En primer lugar, como es obvio, los partidos de Gobierno. Enseñanza fundamental: al amigo, ni agua. Habrá aprendido Sánchez, nadie le niega listeza, ni siquiera sus más feroces enemigos, que la gestión previa que culminó aquel miércoles, elijan ustedes los calificativos para definirla, no fue la mejor del mundo, ni podría considerarse uno de sus mayores éxitos. Sacó adelante la cosa, siempre lo hace, no pregunten cómo, pero dejándose unos cuantos pelos en la gatera. Estudien y repasen los ministros, los directores generales, los letrados y hasta los mecanógrafos línea por línea, palabra por palabra, letra por letra, todo lo que van a poner en el mostrador de los pactos a partir de ahora, para así no dejar espacio ni oportunidades para el desmadre de estos socios tan cariñosos y tan fiables con los que hemos iniciado el largo y, ay, pedregoso camino hacia el futuro de la legislatura. Más preparación previa, por supuesto, pero también evitar meterse en demasiados líos, al menos hasta las elecciones europeas. Hagamos lo imprescindible, que tiempo habrá para jeribeques y otros adornos igual de lucidos. Poco, pero bien, que mucho siempre tiene la posibilidad de convertirse en malo. Apretar menos, pero fuerte. Incluso con tenazas.
También Sumar deberá recapacitar, que de Podemos, a la vista de lo visto, tampoco hay mucho que esperar. La venganza se sirve fría, dicen, pero ellos, los morados, la han querido caliente, casi hirviendo. Zurriago el primer día, que sepas que nosotros no pagamos traidoras y te vas a enterar de lo que vale un peine, que madre no hay más que una -la revolución- y a ti, Yolanda, te encontré en la calle. Sobre los parados de más de 52 años, lean, por ejemplo, la carta del director de este medio. La gresca no se tiene en pie. ¿Dicen que la dirección de Podemos somos cinco, cuatro, tres, dos, uno? Pues sí, quedamos pocos, se fugan como El Pastilla, por la puerta, pero tenemos una navaja choricera de 20 centímetros. Esa es la realidad. No debemos engañarnos y aunque griten y pataleen en Sumar, Yolanda Díaz tendrá que reconducir ese asunto, vaya usted a saber cómo, que para eso le pagan. Hay que poner coto, y pronto, a ese desaguisado que sólo hace que reabrir las heridas dentro de la izquierda. Importaría un celemín si se desangraran ellos solos. Lo malo es que arrastran al fango votos, ilusiones y esperanzas.
Que no crea Junts que ha triunfado como si se presentara a Operación Triunfo. Porque la suya es una actitud imposible de mantener. Te sale una vez y no más, que el de enfrente no es tonto y no se va a dejar arrebatar la merienda por segunda vez. Enfadar al jefe es mala táctica siempre. El velo que les tapa la realidad se llama Esquerra. Pero la vía del gamberrismo y la política exclusiva para tus socios del club es mala consejera. Sobre todo cuando el señorito al que agredes es quien tiene en sus manos el mecanismo del sube y baja, freno y marcha atrás de la amnistía. No se engañen en Junts. El amo del cortijo es Sánchez y cederá hasta que diga basta y entonces, ya ven qué mala suerte, lo mismo se quedan los que tanto ahogan sin medidas de gracia. Lo de la cárcel lo han dicho ustedes, no el Ojo.
Por cierto, no suena bien ese afán de Junts por meter la mano en la inmigración. Es más: suena de horror. Miedo da oír hablar a la derecha de toda la vida, como ellos, de filtros, censos, expulsiones y otras medidas selectivas. Y más cuando andan tocados por alguna formación de estilo Vox que pulula por Cataluña, como las alcaldías de Ripoll y Calella o, no nos engañemos, el alcalde popular de Badalona, Xabier Albiol, que hay que echar mano al pasaporte cada vez que se menciona su nombre. Hagan el favor de no jugar unos y otros con las cosas de comer, que ensañarse con los más desfavorecidos es una aberración que ningún gobierno decente debería permitirse. Tengan cuidado en la Moncloa, mucho cuidado, con estas aventuras porque son muy peligrosas. Alerta roja.
