario que los propios brigadistas temen es claro: si Hunosa acepta su renuncia, la brigada quedará sin efectivos suficientes para operar, lo que supondría, en la práctica, la paralización o el cierre temporal —y quizá definitivo— de un cuerpo que durante más de un siglo ha sido referente en seguridad minera y emergencias industriales.

Sindicatos y antiguos miembros llevan años alertando del riesgo de que la brigada desaparezca por la falta de renovación y por la pérdida de actividad minera que sostenía su razón de ser. Los actuales brigadistas insisten en que este servicio sigue siendo imprescindible no por la minería ya residual, sino por el tipo de accidentes y entornos de riesgo que ninguna otra unidad del país cubre con su nivel de especialización. Hunosa, por su parte, ahora no ha dado una solución pública a la crisis.

Con la renuncia ya presentada y el reloj corriendo hacia el límite de 30 días, el futuro de la Brigada Central de Salvamento Minero está en peligro y está vez la salvación no depende de ellos; sí así fuera, ya estarían rescatados.