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The Guardian en español

“Las lágrimas son exactamente del mismo color”: ¿es posible reconstruir el movimiento palestino-israelí por la paz?

Una mujer palestina sujeta unas flores entregadas por activistas israelíes a favor de la paz el pasado 5 de junio.

Caitlin Kelly

14 de junio de 2024 22:27 h

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En la mañana del 7 de octubre, cuando llegaron las noticias del ataque de Hamás contra las comunidades israelíes cercanas a la frontera de Gaza, Naama Barak Wolfman se unió a las miles de personas que enviaban mensajes de texto frenéticos a sus amigos y familiares. “Quería saber si estás bien”, escribió a su colega Vivian Silver, una canadiense-israelí que trabajaba desde hace décadas para promover la paz entre israelíes y palestinos.

Silver nunca llegó a leer el texto. Fue una de las activistas que murió ese día, aunque sus familiares y amigos tardaron casi un mes en enterarse de su muerte. Muchos creyeron que la líder de Women Wage Peace había sido tomada como rehén, e incluso la imaginaron negociando con sus captores. En realidad, la pacifista de 74 años fue matada por Hamás durante el asalto al kibutz Be'eri, en el sur de Israel.

“No encontrábamos las palabras adecuadas para expresar el dolor, la herida y el terror. La gente de ambos bandos tenía miedo”, recuerda Wolfman. “Te cierras, cierras las ventanas. En Israel, eso es lo que todo el mundo hizo literalmente durante los primeros meses”.

En los últimos siete meses, los grupos israelíes y palestinos que trabajan por la paz y la reconciliación han tenido que enfrentarse al sufrimiento personal, las restricciones gubernamentales, las divisiones internas y el hecho de que los esfuerzos de sus miembros pueden haber retrocedido décadas.

“Lo que ocurrió el 7 de octubre realmente destruyó el movimiento por la paz como movimiento”, afirma Jørgen Jensehaugen, investigador principal del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo. “Ahora el movimiento ya no existe, solo las personas que lo integraban”.

Mohammed Abu-Nimer, profesor de paz y resolución de conflictos en la American University de Washington DC, afirma que los periodos de intensa violencia suelen evidenciar los puntos débiles del movimiento pacifista. Según él, los grupos pacifistas israelíes “no han resistido históricamente la crueldad ni la escalada del conflicto”.

Organizaciones como Women Wage Peace (las mujeres ganan la paz), con 44.000 miembros, entre árabes y judíos ortodoxos, y su organización hermana palestina, Women of the Sun (mujeres del sol), reconocen que la construcción de la paz se enfrenta a su mayor reto hasta la fecha, pero no se rinden.

“No todos los actores han vuelto a la mesa, pero es necesario que lo hagan”, afirma Wolfman. “Nuestra capacidad para mantener un diálogo con diferentes partes de la sociedad israelí es crucial en estos momentos. Tenemos que ampliar nuestra base, tenemos que ampliar nuestro alcance. Tenemos que ser un poco más flexibles”.

Los esfuerzos de consolidación de la paz no se han visto favorecidos por el endurecimiento de las restricciones a la circulación en Cisjordania. Robi Damelin, de Parents Circle - Families Forum (PCFF), una organización palestino-israelí de más de 700 familias que han perdido a uno de sus miembros y están en proceso de duelo, recuerda una dolorosa reunión por Internet entre miembros israelíes y palestinos dos días después de los atentados del 7 de octubre. Incluso para una sesión que era virtual hizo falta “una enorme dosis de confianza”, afirma.

Esta organización auspicia todos los años un campamento de verano que reúne a 25 niños palestinos y 25 israelíes “para mitigar el miedo al otro”. Antes de los ataques del 7 de octubre, esta iniciativa era uno de los esfuerzos de reconciliación más conocidos. Damelin describe lo que su nieto denominó “la mejor semana de su vida”, y afirma que en el campamento del año pasado su nieto conoció por “primera vez a niños palestinos de su edad, con los que podía cantar karaoke y cocinar, llorar y nadar”.

Después del 7 de octubre, muchos de los que habían sido compañeros de litera se intercambiaron mensajes de odio. Ahora, la organización ha empezado a reunir a los niños de nuevo en Internet, con la esperanza de organizar el campamento en el extranjero este verano.

Aziz Abu Sarah, destacado activista palestino por la paz, afirma que el creciente número de muertos en Gaza y las restricciones draconianas en Cisjordania dificultan el lenguaje de la paz para algunos palestinos.

