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¡Alto, The Police!

Miguel González / Miguel González

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Cuando en 1984 Sting, el guitarrista Andy Summers y el batería Stewart Copeland dejaron de tocar juntos con The Police, aunque nunca lo anunciaron oficialmente, el rock de verdad perdió a uno de sus grupos de referencia, como cuando abandonaron los Genesis, los Supertramp, los Dire Straits o los Pink Floyd. Siempre nos quedarán los Rolling Stones, pero no es lo mismo. Por eso, escuchar otra vez en directo Every breath you take o Message in a bottle fue absolutamente alucinante, como lo fue observar a miles de personas brincando sin descanso durante el De Do Do Do, De Da Da Da, y comprobar que la voz desgarrada de Sting sigue siendo la misma de los viejos tiempos, o como Summers se arranca con un solo de guitarra de más de cinco minutos que recuerda a Eric Clapton. Fue tremendo.

La organización del Rock in Rio, un evento espectacular con trasfondo ecologista y patrocinado por poderosas empresas de telecomunicaciones, de la banca o del comercio, impidió la venta de alcohol en todo el recinto, pero la gente se buscó la vida con la cerveza y con el porro y no se produjo el más mínimo disturbio. También influyó la edad de los seguidores de The Police: la gran mayoría ya no volveremos a cumplir los cuarenta, y con estos años y sin pelo que agitar en el fragor de la música, uno ya se queda más con los matices, la percusión de Copeland, el calor de la noche, una joven idéntica a Elsa Pataky y esas y otras cosas de similar calibre, que con las ganas de enloquecer en un recinto público.

Mientras, el trío británico proseguía desgranando las piezas más emblemáticas de los trabajos de Zenyatta Mondatta o de Synchronicity I y II, para deleite de sus seguidores, mezclando como sólo ellos son capaces de hacerlo el jazz con el punk o el pop con el reggae. Los más fieles, aquellos que persiguen al grupo por todas las ciudades donde ofrece un concierto de despedida, aseguraban que era uno de los mejores donde habían estado. Yo sólo sé que cuando se iluminó el escenario con cientos de focos y Sting gritó “¡somos The Police y estamos de vuelta!”, una especie de escalofrío placentero me hizo estremecer. Me duró toda la noche, y aumentó casi al final, en los bises, cuando llegó el gran momento, el mejor de los momentos, cuando Sting aulló Roxanne y el espíritu de la puta fetiche del rock nos abrazó a todos.

* Diputado socialista en el Congreso

Miguel González*

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