Espacio de opinión de Canarias Ahora
Carta abierta a Gustavo Matos, compañero y sin embargo amigo por Juan Ignacio Viciana
Pero sí me vas a permitir que al menos desde el afecto, sincero, desnudo, leal a mí mismo, te dirija unas líneas, que además quiero sean abiertas por si alguien más pudiera aprovecharlas.
Yo podría caer en la tentación de gritar más alto, utilizar las palabras de otros, como Juan Carlos Alemán, para enredarme hablando de los “pánfilos” que han abierto un debate estéril, que nos hace daño porque no hay otro proyecto político que lo sustente más allá de las ambiciones personales; o renombrar a los “desleales” que pretenden apostar el futuro en la ruleta de un casino lagunero (son suyos, de Juan Carlos, los entrecomillados). Incluso podría utilizar las acciones de otros, que tú conoces mucho más cerca que yo, cobardes, mezquinas, traicioneras, dirigidas sin éxito a laminar el honor de gente honrada.
Y luego decir que esos son los tuyos, que tú estás entre ellos, que no puedes escapar, hacerte una caricatura y lanzarla al viento para que crezca y crezca, de la mano de mercenarios advenedizos del periodismo, que sí que gritan insoportablemente. Y pasearme con ella por la Isla, Agrupación por Agrupación, enseñándola a diestro y siniestro, para comenzar de nuevo el juego de la confusión y los debates virtuales que sólo sirven para evitar que se aborde el auténtico debate.
Pero no lo haré, porque lo que nos conviene es mirar al futuro, abrir las puertas a los ciudadanos, y cerrársela en las narices a los compañeros que llegan tratando de predicar lo contrario de lo que hicieron el día anterior, o de lo que harán la noche siguiente.
Mira, Gustavo, nosotros nos forjamos políticamente en la misma escuela. Una escuela de libertad, responsabilidad, honestidad, dignidad y valentía en la defensa de las ideas, poquitas pero claras y firmes. No teníamos mucho más que a Santiago Pérez ante al poderío económico de la derecha. Éramos el Ejército Paraguayo frente al Séptimo de Caballería, pero mantuvimos el tipo y nos quedamos al borde de la mayoría absoluta en La Laguna.
A partir de ahí algunos se asustaron y llevan años intentando matar al padre, con malas artes y de mil maneras. Y cuando lo dejan moribundo, en la cuneta, desahuciado, viene la ciudadanía y lo rescata porque se reconoce en su mensaje y está cansada de tanta palabrería y de tanto compadreo. Hasta el punto de que ahora la mayoría absoluta es de los otros.
Así que este no es un problema de herencias, que debemos tener más o menos las mismas, este es un problema de ataduras y de hipotecas. De las nuestras y de las de los socialistas canarios. Yo estoy orgulloso de tener semejante papá político, de compartir con él tantas cosas y de poder decirle tranquilamente a la cara lo que pienso, pero hace muchos años que me visto solito.
Ahora me falta saber si tú también. Porque desde lejos da la sensación de que seguramente esas ataduras te impidieron trabajar tranquilamente como portavoz en La Laguna en tu primera aventura (y parece que también en la segunda), condenar como debieras de forma contundente la moción de censura en La Oliva, o decir que no a una reunión orquestada para debilitar al mejor candidato que los socialistas hemos tenido nunca en Canarias.
Ese es en esencia el debate, y ese es en esencia el problema. Resulta que hay un tipo en el PSC-PSOE que tampoco se doblega. Y encima es el que manda. Resulta que hay otro socialista loco que aspira a liderar la política de las Islas para cambiar las cosas, en lugar de conformarse con seguir siendo parte del paisaje 20 años más. Y algunos, pensando en matar al hijo.
El dilema es sencillo: ¿Nos lanzamos a la calle para construir un proyecto político junto a las personas o nos arrastramos para conseguir el favor de los grandes poderosos empresarios? ¿Gobernamos las Islas o administramos las miserias de forma miserable? ¿Modernizamos el Partido o seguimos educando a las nuevas generaciones en la cultura del clientelismo y la puñalada? ¿Seremos capaces de poner a los mejores al frente de las candidaturas aunque no sean amigos? ¿Abrimos las puertas o cerramos las ventanas?
Si hay alguna posibilidad, por remota que sea, de afrontar honestamente y con tranquilidad el debate sobre el Partido que debemos construir para los próximos años, espero encontrarte en el camino y que te traigas unos cuantos. Claro que esto nos obligaría a hacer política de lunes a domingo, y no sólo de 10 a 2, y yo no sé si todos están dispuestos.
Un beso, Nacho.
Juan Ignacio Viciana
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