“Cuando pienso en todos estos niños de Gaza y Cisjordania, me identifico totalmente con lo que pasa por su mente”, afirma Abu Sarah. En 1989, el hermano de Abu Sarah, Tayseer, acusado de lanzar piedras contra coches israelíes, murió tras un año de detención israelí. “Es casi un deber estar enfadado, es un deber odiar. Cuando tienes 10 años, no racionalizas ese tipo de cosas”, explica. “Sientes que no tienes elección”.

Abu Sarah empezó a abogar por la paz tras conocer a israelíes, inicialmente en clases de hebreo, en la década de los noventa. Lamenta que en la actualidad prácticamente no existan estos intercambios. “Ahora, si vives en Gaza, lo más probable es que nunca hayas tenido una interacción normal con un judío israelí”, afirma.

Maoz Inon, activista israelí por la paz, afirma que aunque parezca imposible, la historia nos da esperanza. Tras la guerra del Yom Kippur en 1973, la paz también parecía un concepto lejano para muchos. Al cabo de cuatro años, el presidente egipcio, Anwar Sadat, había visitado Jerusalén, y al cabo de seis, se había materializado el primer acuerdo de paz de Israel con un Estado árabe.

Aunque los expertos se muestran cautelosos a la hora de establecer paralelismos, ya que el liderazgo regional y la geopolítica son muy diferentes hoy en día, Inon cree que aún es posible. “Para el año 2030 o antes, habrá paz desde el río hasta el mar”, afirma (parafraseando un lema que geográficamente hace referencia al área entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que incluye Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza). Su entusiasmo por este “sueño” es difícil de conciliar con el hecho de que sus padres, Bilha y Yakovi Inon, murieron en los ataques del 7 de octubre.

“La gente me dice que soy un ingenuo, y yo les digo que claro que lo soy, pero soy un ingenuo con un plan”, afirma con una sonrisa. Inon lidera una nueva coalición de paz informal. Entre sus nuevos colegas palestinos se encuentra Ahmed Fouad Alkhatib, que ha perdido a 30 familiares en el conflicto. Alkhatib subió una foto de los dos en sus redes sociales junto al mensaje: “Si un gazatí que ha perdido a decenas de familiares y un israelí que ha perdido a su padre y a su madre en esta trágica guerra pueden superar su dolor para vencer las diferencias, otros pueden y deben seguir su ejemplo”.

Cada semana se dan pasos por parte de quienes están decididos a no dejar morir el sueño de la paz. Miembros de Rabinos por los Derechos Humanos se han manifestado cerca de Gaza, exigiendo un alto el fuego y la devolución de los rehenes. Combatientes por la Paz -organización de antiguos combatientes de ambas partes en el conflicto- ofrece un espacio de encuentro a sus miembros y a quienes se sumen por primera vez.

Todos los sábados, Standing Together (Resistiendo juntos), el mayor movimiento árabe-judío de Israel, se une a organizaciones como Women Wage Peace y otras en Tel Aviv para pedir la paz.

Según Sally Abed, una de las responsables de Standing Together, la organización ha recibido un apoyo “sin precedentes” desde el extranjero. El grupo ofrece asesoramiento sobre matices y terminología a las nuevas secciones internacionales -Amigos de Standing Together- en el Reino Unido, Estados Unidos y Europa. Universidades de Estados Unidos, como la UCLA, han mostrado pancartas de solidaridad con la organización.

Jensehaugen afirma que las presiones externas podrían dar al movimiento pacifista de la región el balón de oxígeno que necesita: “Si eres un manifestante pacifista en Israel, es muy difícil presionar al Gobierno de Netanyahu, pero si puedes crear alianzas con manifestantes en Estados Unidos, que pueden presionar a los líderes en Estados Unidos para que presionen a Israel, es una opción viable”.

También existe un creciente interés por el trabajo de reconciliación en países como Estados Unidos. El PCFF, en colaboración con la Universidad de Georgetown de Washington, está desarrollando una herramienta de aprendizaje en Internet que permitirá a las organizaciones mediar en las desavenencias laborales, mediante reuniones de diálogo filmadas entre personas de ambas partes y orientaciones prácticas sobre mediación.

Damelin subraya “lo absurdo que es tener que ir a Washington para hablar con trabajadores judíos y musulmanes que no se hablan a causa de la guerra”. El hijo de Damelin, David, fue asesinado por un francotirador palestino en 2002. A los soldados que le dieron la noticia Damelin les dijo: “No os permito que matéis a nadie en nombre de mi hijo”.

Así fue exactamente como se sintió tras los ataques del 7 de octubre: “Cuando veo las fotos de las madres de las victimas... es la misma situación porque compartimos el mismo dolor”.

“Entre una madre de Gaza y yo no hay ninguna diferencia”, afirma. “Las lágrimas son exactamente del mismo color, te lo aseguro”.

Traducción de Emma Reverter

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