Y por supuesto el PP tiene mucho que aprender. El que más. Desconcertado y desnortado, con un líder grogui que no sabe por dónde tirar, ni con quién hacerlo ni con qué contenido. Pura rabia, acrecentada día a día por una derrota tras otra. No es cierto que en algún momento pretendiera abandonar la única política que conoce y que su partido, gracias a los gurús Aznar, Ayuso y los demoscópicos inútiles que le han llevado al abismo, ha practicado hasta ahora: el antisanchismo feroz. Acabar con el monstruo como dé lugar. Por lo civil o por lo militar. Nunca ha propuesto nada interesante Núñez desde su llegada a Madrid y sigue sin hacerlo. Nada. Jamás. Ni una sola promesa ilusionante para sus militantes o los presuntos votantes.
En ese único objetivo de derrumbar al actual inquilino de La Moncloa, ese cargo que él rechazó, en una de las tonterías más sonoras salidas de su persona, ha invertido todas sus fuerzas, aliándose de manera suicida con Vox y su salvajismo antidemocrático. Cerradas todas las puertas por él mismo, sus propuestas de ilegalización, como último ejemplo de torpeza infinita, para trabajar con PNV o CiU, sus posibles aliados ideológicos, más allá del nacionalismo, Núñez carece de caminos políticos para encauzar lo que falta de legislatura. Sólo le queda esperar, comiéndose las uñas, que Perro Sanxe se caiga, se desmorone por un extraño sismo, ya sea la traición de algún socio o la llegada a la Tierra de un meteorito asesino. Parece que el único que no se ha enterado de sus derrotas y de que algo debería cambiar ante la pared con la que se rompe las napias una y otra vez, qué desagradable espectáculo el del fracaso continuo, es precisamente Alberto Núñez Feijóo. Pero naufragio tras naufragio nada se mueve en Génova. No se distingue en el horizonte más próximo un cambio de actitud, un mínimo giro de timón que encauce el partido a una llanura abierta y soleada para por fin poder salir del lóbrego calabozo en el que ellos solos se han metido. Y han tirado las llaves de los candados. La respuesta a la enésima goleada sigue el mismo guion: más calle alterada, más movilizaciones, más gresca, más gritos, más banderas, más agitación populista. O sea, más terreno para que se luzcan las huestes de Abascal y los suyos.
Expertos en meterse goles en propia puerta, sólo faltaba que también en Galicia volvieran a meter la pata hasta las calicachas y las calicorvas, que es difícil hacer la gestión en torno a las bolitas peor de como lo han hecho. ¿Recordar los errores gigantescos en la gestión del Prestige? Pues claro, salvada sea la gravedad de uno y otro caso. La pasividad de Rueda, estatua de cera mejorada de Rajoy y Núñez, es un ejemplo de cómo no hay que encarar un conflicto de este tipo. Ya todos los medios han dado cumplida información sobre el desastre de organización que señala a la Xunta de Rueda con grandes neones. ¿Cómo es posible, se pregunta el inocente Ojo, que vivan en un mundo tan distinto del de los ciudadanos? Hasta un alumno de cuarto de primaria sabía desde el primer momento que la cosa se iba a liar. Era obvio para cualquiera con dos dedos de frente. ¿Entonces? La respuesta es que son así, torpes y vagos, reacios a admitir la realidad si les causa algún grado de molestia. Déjenme con mis cosas, que no quiero problemas. Pues en toda la jeta: bolitas para desayunar, para el táper de media mañana, para el almuerzo, la merienda y la cena temprana. A hartarse de bolitas. Por kilos. Por toneladas.
Adenda. Es una auténtica barbaridad ver expuestas, una tras otra, todas las tropelías ejecutadas por el Ministerio del Interior que dirigió Jorge Fernández-Díaz bajo el mandato de Mariano Rajoy, tal y como contaba ayer este diario. ¡Qué engaños, qué fraude, qué desvergüenza! Y cuánto daño a la ciudadanía catalana, pero no sólo, ha podido causar esa conducta ignominiosa. ¿Cómo es posible que el partido que promovió, financió y amparó ese infame despropósito, ahí tienen a su secretaria general, Dolores Cospedal, incluso a su presidente, Mariano Rajoy, metidos de hoz y coz en la madeja, acuse a otros de envenenar la convivencia? ¿Nada dice Feijóo y sus acompañantes? Por supuesto que hay que investigar a fondo esas repugnantes cloacas y señalar públicamente a todos y cada uno de los responsables de las fechorías. Y sepan en Génova que los conocemos bien, que sabemos quiénes son, cómo son y qué sucios métodos practican. Ahí los tienen.
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