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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

Algunas conclusiones, no todas alegres

Un trabajador de Correos deposita el voto por correo, durante las elecciones locales municipales y autonómicas. EFE/ J.J. Guillén

José María Izquierdo

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Este martes, 18 de julio del 2023, se cumplen 87 años desde que un grupo de militares sediciosos se levantara en armas contra la legítima II República de España. Los nombres de la vergüenza y el horror: Franco, Mola, Sanjurjo, Saliquet, Queipo de Llano, Millán Astray, sin olvidarnos de la derecha política –consentidora y cómplice, trufada de fascismo- y financiera, Juan March y sus muchos millones en el frontispicio. Soportado tanto sufrimiento en la dictadura y disfrutado tanta alegría democrática después, el PP de Feijóo ha metido a los franquistas en los gobiernos autonómicos y municipales y nos amenaza a todos, a usted, a mí, a nuestros hijos, con llevarlos en volandas –racismo, machismo, odio- al gobierno central. “Si necesito sus votos, pactaré con ellos”, ha anunciado paladinamente el moderado líder del partido de Aznar, el trío de las Azores y las bochornosas mentiras del 11M, y de Díaz Ayuso, la desinhibida reina del vermú. Grandes liberales, como ustedes saben.

Poco tiempo queda para impedirlo. Sólo nos anima la esperanza de que esta derecha montaraz, salvaje y mentirosa, se encuentre con que “hay menos alegría en la taberna que en el camino que conduce a ella”, como contó Cormac McCarthy en Meridiano de sangre. Para ello, para que sufran esa tremenda decepción –su prepotencia les impulsa a la sobrevaloración de sus fuerzas- hay que lograr la movilización total y absoluta de la izquierda, desde la más moderada a la más radical. Se requiere a las fuerzas en combate un último esfuerzo para impedir que vuelvan a volar sobre nuestras cabezas los cuervos de ala negra. Dicen varias encuestas, han podido leerlas, que esta última semana sobra porque Feijóo y Vox suman mayoría absoluta con una distancia sideral. Otros sondeos, como el de este diario, son menos pesimistas y abren la puerta a una posible, sólo posible, oportunidad de continuar con el gobierno de coalición actual. ¿Son ustedes creyentes?

Es casi un ejercicio de melancolía, pero quizá nos sirva un somero análisis de la campaña que hemos sufrido para sacar algunas conclusiones sobre contiendas futuras. Primera constatación: la derecha no tiene límites éticos o morales para alcanzar el poder. Mienten como bellacos -¡qué espectáculo el de Feijóo en el debate, falsedad tras falsedad!-, embarran el campo de juego con maniobras de trilero, Txapote en particular, ETA en general o, si me apuran, hasta Correos, insidia trumpiana que revuelve las tripas. Es capaz el líder del PP –cara de hormigón armado- de decir a voces en público que no acepta imposiciones cuando a esa misma hora, unos pocos kilómetros más allá, Abascal se frota las manos porque ha metido en vereda, cogiditos del ronzal, a los populares de Valencia, desfachatez y chulería, torero en airoso paseíllo, o Extremadura, vergonzosa traición a la palabra dada. Les llevo por donde me da la gana, proclama el gran caudillo de Vox, porque sin mí no eres nada, inane Feijóo. Incluso usando mis mismos sucios métodos. 

Y pegada a esta conclusión, como el rabo al burro, viene una segunda. Y es tremenda: a los votantes de la derecha les importa un celemín si sus líderes han dicho mil y una mentiras, que ellos se las creen a pies juntillas, desde la okupación a la liberación de pederastas, los regalos a Marruecos o las voladuras de pantanos para provocar la sequía. Da igual. Así lo han leído, o seguramente visto, en vídeos que circulan por esas redes infames. Ya lo dijo el detective Harry Bosch (Michael Connelly): “Las redes sociales no se pueden tapar como un artículo. Esa mierda tiene vida propia”. Aunque quizá sus conocimientos provengan de las televisiones y los periódicos de la derecha de la caverna, pantallas y papelillos chorreando mugre por todas sus esquinas. ¡Ah, esos indecentes comentaristas, farsantes y mendaces, groseros animadores de la falacia y el embuste, si alguna vez hubiera un código deontológico respetable para la profesión!

Sigamos nuestro camino. Ante esta gigantesca cordillera de basura, barreduras y roña, ¿ha sabido actuar la izquierda? ¿Sus gurús de campaña, del PSOE y de Sumar, han sabido articular unas estrategias capaces de romper esa muralla, mugrienta pero dura como el pedernal? ¿Han sabido contrarrestar el navajeo constante de sus contrincantes? ¿Supieron tapar las insidias, las patrañas de Feijóo, Gamarra, Sémper, Abascal, Espinosa de los Monteros y otros chicos y chicas del montón? Vistas las cosas de otra manera, ¿lograron las fuerzas de izquierda traspasar las espesas mosquiteras y colaron sus mensajes, sus logros, sus muchos avances en la lucha contra la desigualdad y la injusticia? Las opiniones, no faltaría más, son libres, pero permítanle al Ojo decir con absoluta nitidez, que si la campaña del PSOE ha sido deficiente, la de Sumar ha resultado penosa. 

Nadie puede entender que en un debate cara a cara, el inane Feijóo pueda ganar a Pedro Sánchez, ileso y vencedor en múltiples platós llenos de lanzadores y lanzadoras de afilados cuchillos. Pues pasó. Pregunta: ¿en qué mazmorra está encerrado el genio preparador del presidente ante aquel acontecimiento televisivo, avezado tahúr enfrente y émulos de Bertrand du Guesclin en el nulo papel de moderadores, ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor? ¿Cómo se aceptó el trágala del PP de un único debate y en campo contrario? ¿Pero aquí quién manda, el presidente o el aspirante? Claro que aquella cosa viscosa y embrollada hasta el delirio no decide nada. Por supuesto. Pero marca una realidad que hemos tenido ante nuestros ojos durante todo este mes: el PP acertó con el tono de la campaña, asquerosa, pero efectiva, y los socialistas han navegado, dudosos como el famoso príncipe de Dinamarca, entre soplar y sorber. 

Y repitamos, aunque ustedes me lo recriminen incluso con palabras gruesas, que Sumar se ha quedado muy lejos de sus expectativas, entre otras cosas porque el rencor de la cúpula de Podemos ha impedido levantar el vuelo al grueso ciudadano de la izquierda más izquierda. Llámenme canalla y hasta vendido a la derecha y al capital, pero este Ojo no ha visto a Pablo Iglesias, a Montero o a Echenique echar el resto en actos, mítines o artículos en las redes para apoyar a la líder de una formación a la que ellos dijeron apoyar. Eso dijeron: apoyar. 

Y dicho lo dicho, todos a votar, cogidos de la mano, que en la calle codo a codo somos muchos más que dos. Hay que parar el triste futuro que nos quiere imponer esa truculenta asociación llamada PP y Vox, Feijóo y Abascal por otro nombre. No los queremos, porque deseamos un futuro de esperanza y no de vuelta al tenebroso pasado del NoDo. Y así será si cumplimos con nuestro deber. Amén.

Adenda. Les propongo que si gana Feijóo hagamos una colecta entre todos para mantener el sueldo de presidente del CIS a José Félix Tezanos, al que el líder popular piensa echar el mismo día que entre en La Moncloa. ¡Pobre Tezanos, con todo lo que ha hecho para sostener viva nuestra esperanza! ¡Qué crueldad!

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